El salón
Aquí el color y el diseño se imponen. sofás Compact, de Charles Eames, en amarillo; sillones Heart Cone, de Verner Panton, en rojo; taburetes Artek, de Alvar Aalto, en azul… Dos grabados de Milton Glaser lo presiden todo.
La piscina
En la parte de atrás de la casa empieza un bosque. Justo ahí está la piscina, rodeada de árboles y con hamacas en tonos ácidos de Quinze and Milan.
El 'office'
Un aparador vintage en nogal y formica preside la zona de comer junto a la cocina. En la pared se entremezclan platos de diseño con auténticas joyas kitsch.
La zona de recreo
Las paredes pintadas de gris plomo, como en toda la casa, dan protagonismo al futbolín amarillo y a los pósteres de grupos de synth pop de los ochenta.
La cocina
Los muebles de palisandro son los originales restaurados. La pared, pintada de pizarra, se llena de mensajes.
El baño
Inspirado en el metro de su amada Nueva York, copia sus mismos azulejos blancos para revestir las paredes.
El rincón de lectura
Los juegos geométricos en blanco y negro de la alfombra combinan con el amarillo limón, que da coherencia a toda la casa.
Detalles con arte
La mayoría de los grabados que protagonizan las paredes son obras clásicas de grandes diseñadores gráficos.
La sala de juegos
Una mesa pensada para pasar horas disputando una partida de tablero y una vitrina que resguarda la colec-ción de tesoros de Shellhammer: sus muñecos.
El dormitorio
Sobre la cama, la serie Drama!, del artista Trey Speegle. La cómoda de palisandro la compraron el Fab.com y los reposapies amarillos los hicieron a medida.
Charles Eames, Verner Panton, Alvar Aalto… Los grandes diseñadores del siglo XX y el color reinan en este refugio a las afueras de Nueva York. Por Cristina Uranga / Fotos: Trevor Tondro
No todos los empresarios digitales visten vaqueros, camisetas y zapatillas blancas. Ni conducen Prius. Algunos, como Bradford Shellhammer -padre de las multimillonarias webs Fab.com, Bezar y Queerty y actual responsable de Global Engagement en eBay-, se saltan a la torera todas las normas no escritas sobre el negocio: viste ropa de diseño de colores vibrantes y ha establecido su sede de operaciones muy lejos de Silicon Valley, en el centro de Nueva York.
Un espacio anodino se transformó en un homenaje a la energía vital
Por eso su retiro de fin de semana, una casa en el bosque al norte del Estado, con estructura de madera de los años sesenta y cierto espíritu midcentury, está a menos de hora y media de su residencia habitual en el barrio de Chelsea. Para poder escapar del fragor de Manhattan con su pareja desde hace diez años, el financiero Georgi Balinov. Eso sí, como mandan los cánones de los tiempos que vivimos, la casa -un refugio de cazadores en Sparrowbush (Condado de Orange)- se la encontraron a la venta en Internet y antes siquiera de verla en persona ya sabían que iban a comprarla. «Nuestra idea era crear un espacio a nuestra medida donde compartir historias, diversión y tiempo de calidad con nuestros amigos. En Nueva York solo los ves durante un par de horas para cenar, tomar una copa o ir al teatro».
Pensando en convertirse en anfitriones veraniegos y ocasionales de su círculo de amistades, establecieron el mismo número de dormitorios que de baños al acometer la reforma. Y, además de un enorme salón con su propio bar y salida directa a una terraza colgante sobre la imponente naturaleza, convirtieron lo que hasta entonces era un sótano inacabado en una sala de juegos. Y construyeron una piscina en el patio trasero, justo donde empieza el bosque que abraza la propiedad.
La renovación la llevaron a cabo en apenas diez semanas y, al terminar las obras, lo que había sido un espacio anodino se transformó en un homenaje a la energía vital. «Para mí es esencial vivir rodeado de colores», asegura Shellhammer. Por eso los tonos primarios (rojos intensos, amarillos felices y azules potentes) se convierten en el hilo argumental de una decoración que parece sacada de un manual esencial de decoración del siglo XX. Hay piezas originales de los Eames, sillones de Verner Panton, mesitas nido de Josef Albers; y en las paredes, unificadas en un gris asfalto que hace destacar todavía más su exacerbada pasión cromática, obra gráfica original de Milton Glaser.
Pero no arrasaron con todo. Mantuvieron varios detalles originales de la casa. Como el panelado de madera en paredes y techos de la primera planta, los muebles de palisandro de la cocina y algunos de los trofeos de caza que se encontraron al llegar. Y una vitrina para guardar armas que ahora es su expositor de juguetes de coleccionista. Porque, como apunta Shellhammer, «a todo se le puede encontrar el lado lúdico».
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