«En una fiesta de multimillonarios nunca deben faltar champán rosa, tías buenas y un superyate». Lo dice Nicholas Frankl, antiguo deportista olímpico más conocido como Mr. Mónaco, el hombre que organiza los eventos que ningún famoso quiere perderse. Hablamos con él en su centro de operaciones: Montecarlo. Por Charlotte Edwards / The Times Magazine

Mr. Mónaco. este es el seudónimo de Nicholas Frankl, un hombre que se autodefine por su agenda o más bien por lo que hay en ella: un importante número de «personas de valor neto ultraalto», es decir, nobles, actores, famosos, deportistas. En resumen, «personas que han alcanzado un éxito extraordinario». Es anfitrión de fiestas, relaciones públicas y ‘apañador’ en general en este enclave para multimillonarios que es Montecarlo.

¿Quién iba a decir que los multimillonarios necesitasen ayuda para conocer gente? Pues sí. «No solo les gusta estar con personas como ellos, también buscan capitalizar sus conexiones. Y confían en mí. Yo puedo conectarlos de forma fácil y rápida. Sé lo que les gusta y a quién le va cada cosa. Se trata de poner en contacto a triunfadores afines». Mr. Mónaco es un «conector global».

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Mr. mónaco y amigos
Nicholas Frankl con los príncipes de Mónaco y la modelo Petra Nemcova en una fiesta

Y conecta organizando eventos en superyates fletados aquí, en Mónaco, y en Art Basel, Miami Beach y lugares similares. Los invitados pagan 16.000 euros por pareja por asistir a la fiesta y consumir kilos de caviar y litros de champán rosa. Una de esas fiestas tiene lugar cada año en el Kennedy Quay con vistas a la pista de Fórmula 1 durante la celebración del Gran Premio de Montecarlo. Nos cuenta que hay 15 muelles «exclusivos» que cuestan 40.000 euros a la semana. «Organizarlo supone una inversión del orden de medio millón». El ‘valor neto’ combinado de los invitados, me dice después, puede sumar «más de 100.000 millones de dólares».

El Señor Mónaco insiste en que estar cerca de tanta riqueza no le ha cambiado. Hace una mueca burlesca de timidez cuando le pregunto si es millonario. Tiene un «pequeño apartamento» en Mónaco, pero me dice que, para vivir ahí, hay que tener una cantidad de dinero importante en una cuenta bancaria: entre 300.000 y un millón de euros.

Fan de Steve Mcqueen

Frankl, de 45 años, se ofrece a mostrarme su negocio. Y para ello nada mejor que pasar un rato a bordo de su superyate. Mi primera impresión es que todos los hombres de Mónaco quieren ser Steve McQueen. Y Frankl no es una excepción. Se desplaza por el vestíbulo del hotel donde hemos quedado con gafas de sol de Persol: Steve McQueen edición 714. «McQueen es uno de mis grandes héroes. La suya es la única imagen que llevaría en una camiseta», asegura.

Los barcos, dice, favorecen el trato entre poderosos porque hay que descalzarse. «Quitarse los zapatos rebaja el ego»

Mr. Mónaco acaba de estar en Hong Kong, Cannes y Los Ángeles. Y al hablar de sus viajes reparte críticas. Cannes está «muy ramplona últimamente». No le gusta Londres. «Está sucio. Huele mal». Ni Mustique, en el Caribe. «Si no eres el mejor amigo de Mick Jagger, no puedes codearte con la gente guapa». Gstaad es «aburrido». Phuket, en Tailandia, «horroroso, horroroso». Puede parecer glamuroso viajar tanto, prosigue, pero hace que tener novia sea complicado. «Y aún no he conocido a nadie que me parezca tan extraordinaria que quiera llevármela conmigo volando por el mundo».

Su relación más larga duró tres años y medio. Aunque añade que la mayoría de sus amigos están divorciados. «Todos dicen que no me case, que tengo una vida estupenda, que no firme ese papel». Me explica cuál es su tipo de mujer. «Por desgracia, me siento atraído por la típica modelo de piernas largas. Eso está bien a corto plazo, pero no es muy gratificante a largo. Las modelos y actrices me parecen inseguras. Pero una mujer que ha elegido ser abogada o médica pudiendo haber sido modelo demuestra que sabe elegir». Ahora se cita con veinteañeras y otras «algo» mayores. «Si quiero sentar la cabeza, estaría bien encontrar alguien de 30».

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Aforo limitado
Frankl no admite en sus fiestas a más de 120 personas. «La sensación de intimidad es crucial», asegura

La lancha acelera. «Ese yate es de un oligarca ruso. Es el más grande del mundo». Su saber enciclopédico en superyates y cochazos lo ha amasado durante toda una vida asociada a la Fórmula 1. Durante 27 años «consecutivos» ha residido en Mónaco. Su padre, Andrew, vivió allí 52. Andrew Frankl era un refugiado húngaro que se dedicó a la prensa deportiva. Por eso Nicholas creció «en los pits y paddocks» durante la época dorada del automovilismo, antes de que los pilotos estuvieran pertrechados tras los relaciones públicas, recuerda. «La Fórmula 1 no es tan emocionante como antes. Ahora es más corporativa, más regulada, con mucha menos ostentación y menos carisma de los pilotos. Pero así es el mundo actual: todo es corrección política».

«La Fórmula 1 ya no es tan emocionante. Hay menos ostentación y pilotos con menos carisma. Todo es corrección política»

Frankl pasó una temporada de comentarista radiofónico, pero en 1996 comenzó a gestionar el patrocinio de la marca de joyas y relojes de lujo Asprey para un equipo de F-1. A través de ese trabajo conoció a «gente excepcional y, por supuesto, rica. Solo tenía 25 años». Su agenda engordó con personajes que iban desde empresarios digitales hasta aristócratas.

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Compitiendo en bobsleigh con el equipo húngaro

«En el año 2000 empecé a ser conocido como Mr. Mónaco. Me llamaban para pedirme ayuda si querían acudir al Gran Premio de Mónaco. Y yo respondía: por supuesto. Descubrí que el mejor lugar para disfrutar de la carrera eran los superyates. Todo el mundo quiere subirse a un superyate».

Lo más curioso de su currículum es que, aunque no dejó de ser Mr. Mónaco, se fue a Hungría a aprender bobsleigh y acabó clasificándose para las Olimpiadas de 1994, 1998 y 2002 con el equipo húngaro, un gran motivo de orgullo. «Se es olímpico para toda la vida. Se conservan los ideales y comportamiento que siempre se deben honrar». El príncipe Alberto sobresalió en ese mismo deporte. Aparentemente, al monarca no hay nada que le guste más que ir al pub con sus compañeros de bobsleigh. Aun así, Frankl lo llama «su alteza». Dice que «ha hecho un trabajo fantástico» desde que es jefe de Estado. «Antes, la gente venía aquí a jubilarse. Él ha atraído a gente joven que quiere trabajar».

La élite global

La habilidad de Frankl para abrirse un hueco en los negocios es, según él, lograr que los ricos se sientan «cómodos». Y así nació My Yacht, su empresa. El Gran Premio de Mónaco ya solo es una de las muchas fiestas que organiza cada año. Aun así, me cuesta entender por qué los multimillonarios necesitan un «conector global» como Frankl. Me repite que es porque él conoce gente interesante. una «élite global». Va desde actores de Hollywood (Gerard Butler, Christian Slater y Matt LeBlanc han asistido a sus fiestas) hasta «olímpicos, astronautas, políticos…». Y luego está la aristocracia.

«Las mujeres con títulos se las dan de importantes y se presentan sin ser invitadas. ¿Por qué? ¡Porque están buscando marido!»

Afirma que los barcos son grandes niveladores de egos porque hay que quitarse los zapatos para no estropear la cubierta de madera. «Quitarse los zapatos rebaja el ego… literalmente -asegura-. Quiero que todos se lo pasen bien. Y si alguien no es capaz de pasarlo bien, no tiene sentido del humor y no aguanta un chiste, ya se puede largar. Que se vaya a otra fiesta. No me van los aires de grandeza».

¿Se las ha dado alguien ‘de importante’ con él? «Sí, la verdad. Las mujeres con títulos. Se presentan sin estar invitadas. Para ellas, mi fiesta es una divisa social importante». ¿Por qué? Le sorprende que no lo sepa. «¡Porque están buscando marido! Me están llegando mensajes ahora mismo». Eleva el teléfono y lee. «’¿Te acuerdas de mí? Llego hoy. ¿Tienes una fiesta?’».

¿Así que a los hombres se los escoge por su riqueza y a las mujeres por su aspecto físico? [Se ríe]. «No es solo la imagen. No hay nada peor que una muñequita guapa sin conversación. ¿De qué sirve? Existe un espacio finito a bordo y queremos mantener alta la calidad».

estilo, nicholas frankl, mr monaco, fiestas, millonario, xlsemanalFrankl con la top Sanja Papic. Aunque está soltero, reconoce sentirse atraído por «las modelos de piernas largas»

¿Los invitados esperan que invite a mujeres bonitas? «Sí, hay multimillonarios que vienen cuando saben que hay alguna tía buena. El mundo no cambia solo por estar en un superyate. No es diferente de ningún club privado, discoteca, pub, ¿no? Para bailar tango hacen falta dos. Las mujeres también vienen porque quieren ver hombres atractivos. Y, entre ellos, hay dos clases: los hombres atractivos y las carteras atractivas. Algunos hombres se vuelven más atractivos cuando se apoyan en su cartera. Les hace más altos».

Le comento que plantea las relaciones solo en términos comerciales. «Siempre ha sido así -insiste-. Antes se pagaba con la dote a los hombres para que se llevaran a las mujeres. No ha cambiado. Un acuerdo matrimonial es un acuerdo, un contrato financiero. Sí, el amor es maravilloso, pero la mayoría de los matrimonios acaba en divorcio».

Frankl tiene muy claro el valor del dinero. Para explicarlo, cita la serie de televisión Billions: «El protagonista dijo una frase esclarecedora: ‘Déjeme que le explique qué es ser multimillonario. Es entrar en una habitación llena de hombres y ser la tía más buena con las tetas más grandes. Todos quieren un trocito de ti’».

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