Clase magistral de decoración
Charles Eames, Verner Panton, Alvar Aalto… Los grandes diseñadores del siglo XX y el color reinan en este refugio a las afueras de Nueva York. Por Cristina Uranga / Fotos: Trevor Tondro
No todos los empresarios digitales visten vaqueros, camisetas y zapatillas blancas. Ni conducen Prius. Algunos, como Bradford Shellhammer -padre de las multimillonarias webs Fab.com, Bezar y Queerty y actual responsable de Global Engagement en eBay-, se saltan a la torera todas las normas no escritas sobre el negocio: viste ropa de diseño de colores vibrantes y ha establecido su sede de operaciones muy lejos de Silicon Valley, en el centro de Nueva York.
Un espacio anodino se transformó en un homenaje a la energía vital
Por eso su retiro de fin de semana, una casa en el bosque al norte del Estado, con estructura de madera de los años sesenta y cierto espíritu midcentury, está a menos de hora y media de su residencia habitual en el barrio de Chelsea. Para poder escapar del fragor de Manhattan con su pareja desde hace diez años, el financiero Georgi Balinov. Eso sí, como mandan los cánones de los tiempos que vivimos, la casa -un refugio de cazadores en Sparrowbush (Condado de Orange)- se la encontraron a la venta en Internet y antes siquiera de verla en persona ya sabían que iban a comprarla. «Nuestra idea era crear un espacio a nuestra medida donde compartir historias, diversión y tiempo de calidad con nuestros amigos. En Nueva York solo los ves durante un par de horas para cenar, tomar una copa o ir al teatro».
Pensando en convertirse en anfitriones veraniegos y ocasionales de su círculo de amistades, establecieron el mismo número de dormitorios que de baños al acometer la reforma. Y, además de un enorme salón con su propio bar y salida directa a una terraza colgante sobre la imponente naturaleza, convirtieron lo que hasta entonces era un sótano inacabado en una sala de juegos. Y construyeron una piscina en el patio trasero, justo donde empieza el bosque que abraza la propiedad.
La renovación la llevaron a cabo en apenas diez semanas y, al terminar las obras, lo que había sido un espacio anodino se transformó en un homenaje a la energía vital. «Para mí es esencial vivir rodeado de colores», asegura Shellhammer. Por eso los tonos primarios (rojos intensos, amarillos felices y azules potentes) se convierten en el hilo argumental de una decoración que parece sacada de un manual esencial de decoración del siglo XX. Hay piezas originales de los Eames, sillones de Verner Panton, mesitas nido de Josef Albers; y en las paredes, unificadas en un gris asfalto que hace destacar todavía más su exacerbada pasión cromática, obra gráfica original de Milton Glaser.
Pero no arrasaron con todo. Mantuvieron varios detalles originales de la casa. Como el panelado de madera en paredes y techos de la primera planta, los muebles de palisandro de la cocina y algunos de los trofeos de caza que se encontraron al llegar. Y una vitrina para guardar armas que ahora es su expositor de juguetes de coleccionista. Porque, como apunta Shellhammer, «a todo se le puede encontrar el lado lúdico».