Era un desconocido hasta que Máxima le pidió que la vistiera el día de la coronación de su marido, Guillermo de Holanda. Desde entonces es su modisto de cabecera. Taminiau acaba de celebrar uno de sus exclusivos desfiles en Madrid, donde piensa pasar largas temporadas. Por María de la Peña / Fotos: Antón Goiri
De pequeño jugaba en el trastero de la tienda de antigüedades de su abuela. Lo que para sus tres hermanos era un lugar aterrador, para Jan Taminiau (Goirle, Holanda, 1975) era una fuente de imaginación inagotable. Al terminar la etapa escolar -un alivio; soy disléxico y el colegio no estaba hecho para mí-, ingresó en la Escuela Europea de Antigüedades de Amberes. Pero necesitaba más. Aprecio las antigüedades, pero mi gen creativo me recordaba que necesitaba inventar algo, crear . Se marchó a estudiar a Arnhem, de donde provienen los mejores diseñadores de moda del país. A partir de ahí, todo cambió. En especial cuando, hace tres años, recibió la llamada de la entonces princesa Máxima de Holanda para encargarle el diseño de dos trajes para el día de la coronación de su marido. El famoso traje azul añil es ya un icono. Este enamorado de la alta costura acaba de presentar en Madrid su última colección. Por amor estoy en Madrid. Mi intención es pasar más tiempo en la ciudad . Nos cuenta su historia sentado en el piso madrileño de su novio.
XLSemanal. ¿Está contento con la acogida que ha tenido su primer desfile en Madrid?
Jan Taminiau. Ha sido increíble. Me han hecho encargos desde veinteañeras hasta mujeres de 80. Las españolas no tienen miedo a mi ropa. Son atrevidas.
XL. ¿Por qué a la mujer española iban a asustarle sus diseños?
J.T. En Holanda hemos heredado la tradición calvinista. ¡Somos un país de jeans! Pero para mi sorpresa aquí las mujeres se ponen más tacones, se arreglan el pelo. Creo que les han gustado mis vestidos largos, mis bordados. Es alta costura, pero fácil de llevar. Me gusta mucho el juego de esconder y desvelar. Me encanta la mujer que no está pidiendo a gritos que la miren, sino que despierta pacientemente la imaginación del otro.
XL. Vivimos en un mundo prêt-á-porter, pero usted apuesta por volver a las técnicas tradicionales.
J.T. No repito caminos antiguos porque las telas que utilizamos son las de hoy, por ejemplo microfibras, que son más ligeras. Se trata de facilitar la vida, porque entiendo que mi clienta viaja mucho y quiere meter el vestido en la maleta y no en una caja. Lo divertido es combinar lo bueno de la tecnología con las posibilidades que ofrece cada tejido para crear el tuyo propio. A través del bordado, dándole volumen o movimiento con elementos brillantes…
XL. ¿Cómo acaba por dedicarse a la alta costura?
J.T. Cuando terminé la academia de arte y diseño, tenía muy claro lo que quería hacer. Al revés que otros amigos que estudiaron conmigo, yo no estaba pensando en hacer prêt-á-porter.
XL. ¿Fue un camino difícil?
J.T. Nunca me lo pareció. Todo lo anterior, la etapa en el colegio, había sido muchísimo peor a causa de mi dislexia. En este mundo, lo visual es mucho más importante que las palabras, y eso marca una gran diferencia frente a la frustración que sentía en la escuela, donde era el que más estudiaba para acabar sacando doses y treses.
XL. ¿Cómo logra crear su taller?
J.T. Empecé en una oficina muy pequeña que me prestó mi padre, sin apenas luz en Tilburg, al sur de los Países Bajos. Aprendí a bordar a través de Internet, viendo documentales, y me topé con la técnica del bordado a cadeneta, que me fascinó. Y luego tenía mucha ayuda de mis amigos, que se quedaban toda la noche bordando conmigo.
«Holanda es un país de ‘jeans’. ¡Heredamos la tradición calvinista! Las españolas son más atrevidas»
XL. ¿A quién vendió sus primeros diseños?
J.T. Un amigo me propuso que conociera a una conocida suya en Bélgica que tiene un castillo precioso donde monta exposiciones de todo tipo. Estaba seguro de que conectaríamos. Le gustó mi trabajo y me propuso organizar un desfile en una de sus espectaculares salas.
XL. ¿Y cómo pasa de la pequeña ciudad de Tilburg a Ámsterdam?
J.T. Me mudé a Ámsterdam para que me conocieran más fácilmente. Me instalé en una antigua granja a 20 minutos de la ciudad porque para este trabajo debes tener un carácter zen; hay que estar muy concentrado. Bordar un vestido es a veces una repetición continua. No puedes estar distraído o coger el teléfono, porque todo eso se va a reflejar en el bordado. Donde antiguamente vivían las vacas es donde hoy está el taller, y yo vivo en la casa de al lado.
XL. ¿Cómo llegan los pedidos de Máxima de Holanda?
J.T. Un día recibí una llamada por teléfono. Vino a la granja, nos sentamos, le enseñé mis últimos diseños y ahí empezó todo.
XL. ¿Qué fue lo primero que le diseñó?
J.T. Una chaqueta confeccionada con una antigua saca de correos original con la bandera de Holanda. Se la puso en 2009 para inaugurar la bienal de moda de Arnhem. Fue muy atrevido por su parte.
«La princesa máxima vino a mi granja. Le enseñé mis diseños y así empezó todo»
XL. ¿Por qué esa tela?
J.T. Tiene que ver con el valor que tiene un objeto, aunque esté viejo, tenga agujeros o esté manchado. Son piezas con historia. Esos sacos han transportado nuestra vida, nuestros secretos. Me atrae mucho la belleza de las cosas antiguas. Después de la coronación del rey, en 2013, me pareció divertido rendir homenaje a Máxima y a la nueva pareja real haciendo una versión de la misma chaqueta, pero sustituyendo la bandera de Holanda del talle por la de Argentina.
XL. ¿Y cómo se sintió cuando lo eligió a usted para diseñarle el traje del día de la entronización?
J. T. ¡Puf! ¡Pensé que esto era algo que formaría parte de la historia! Que dentro de cien años la gente miraría las fotos y mi vestido. Y enseguida me puse en el modo práctico. Tenía dos meses para diseñar dos vestidos largos. Había que hacer los bocetos, la toile, el bordado Y todo debía ser perfecto.
XL. ¿Ella le sugirió alguna idea? ¿El color azul fue aportación suya?
J.T. El azul estaba presente en mis anteriores colecciones. En parte me inspiré en la porcelana de Delft y me gustó mucho la idea del azul encima de la piel blanca. Hicimos un crepé con diferentes capas de distintos tejidos y tonos de azul para que la tela pesara y cobrase un color más intenso. Tenía que ser un vestido formal, con un look un poco masculino sin que por ello Máxima luciese hombruna. Y tenía que haber una buena relación visual entre la silueta de su marido, más redondeada debido a las pieles que llevaba encima. Así que a Máxima me la imaginé más cuadrada. Pero al final siempre decidía ella. Yo le proponía, y ella decidía.
XL. ¿Cómo es Máxima?
J.T. Es una suerte porque tiene personalidad, es atrevida, le gusta enseñar los hombros como hizo con el vestido color frambuesa que lució por la noche, que era más femenino y con el que yo quería que estuviese impresionante. ¡Qué suerte que confiara en mí! ¡Es muy importante porque entonces puedes volar!
XL. ¿Sufrió durante esos dos meses antes del gran día de la coronación?
J.T. Sobre todo recuerdo que había que ser discreto para que nadie se enterase. En el taller hicimos como si los vestidos fuesen para otra persona. Solamente lo sabían dos de los sastres. ¡Y al mismo tiempo también estaba haciendo diseños para invitadas a la coronación!
XL. ¿Cuántos vestidos hizo en total?
J.T. Otros siete, aparte de los dos de Máxima. Fue una locura.
XL. Mujeres del espectáculo como Lady Gaga o Beyoncé también han elegido sus diseños. Estilos muy diferentes al de la reina de Holanda.
J.T. Ellas me han buscado. Mi objetivo es lograr que la mujer que se ponga mi ropa se sienta segura. Diseño no solo para su cuerpo, sino para su personalidad, para el papel que tiene o le permiten jugar ese día. Se trata de que ese día conquiste el mundo.
«Claro que me gustaría vestir a la Reina Letizia. ¡Todo el mundo me lo pregunta!»
XL. Ha dicho que diseña para la mujer de sus sueños. ¿Cómo es?
J.T. Independiente, segura de sí misma, pero con sus inseguridades, que ama la vida y le gusta mirar. Muchas veces, nos olvidamos de mirar a las personas, las cosas, la vida. Estamos siempre ocupados y la cualidad de mirar es fundamental. En definitiva, una mujer que no es superficial.
XL. Sus precios van desde los 1500 euros de una blusa hasta los 15.000-40.000 euros de un vestido largo y todo hecho a medida.
J.T. La alta costura nunca fue barata. Todo depende de la cantidad de bordado, del trabajo artesanal que tenga la prenda.
XL. Y en España, ¿le gustaría diseñar para la Reina Letizia?
J.T. Desde que estoy aquí, todo el mundo me lo ha preguntado. Sí, claro, por supuesto.
XL. ¿Y cómo va a organizar las pruebas con sus clientas españolas si su taller está en Ámsterdam?
J.T. Voy a trasladar a gente del taller aquí y también quiero buscar a profesionales en Madrid que tengan experiencia en bordar. Pero lo bueno de estar aquí es que comparto mi hobby, mi pasión, mi trabajo con la persona que quiero estar. Es fantástico. Es una energía distinta.