La nostalgia por las series de ayer nos enfrenta al cambio social experimentado en los últimos 30 años. Y nada mejor que las series ‘de amigos’ para apreciarlo. Cualquier tiempo pasado no fue mejor, sino radicalmente distinto. Por Lola Fernández
No todo es furor por novedades en los prolegómenos de la próxima temporada. Un nuevo tipo de espectador, melancólico, añorante, comienza a captar la atención de los canales y plataformas, cada vez más atentos a la hora de recurrir a los grandes éxitos del pasado. Ahí están Friends, Curro Jiménez, El internado y Gossip Girl. La nostalgia catódica funciona. Nos atrapa en esa nebulosa de algodón que borra los amargores y deja la dulzura de la ausencia: el epítome de la zona de confort. Pero la inmersión narcotizante que nos suministra se la cobra en estupefacción por la enorme brecha cultural que se va abriendo con cada década que pasa entre un concreto mundo catódico y nuestro universo actual. ¡Esa ropa! ¡Esos peinados! ¡Esos conflictos! ¡Esas expresiones! Hoy no hay quien se los crea. Veamos cómo saltan a la vista las diferencias a través de cuatro series icónicas que persisten en la memoria colectiva a ambos lados del cambio de siglo.
‘Treintaitantos’ (1987-1991)
‘Yuppies’ con familias (casi) perfectas
A lo largo de 85 episodios, esta serie de la cadena estadounidense ABC, emitida en España por TVE y Cuatro, obtuvo más premios que audiencia, pero su innovador atrevimiento a la hora de retratar los conflictos emocionales de los treintañeros de la era Reagan la convirtió en la favorita de la crítica. Mostró por primera vez en la tele americana a dos gais compartiendo cama y perdió por ello un millón y medio de dólares en publicidad. La palabra thirtysomething entró en el diccionario Oxford de inglés debido a la popularidad de la serie.
Los protagonistas centrales son dos matrimonios: Michael y Hope, Elliot y Nancy. Ellos trabajan como publicistas en su propia empresa, mientras que ellas languidecen en casa, amarradas a sus obligaciones como madres y esposas, a pesar de sus inquietudes artísticas (editora y artista). Mientras ellos se esfuerzan en cumplir el sueño yuppie del éxito profesional, ellas aparecen como mujeres frustradas.
A su alrededor orbitan tres amigos que aparecen como ‘disfuncionales’: Gary, profesor que no sienta la cabeza, aunque al final se redime en la paternidad; Melissa, fotógrafa con mala suerte en el amor que no termina de realizarse en una relación; y Ellyn, una neurótica mujer de negocios.
Los treintañeros de los 80 habían de estar casados y con hijos. Absorbidos por el matrimonio, la educación adecuada de los niños y el deseo de prosperar laboralmente, su vida parece ahora de ciencia ficción. Tanto como las hombreras delatan la década, el horizonte familiar y vital de los 80 resulta hoy terriblemente parecido al de los 50.
Aunque la serie se centraba especialmente en la madurez impuesta que supone la paternidad, se planteaban cuestiones políticas interesantes, como el aburguesamiento de una generación, la de los 60, que creyó en la ruptura de todas las normas sociales y en la lucha contra la injusticia, y terminó estableciendo familias tradicionales inmersas en la carrera por el éxito y el dinero que trajeron los 80. También es interesante cómo el adulterio se presenta como uno de los conflictos recurrentes en la trama: en aquel momento, los matrimonios aún se resistían a romper tras un engaño.
Los personajes apenas tienen tiempo de divertirse. De hecho, han pasado página a sus años universitarios tan rápidamente que hasta les molesta que sus vecinos den alguna fiesta.
Marcando estilo
El ciclo de las tendencias es tan previsible que hoy nos resultan familiares esos jerséis oversize y pantalones rotos y beisboleras. Efectivamente, han vuelto los 90.
‘Friends’ (1994-2004)
Amigos con trabajo y sin ideas políticas
A lo largo de diez temporadas, esta sitcom sigue la vida de un grupo de amigos de aquellos maravillosos años 90, con las Torres Gemelas aún destacando en el horizonte neoyorquino.
Los adultos de los 90 ya no están casados, sino que son fundamentalmente amigos. No se ordenan en parejas, ahora lo hacen en grupo. Rachel, Monica, Phoebe, Joey, Chandler (Matthew Perry) y Ross viven distintos avatares sentimentales, pero su amistad pervive como un ancla de todo. Sus romances y relaciones fallidas aparecen como contenidos de comentarios y complementos enriquecedores de
sus charlas entre colegas.
Sin pareja fija y sin niños durante gran parte de la serie, la vida de estos friends no sigue las normas conocidas de la edad adulta, sino que persiste en costumbres estudiantiles, como compartir piso. Enamorarse, casarse y tener hijos aparece como el motor básico de la acción y parte fundamental del deseado final feliz para los personajes.
En aquellos maravillosos años 90 en los que todo era posible, el trabajo aún no formaba parte de las preocupaciones trascendentales de los amigos. Si acaso, aspiraban a lograr un trabajo que les satisficiera. Como Ross, que con su sueldo de paleontólogo no solo podía pagar apartamento en Manhattan, sino la pensión de sus tres exesposas. Monica y Chandler no se definían ni como chef ni como publicista, aunque tenía sentido que una niña bien como Rachel trabajara para marcas de moda.
El lugar donde se reúnen los personajes es Central Perk, una cafetería cercana a Central Park en la que los amigos se reservan invariablemente un tresillo central. Nos llegaba así la avanzadilla de la estética Starbucks que hoy se impone en todo el mundo: el café como bebida de socialización, el sofá como punto de encuentro y la conversación como divertimento principal.
En el retrato de ‘Friends’, los jóvenes adultos no tienen inclinaciones ideológicas sólidas ni se ven interpelados por los asuntos de política nacional o internacional. El conflicto pasa siempre por lo sentimental. Y aunque fue criticada por un casting enteramente blanco a pesar de la diversidad étnica de Nueva York, acertó al tratar la homosexualidad con absoluta normalidad y al presentar distintos tipos de familia: de mujeres lesbianas, de padres separados o solteros, con niños adoptados… Incluso Phoebe se prestó a concebir y dar a luz unos trillizos para su hermano.
Marcando estilo
Antes de que las extensiones capilares se instalaran en las cabezas de las estrellas, la melena de Rachel, Jennifer Aniston, causaba furor en las peluquerías de todo el mundo.
‘Cómo conocí a vuestra madre’ (2005-2014)
Sin amor (y ‘whisky’) no hay paraíso
Durante nueve temporadas, el protagonista, Ted, le explica a sus hijos la historia de cómo conoció a su madre, personaje que no llegará hasta el capítulo final. El azúcar de la trama, heredera de Friends, se actualiza con el personaje de Barney Stinson, un tarambana muy políticamente incorrecto.
La serie hereda muchas claves de ‘Friends’: el motor de la acción también es básicamente sentimental. Solo que aquí las expectativas, conflictos y argumentos aparecen aún más infantilizados que en aquella. Los jóvenes adultos ya no se comportan como veinteañeros, sino casi como adolescentes. Sin embargo, aquí la amistad ya no sirve de colchón ni promete el bienestar emocional suficiente; la felicidad se reserva solo para los emparejados, enamorados y casados.
En el siglo XXI, la circunspección de la madurez ha desaparecido del horizonte expresivo de los personajes. Todo tipo de situaciones políticamente incorrectas, desde emborracharse a vestir disfraces patéticos, le suceden a todos los amigos. El sentido del humor ya no se ceba en lo ridículo o lo excéntrico, al estilo de Friends, sino en lo directamente absurdo. El mínimo común denominador es un hedonismo radical: el trabajo es lo que sucede mientras no se está sosteniendo una copa. El sexo, la búsqueda del amor y cómo ligar son los temas de conversación que unen a la pandilla.
Además de cierta infantilización de la generación de adultos, el nuevo siglo deja su huella en la experimentación con los roles de género. Aquí es un chico el que se desvive por encontrar el amor de su vida, la madre de sus hijos. Se acercan los 40 y sufre a voz en grito la posibilidad ‘horrible’ de la soltería. Sin embargo, su exnovia, Robin, la guapa del grupo, no tiene nada que envidiarle a un jugador de hockey de su Vancouver natal. En el matrimonio Lilly-Marshall, es él el que exuda ñoñería, mientras ella sueña con enrollarse con Robin.
En vez de en una cafetería, Ted, Robin, Barney, Marshall y Lily se reúnen en MacLaren, una taberna irlandesa. Corren la cerveza, el whisky y los nachos, al más típico estilo after work, pero en una constante tensión de ligue con chicas de la barra. Otra opción de ocio pasa por el local de estriptis más cercano; Barney es cliente habitual. Más detalles canallas: el nombre de Barney Stinson proviene de un camello que aparece en la novela L.A. Confidential, de James Ellroy.
Marcando estilo
«¡Ponte traje!» era el mantra del personaje más carismático, Barney Stinson. Tenía razón: confiere seguridad, añade compostura y, según dicen, ellos seducen más.
‘Girls’ (2012-2017)
Chicas agobiadas al mando… y al desnudo
La jefa absoluta de ‘Girls’, Lena Dunham, confirmó que la última temporada será la sexta, coincidiendo con su entrada en la treintena. Se cierra así su retrato de la generación millennial que, dicen, domina el mundo cultural desde su escenario digital en Instagram. A este cuadro le han salido bastantes críticos. Como a Friends, le achacan un reparto cien por cien blanco. También critican a estas chicas por tener la cabeza hueca y no saber realmente lo que quieren, ya a los veintimuchos.
La protagonista, Hannah Horvath, es una veinteañera ególatra e insegura que no sabe qué hacer con su vida. Pero, a diferencia de otras series, no se hurtan aristas al personaje ni se le destina a una sola misión (básicamente, buscar el amor), sino que se exponen todos sus defectos y caminos: las dudas laborales, las penalidades económicas, las amistades que fallan o la familia que siempre está ahí.
Aquí el trabajo importa, y mucho, pero no para ascender en la escala social o hacerse rico. La profesión, como las relaciones sentimentales, la amistad o la familia, se presentan como fuentes de placer o pesar. Estos jóvenes que maduran a trancas y barrancas buscan, ante todo, la felicidad.
Hasta en los momentos de mayor desmadre alcohólico, las chicas, aparentemente frívolas, logran transmitir cierta sensación de sensatez. Son ‘viejóvenes’ agobiadas por no encontrar su sitio. Por no saber si realmente las esperan en algún lugar.
Una diferencia fundamental con sus antecesoras es que se trata de la primera serie de éxito global, se podría decir que generacional, y seguida por tantos hombres como mujeres, que plantea un reparto protagonista solo de chicas. En Girls ellos son los acompañantes, los consortes, los secundarios, y ellas las que llevan el peso de la acción. Tiene que ver con que haya una mujer, Lena Dunham, a cargo de la idea, los guiones y la dirección, otro hecho insólito en el negocio audiovisual.
Otro asunto inédito en televisión es el tratamiento del cuerpo femenino. La protagonista, Hannah Horvath, luce cuerpo imperfecto en todo tipo de desnudos, casuales o sexuales. El naturalismo le quita hierro a la desnudez femenina, que ya no ha de ser perfecta y sexualmente apetecible, sino que puede ser casera y normal. El sexo también es naturalista: nada de coreografías estereotipadas sin parecido con la realidad.
Marcando estilo
Aunque las protagonistas poseen cada una su propio estilo, tienen un nexo: cierto retrotoque granny (abuela), más neoyorquino que comer en el metro.
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