El juramento hipocrático digital
Tristan Harris, exdiseñador ético de Google, pide que se obligue a los diseñadores de aplicaciones a que hagan una especie de juramento ético. Primer mandamiento: «Dejar de explotar las vulnerabilidades psicológicas de la gente». Por Carlos Manuel Sánchez
La tecnología controla los cerebros
Nuestra mayor debilidad está en el cerebro reptiliano. Es el circuito de la dopamina, un regalo envenenado de la evolución. Funciona como una descarga placentera, pero crea adicción. Cualquier droga nos atrapa porque se adueña de ese circuito. Los productos creados por Facebook, Google, Instagram o Twitter están diseñados para apropiarse de ese circuito. Por ejemplo, las notificaciones constantes, seleccionadas para que no podamos resistirnos a mirar. Nos adiestran para interrumpir lo que estemos haciendo, incluso conduciendo abrimos un meme de gatitos.
Hay que eliminar el botón ‘comentar’
¿Cómo rediseñar estos productos? Harris propone, por ejemplo, reemplazar el botón de ‘comentar’ por un botón de ‘reunámonos’. Así, cuando alguien vaya a publicar algo, tendrá antes la opción de avisar a la persona aludida para hablar cara a cara. No sirve para todos los casos, pero sí para la mayoría en el entorno laboral o de amigos. Sugiere impulsar los encuentros durante un almuerzo. «En lugar de fragmentar tu tiempo, siendo interrumpido veinte veces en el trabajo porque Facebook te envía notificaciones, tienes una conversación en un entorno no digital».
Las pantallas deben volver a ser en blanco y negro
Solo con mirar el icono de una aplicación se disparan sensaciones y deseos, por eso -avisa Harris a los usuarios- conviene desconectar las notificaciones. Y que el teléfono sea lo más minimalista posible. Por ejemplo, configurando la pantalla en blanco y negro. Harris cuenta que los empleados de Google tenían su propia adicción: las chocolatinas. Para reducir su consumo, se obligó a que en las máquinas expendedoras de comida se exhibieran en envoltorios grises y opacos, sin colores llamativos. Y funcionó. La misma táctica se puede aplicar al smartphone.
Desconectar a los colegios y a los niños
Da que pensar que muchos directivos de Apple y Google restrinjan el acceso de sus hijos a los móviles y los envíen a Waldorf, un colegio que prohíbe Internet en el recinto, sin wifi ni ordenadores. Robert Lustig, pediatra de la Universidad de California, va más allá. «Cada vez que un niño recolecta unas monedas en Minecraft, captura un Pokémon o alinea unas bolas en Candy Crush, su cerebro lo recompensa con una descarga de dopamina.
Le hace sentir bien y querer más. Pero, si se estimulan en exceso las neuronas con descargas continuas, mueren».
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