Robert Redford anunció a los 81 años que se retiraba de las pantallas con ‘Old Man and the Gun’. Para entender mejor al actor -el último galán de Hollywood- te damos cinco claves sobre su vida
1.LA FALTA DE PUNTUALIDAD
Tiene fama de absoluto impuntual. Su amigo Paul Newman cierta vez se lo reprochó de forma indirecta regalándole un cojín con la leyenda bordada: «La puntualidad es la más sana de las costumbres», pero Redford no le hizo caso. Y fue una suerte: el 11 de septiembre de 2001, Robert Redford tenía billete reservado en el vuelo 93, pero al final perdió el avión.
2.EL COLOR DE SU PELO
El tono rojizo de su cabello nada tiene que ver con el rubio de su juventud. Todo el mundo da por sentado que se tiñe, pero él lo niega: «No tengo la culpa de que mi pelo no se vuelva gris», protesta. Sus propios hijos le hacen bromas. «Un día íbamos en coche y Amy, mi hija menor, va y le suelta a Billy: ‘Billy, ¿por qué no le dices a papá que deje de teñirse ya?’. ‘¿Cómo?’, dije yo. Y ellos: ‘Venga, papá, sabemos que te tiñes…’. ‘Chavales, nada de eso’, contesté. He tenido que convencer hasta a mis hijos».
3.MEDIOAMBIENTE: UNA OBSESIÓN
En su hogar de Utah hace un frío polar, pero Redford mantiene su casa a unas gélidas temperaturas interiores, y todo por su inquietud por el medioambiente. Redford gusta de llevar una vida dura, como un pionero de la frontera.
4.LA VIEJA RIVALIDAD
Redford siempre batallaba con sus coprotagonistas femeninas para disfrutar de la mejor iluminación y los mejores ángulos de cámara. Glenn Close, en su momento, se quejó de que durante el rodaje de El mejor las maquilladoras y peluqueras empleaban más tiempo en acicalarlo a él que a ella o a Kim Basinger, aunque el ejemplo más conocido es su disputa con Barbra Streisand durante la filmación de Tal como éramos según se dice, ambos insistían por igual en ser fotografiados desde la derecha
5. SU ESPOSA Y SU BODA
Bylle, su segunda esposa, es 20 años más joven que él. Se conocieron en Sundance en 1995 y se casaron en 2009. Según explica, «la credibilidad de una mujer en mi país está en función de su estado civil. Empecé a darme cuenta de que, si salíamos juntos, la gente no le prestaba mucha atención ni le hacía mucho caso, lo que era molesto para los dos. Era una cuestión de dignidad personal. Me dije que, si nos casábamos, la gente la miraría con más respeto».