Cuando dentro de 50 años la generación de 2019 eche la vista atrás, Alexa solo será el primer y rudimentario robot que recuerden. La convivencia con los robots será algo natural. Por I.D. L.
• Sexo con robots: ¿una forma de adulterio?
Igual que sus padres crecieron ante un televisor en el salón, muchos habrán compartido su vida con robots. Y su interacción con ellos despierta temores.
Estudios han demostrado que pueden ayudar a niños autistas en el desarrollo de comportamientos sociales, pero otros alertan de que pueden condicionar su pensamiento y empujarlos a razonamientos equivocados. En un experimento con el perro robótico Aibo, los niños le atribuían emociones, habilidades cognitivas y establecían lazos emocionales. ¿Inquietante?, mejor no exagerar. «Conceder cualidades nuestras a objetos es una tendencia muy humana. Los niños se las atribuyen a sus muñecas y peluches, pero esa fase se supera y su relación con los robots no debería ser diferente», dice Wykowska. Para Carpenter, los padres tienen recursos a su alcance, como activar el control parental en Alexa y similares, pero también conocerlos mejor. Un kit de construcción puede ser un ejercicio eficaz. «Construir robots les enseña cómo funcionan, para que sepan qué pueden hacer y qué no; ayuda a desmi-tificarlos».
Los robots ya están entre nosotros y los hay de muy diversos tipos
Dentro de los robots de aspecto antropomorfo hay ‘individuos’ muy diferentes, Algunos, como Darpa Petman –un robot militar desarrollado por Boston Dynamics–, se centran en simular el movimiento humano de la forma precisa.
El robot Asimo, creado por Honda, también se mueve con cierta soltura, pero su fuerte es que realiza tareas básicas y mantiene conversaciones sencillas. Está pensado para ayudar a ancianos o personas de movilidad reducida. Otros robots similares, como Romeo o Nao, se consideran un «compañero agradable» y, además, pueden enseñar matemáticas a un niño.
Otras empresas, como la rusa Neurobotics, han preferido apostar por imitar la fisonomía del rostro humano en sus robots y replican un catálogo de expresiones faciales, como las recepcionistas del hotel japonés Henn. Luego están los humanoides modelados a imagen y semejanza de sus creadores, como el del ingeniero Hiroshi Ishiguro: Actroid gesticula, habla y mantiene contacto visual. Mención aparte merece Harmony, el primer robot sexual con inteligencia artificial, desarrollado por la empresa RealDoll. Personalizable hasta sus medidas más íntimas, cuesta en torno a los 15.000 dólares.
Hitchbot, el experimento
Se llamaba hitchBOT y era un robot canadiense. Sus creadores, David Harris y Frauke Zeller, lo lanzaron a las carreteras en julio de 2014 como experimento sociológico: querían saber cómo reaccionan los humanos ante los androides. Fue atacado y destruido. Sus creadores no emprendieron acciones legales contra el agresor.
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