Mi calvario como hombre objeto

En el mundo de la moda, no solo las modelos sufren abusos sexuales y presiones para adelgazar. También los hombres los padecen. Nos lo cuenta este exmodelo. Un testimonio en primera persona desde la pasarela. Por Edward Siddons

El director de ‘casting’, un holandés barrigudo de cincuenta y tantos, me miró; sus ojos recorrieron mi cuerpo. «Quítate la camiseta y enséñame el torso», indicó. Exhausto, después de 14 horas yendo de una audición a otra, no me resistí: me quité la camiseta y le mostré mi pecho, más bien blanquecino. «Es muy guapo, pero está gordo», le murmuró al estilista. Me sentí humillado.

Hasta ese momento había desfilado por la pasarela de la Semana de la Moda de París en dos ocasiones, había trabajado con unos cuantos fotógrafos y estilistas con talento y formaba parte de un mundo habitado por personas cuya belleza te dejaba boquiabierto. Sin embargo, no era la primera vez que me tachaban de gordo, a pesar de que se me notaran las costillas y los huesos de las caderas.

En el verano de 2014, en París, mientras me vestían para desfilar en la pasarela de un diseñador japonés, un grupo de mujeres de su equipo se arremolinaron detrás de mí, riéndose y palmeándome las nalgas. En otro desfile, un estilista que había empezado a beber vodka a las nueve de la mañana me dijo que era «guapito», pero que tenía que «ser menos holgazán y hacer más putos abdominales». Pero lo que menos me gustaba de todo era que me llamasen «guapo, pero gordo». Ese verano abandoné mi carrera como modelo.

Al pensar en la explotación sexual entre modelos, la mayoría piensa en chicas adolescentes o veinteañeras que hacen gala de caderas huesudas y hombros angulosos. O bien recuerda sórdidas historias de fotógrafos famosos que coaccionan a chicas para su disfrute sexual. Pero… ¿y los modelos masculinos, musculosos y con pómulos perfectos? No tienen mucha pinta de víctimas, pero, como descubrí durante mi corta carrera, ser un hombre no te garantiza nada. Muchos modelos sufren acoso sexual, aunque rara vez hablen del tema. Y, al igual que sus compañeras, están sujetos a presiones para tener un tipo de cuerpo muy preciso. Las últimas tendencias son de carácter polarizador: o musculosos en extremo o andróginos o casi esqueléticos. Resulta que eso de ser guapísimo de veras no garantiza riqueza ni salud ni seguridad.

HOMBRES, EL ‘SEXO DÉBIL’ DE LA MODA 

Sara Ziff, exmodelo fundadora de la Model Alliance, una asociación con sede en Nueva York que trata de ampliar la protección a los modelos, afirma que estos se encuentran en una situación difícil. «Los hombres tienen tantos problemas como las mujeres… o más -dice Ziff- . La industria necesita ser reformada con urgencia; lleva decenios escapando a las regulaciones».

Me inicié como modelo en 2013, mientras estudiaba Literatura Inglesa y Francesa en Oxford. Ese año, me fui a París para ampliar mis estudios y tres días después de mi llegada, en septiembre, fui a un club gay, cansado de tanto traslado y algo borracho. Me fijé en un hombre con media barba y los pómulos altos al otro extremo del local; cuando salí a la calle a fumar un cigarrillo, me siguió, me pidió fuego y me preguntó si era modelo. Resultó ser director de casting y me invitó a su estudio unos días después para hacerme unas fotos y agregarme a su base de datos. A principios de 2014 acudí a una agencia, posé ante una Polaroid y anoté mis medidas. El representante me miró de arriba abajo. «No te iría mal hacer algo de ejercicio -dijo-, pero estamos encantados de aceptarte».

«Ciego de cocaína, un poderoso diseñador me envió vídeos en los que él aparecía desnudo»

Me invadió una euforia nerviosa. Pronto iban a pagarme toneladas de dinero por no hacer casi nada; mi rostro aparecería en carteles publicitarios. Pero, cuando me puse a trabajar, me topé con la realidad: te conviertes en un producto y en objetivo de depredadores sexuales.

Al principio no percibía el acoso y los abusos. Las invitaciones sexuales son formuladas con frecuencia de forma chistosa, lo que permite a los poderosos fotógrafos, editores y directores de casting salvar la cara ante un rechazo. Empecé a hacerme una idea en el rodaje de un vídeo musical donde un estilista sexagenario se pasó el día haciendo comentarios del estilo de: «¿Eso entre tus piernas es tan deseable como tu cara tan bonita?». Al pasar por mi lado, me acarició la espalda inferior y me palmeó el trasero.

ORGÍAS Y VÍDEOS PORNOGRÁFICOS 

Semanas después, un editor ofreció fotografiarme para la portada de su revista a condición de posar desnudo y salir esa noche con él a disfrutar de «una cena romántica». Respondí que no estaba interesado, pero siguió enviándome mensajes de forma regular, cada vez más explícitos; en ocasiones incluían enlaces a vídeos pornográficos.

En junio de 2014, un fotógrafo me invitó a participar en orgías a cambio de conseguirme «visibilidad». Logró que el otro modelo de la sesión y yo nos quedásemos en calzoncillos en el bosque de Vincennes, al sureste de París. Ciego de cocaína, un poderoso diseñador me envío vídeos en los que aparecía desnudo mientras intentaba concertar una entrevista con él para este artículo. En cierto modo he tenido suerte; nunca me ha pasado nada grave.

Poco después de instalarse en París, Matthew -un modelo británico que ya no trabaja como tal- se encontró en el estudio de un fotógrafo que se pasó de la raya. «Fue horroroso recuerda . Hizo que me desnudara argumentando que así se me pasaría la timidez y me sentiría más cómodo con mi cuerpo. No podía quejarme; formaba parte de mi agencia».

«El patrón siempre es el mismo; personas de mayor edad que controlan a las más jóvenes», indica René Habermacher, fotógrafo suizo habitual de Vogue Japón y otras publicaciones de alto nivel. Sara Ziff, de la Model Alliance, dice haber oído mencionar innumerables episodios parecidos al de Matthew. «No creo haber hablado con un solo modelo que no haya hecho referencia a situaciones de acoso sexual -asegura-. Empiezan a trabajar muy pronto en una profesión corta y precaria. Si tienes una fecha de caducidad de cinco años, es raro que te quejes en un mundo hipercompetitivo».

Son muchos los que critican la utilización de modelos muy jóvenes; críticas que han arreciado ante la tendencia a emplear modelos con aspecto aniñado o andrógino. El look andrógino empuja a los chicos a perder masa muscular y a las chicas sus curvas naturales. Un modelo, Jack, explica que esto ha hecho que chicos y chicas compitan más que nunca.

En marcado contraste con la androginia imperante entre los modelos de las pasarelas en Asia están los musculados tipificados por el británico David Gandy. Pero estos cuerpazos conllevan muchas veces problemas de salud. «Estos chicos no están en mejor situación -asegura un fotógrafo británico que trabaja con regularidad para Vogue USA y GQ Francia-. Van al gimnasio día sí y día también, tienen un dos por ciento de grasa corporal y se matan de hambre». Los especialistas en salud mental, de hecho, han acuñado el término ‘vigorexia’ para designar esta dismorfía muscular: una distorsionada percepción del propio cuerpo como débil y carente de musculatura que empuja a ejercitarse de forma obsesiva.

LA ACUSACIÓN DE KARL LAGERFELD

He hablado con 15 conocedores del mundillo y casi todos coinciden en que Hedi Slimane, hasta hace poco director creativo en Saint Laurent, fue el principal promotor de la figura del modelo masculino delgadísimo. Tanto que el mismísimo Karl Lagerfeld, poderoso director creativo de Chanel, declaró en 2004. «Si yo quisiera vestir una de las prendas de Slimane, concebidas para chicos muy flacos, me vería forzado a perder unos 40 de los 100 kilos que peso».

Slimane defendió sus preferencias el año pasado, enraizadas, según dijo, en su adolescencia. «Mi cuerpo era como el de los chicos a quienes fotografío o hago desfilar en mis pasarelas. Las chaquetas siempre me venían holgadas. En el colegio y hasta en mi familia, muchos se burlaban de mí y me soltaban que no era un hombre de verdad. Ser delgado era ser ‘rarito’; tenía connotaciones homofóbicas».

Para muchos, las razones de Slimane carecen de importancia ante la influencia de sus decisiones en los modelos y en el resto de los hombres. «Hedi tiene una fijación con los chicos esqueléticos -afirma un fotógrafo que trabaja para Vogue USA- . Ha creado una estética de chicos menores de edad y desnutridos». Saint Laurent y Slimane no han querido hablar para este reportaje.

La superdelgadez tiene particular aceptación en Asia. Hace tiempo que Japón es un país clave para la industria, pero la ascensión económica de China y Corea del Sur, que demandan más ropa de diseño y, por consiguiente, más modelos, ha incrementado la importancia del mercado asiático. Por eso, cada vez más jóvenes emigran allí bajo el riesgo de trabajar hasta la extenuación por muy poco dinero.

Asia, además, presenta nuevas amenazas. «En Japón quieren modelos jovencitos y aniñados, y las tallas son menores», explica Valerie Steele, historiadora de la moda, comisaria y directora del museo del Fashion Institute of Technology neoyorquino. Al llegar a esos mercados, muchos modelos jóvenes sufren un choque cultural, extenuantes jornadas de trabajo y aislamiento de familiares y amigos, a lo que se suma el desconocimiento de sus derechos y de los peligros que pueden afrontar.

ASIÁTICOS, LOCOS POR SUS HUESOS 

El fotógrafo Habermacher me dijo un día que, si quería triunfar, tenía que ir a Asia. «Puedes sacar 10.000 o 20.000 euros al mes, aunque tendrás que currar 16 o 18 horas seguidas toda la semana y perder unos 10 kilos», aseguró. Empezar una nueva vida en Tokio, Seúl o Shanghái resultaba tentador; reducir mi índice de masa corporal al 16,9, nivel que la Organización Mundial de la Salud considera «desnutrición grave», no.

Asia ofrece a los modelos oportunidades económicas cada vez más raras en los saturados mercados occidentales y en una industria donde los hombres ganan mucho menos que las mujeres. Según Forbes, las 10 modelos mejor pagadas superaron el último año los 147 millones de dólares; los 10 modelos no superan los 8 millones. La mejor pagada, Gisele Bündchen, obtuvo 44 millones; Sean O’Pry, líder entre los varones, 1,5 millones.

«La superdelgadez es muy apreciada en Asia. Puedes ganar 20.000 euros al mes si curras 16 horas al día toda la semana»

Durante la última década, Francia, España, Italia e Israel han implantado leyes que obligan a los modelos a presentar un certificado médico que los declare aptos para el trabajo. La ley francesa estipula que, a la hora de evaluar su estado de salud, «se prestará especial atención al índice de masa corporal». Allí, el representante de una agencia que no respete la regulación afronta multas de 75.000 euros e incluso penas de un año para quienes «empujen a otros a asumir una delgadez excesiva». En la mayoría de los países donde trabajan modelos, sin embargo, no existe legislación alguna que los proteja.

La industria es tan descomunal y está tan descentralizada que, para muchos, la única forma de proteger a sus miembros más jóvenes es la autorregulación. En Storm Models, una de las principales agencias, dicen ajustarse a las exigencias referentes a índices de masa corporal. «No tenemos ni hemos tenido modelos desnutridos asegura Cat Trathen, jefe de la división masculina . En todo caso, nos limitamos a suministrar lo que pide el cliente». Es decir, la pelota está en el tejado de editores y marcas. El director creativo de Ann Demeulemeester, Sébastien Meunier, rechaza toda responsabilidad. «No hacemos nada reprobable. Confeccionamos prendas decentes y aceptables dice . No veo dónde está el problema».

Valerie Steele, la directora del Fashion Institute of Technology, ve improbable que la industria se autorregule. «Todos echan balones fuera, dicen limitarse a cumplir órdenes de otros -denuncia-. Nadie está libre de culpa. Directores de casting, diseñadores y el público en general quieren ver modelos jóvenes, delgados y de raza blanca».

Edward Siddons
"estilo"