¿Necesitas un bronceado con espray inmediato? ¿O que te hagan un ‘brushing’? Algunos de los hombres y mujeres más ricos del planeta hacen que un equipo de  esteticistas y estilistas recorra medio mundo si necesitan unos retoques. Hablamos con las jefas del negocio. Por Hilary Rose / Fotos: Getty Images 

Supongamos que te sobra el dinero y que te encuentras en un hotel de cinco estrellas en Roma. Son las diez de la noche y quieres un masaje, pero los esteticistas del establecimiento no terminan de convencerte. ¿Qué es lo que haces? Telefonear a Charlie McCorry. «El cliente me pidió que fuera cuanto antes con una masajista, pero no encontré vuelo y él no tenía avión privado. Me dijo que no me preocupara, que contrataría uno de alquiler». Y esa noche las dos mujeres salieron de Londres. Se quedaron cuatro días y el coste de sus servicios -avión incluido- salió por más de 22.500 euros. Por un masaje.

estilista de los famosos

Con solo 31 años, la empresaria Charlie McCorry ofrece tratamientos de lujo a celebrities, multimillonarios e incluso familias reales.

Si todo esto te parece disparatado, espera, que hay más. Estás en tu casa en Australia preparando una gran cena para celebrar tu compromiso de matrimonio. Necesitas que te apliquen un bronceado con espray. Está claro que allí hay muchos profesionales que te podrían atender, pero una amiga te ha contado que los mejores son los del equipo de McCorry en Londres. Haces que uno de ellos vuele a Sídney en primera clase y te convences de que el desembolso de 25.000 euros merece la pena.

Una propina de 10.000 euros

Para McCorry es el pan de cada día. Creó la elitista división Black Label de su compañía, Perfect 10, precisamente porque en el mundo hay muchas personas forradas que quieren recibir un masaje en mitad de la noche o un bronceado con aerosol en la otra punta del mundo.

Es un negocio en alza: tiene 460 empleados en Londres y equipos repartidos por todo el mundo

Al principio, su empresa funcionaba como un servicio de belleza a domicilio para clientes de todo tipo en horario de oficina. Hasta que, hace cuatro años, McCorry se fijó en que cada vez le llegaban más encargos «que no eran muy normales»: citas a horas intempestivas, peticiones de una esteticista que pudiera dedicar seis meses enteros a un solo cliente. De manera que Charlie, de 31 años, hoy se dedica a realzar la belleza de multimillonarios, celebrities y ricos a secas. El resultado. McCorry ha llegado a recibir una propina de 10.000 euros después de una semana de trabajo. «Trabajé duro y no dormí demasiado -recuerda-. Pero, la verdad, tampoco me hernié».

Una hora cepillando el pelo de una niña

«Los clientes más problemáticos no son los más famosos, los actores de Hollywood -explica Charlie-. Los más complicaditos son los megamultimillonarios. Les inquieta la posibilidad de que alguien se cuele en su hogar y los secuestren para exigir un rescate. He viajado acompañando a personas cuyo nombre nadie conoce, y ni antes ni después he visto tanto dinero y tantas medidas de seguridad. Es otro mundo».

«Los clientes más problemáticos no son los actores de Hollywood. «Los más complicaditos son los megamultimillonarios, siempre preocupados por su seguridad», afirma Charlie McCorry

Actualmente, McCorry delega la mayor parte del trabajo. Tiene 490 especialistas en Londres, así como distintos equipos repartidos por el mundo, ya sea en Los Ángeles o en Mónaco, en Nueva York o en Singapur. El grueso de su clientela procede de Oriente Medio y lo que más suelen pedirle son peinados con secador. «Tengo la impresión de que ya nadie se lava el cabello por su cuenta -indica-. Quieren un peinado con secador diariamente, dos veces al día…».

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Una de estas sesiones a domicilio sale por 107 euros. Pero, en su gran mayoría, estas personas no se conforman con un simple peinado. Lo que quieren es un paquete de tratamientos que cuesta 1125 euros al día, sin incluir gastos de viaje y alojamiento. En cierta ocasión, a una de sus peluqueras le indicaron que cepillase los cabellos de una niña pequeña durante una hora seguida.

Seis meses en un yate, 220.000 euros

McCorry tiene también cuatro de sus profesionales en Mallorca: dos de ellas atienden a los clientes en la isla y las otras dos están para atender a los visitantes que vienen en yates privados. Hace poco, siete personas que venían de Singapur contrataron a una terapeuta para que las acompañara durante seis meses, mientras daban la vuelta al mundo en un yate con capacidad para 100 personas. El coste de sus servicios: casi 220.000 euros.

«Tengo la impresión de que ya nadie se lava el pelo por su cuenta», dice McCorry

Las tres cuartas partes de sus clientes son varones. Sí, es posible que sus mujeres e hijas también recurran a sus servicios, explica Charlie, pero los hombres lo quieren todo: masajes, manicuras, pedicuras, tratamientos faciales e incluso teñidos de pestañas. Algunos padres han contratado a terapeutas para que hagan masajes a sus hijos estresados por los exámenes del cole, y gran parte de la clientela está formada por millennials, muchos de ellos originarios de Malasia, Singapur y Hong Kong.

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Melania Trump

Cierta vez, McCorry formó parte de un equipo al servicio de un hombre muy rico que estaba haciendo heliesquí en Aspen. Todos iban con walkie-talkies y el de ella de pronto cobró vida. Según le dijeron, tenía que subir a lo alto de la montaña inmediatamente. El cliente tenía un calambre muscular y necesitaba un masaje. Charlie protestó. Sabía esquiar, pero no fuera de la pista, y menos aún lanzándose desde un helicóptero. El otro se puso a chillar. Charlie rompió a llorar. Finalmente llegó al lugar indicado, llorosa y amarrada a un guía, temblorosa por el miedo. El cliente se echó a reír. Todo había sido una broma, ideada para poner a prueba su capacidad como esquiadora.

Diez maquilladoras de guardia permanente

Amanda Harrington, de 39 años, también conoce bien este mundo. En 2004 fundó InParlour, un servicio de belleza a domicilio. Al igual que McCorry, Harrington tiene como clientes a los ricos y famosos que no pueden o no quieren maquillarse, secarse el cabello o pintarse las uñas por su cuenta.

Las tres cuartas partes de sus clientes son varones que contratan masajes, faciales e incluso teñidos de pestañas

«Es un poco raro, pero con el tiempo se vuelve normal, y hasta adictivo -explica-. Una vez que te acostumbras, si tienes el dinero para pagarlo, ya ni piensas en hacer las cosas de otra manera. Amanda cobra 1000 euros -IVA aparte- por jornada de trabajo y, si lo que quieres es que te envíe a alguien para que esté contigo en tu yate en Saint-Tropez durante un mes entero, la ‘broma’ va a salirte por unos 40.000 euros.

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Cate Blanchett

La mayor parte de sus clientes son mujeres de treinta y tantos años. A veces se trata de jefas de empresa que desean tener un aspecto impecable durante la próxima reunión del consejo de administración, otras veces son mujeres con intensa vida social que quieren un bronceado con espray «porque así se sienten mejor, por pura cuestión psicológica. O porque, luciendo moreno, pueden vestir una tercera parte más de su fondo de armario durante todo el año».

Una familia real pidió a MCcorry que montara un gimnasio en un hotel exclusivamente para ellos: fueron un día

«En Italia contrataron a 40 de nuestras profesionales para una fiesta de un fin de semana -explica-. Últimamente nos están llegando muchas celebraciones en Saint-Tropez. Muchos de nuestros clientes estadounidenses vienen a Europa y celebran fiestas a bordo de sus barcos. El encargo más caro fue una estancia de una semana en Grecia. Nos pidieron diez peluqueras y maquilladoras de guardia permanente. La factura subió a unas 75.000 libras».

Montar un gimnasio para usarlo una vez

En lo referente a niveles inusitados de despilfarro, resulta difícil superar a una familia real que cierta vez alquiló un hotel entero de Marruecos para sus vacaciones. Uno de los miembros decidió que quería hacer ejercicio en un gimnasio con un entrenador personal. En el hotel no había ni lo uno ni lo otro, por lo que llamaron a Charlie McCorry. Esta sugirió que localizaran un gimnasio cercano, hablaran con la dirección e hicieran que lo cerrasen para su uso exclusivo. Le dijeron que no. Lo que ella tenía que hacer era comprar un conjunto completo de equipamiento de gimnasio y arreglárselas para que estuviera en Marruecos el martes.

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Convencieron al hotel para que vaciaran una sala que podía ser empleada como gimnasio y la carga llegó a Marruecos el primer día del Ramadán. Ninguno de los funcionarios de Aduanas trabajaba ese día, por lo que el equipo se quedó en un almacén. McCorry hizo las llamadas pertinentes, mencionó los nombres de sus ricos clientes y, algo más tarde, un funcionario se presentó y firmó los formularios indicados. Cuatro días después de la llamada, el gimnasio estaba listo para ser usado y el entrenador personal se encontraba en el hotel, contratado a razón de 1125 euros al día. Y bien, ¿cuántas veces fue al gimnasio el tan caprichosín miembro de la familia real? «Una -responde Charlie-. Y al final de las vacaciones me dijo que podíamos quedárnoslo, si queríamos». Se encoge de hombros y sonríe. «Todo muy normal, vaya».

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