Habla en femenino, pero se declara heterosexual y de pelo en pecho. Quizá por su tendencia a romper estereotipos y por lucir melena, con canas incluidas, Pantene ha elegido a Mario Vaquerizo su primer embajador masculino. Por Raquel Peláez/ Fotografías: Hervás & Archer
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Mario Vaquerizo no se corta un pelo. Se considera «un marciano que vive de muchas influencias, desde lo más estándar a lo más moderno». No entiende el modelo de pareja abierta y lo mismo se sube a una carroza el Día del Orgullo Gay que reza por las noches y va a misa los domingos. La fama le encanta «en el sentido warholiano», dice. Aunque lo suyo ha rebasado ya con creces los quince minutos de gloria. Y todo eso en medio de una crisis por causa de una artrosis degenerativa que lo ha tenido fuera de sí durante los últimos meses. Hablamos con el nuevo chico Pantene.
XLSemanal. ¿Cómo se encuentra?
Mario Vaquerizo. Bien, mejor. No se trata de una enfermedad grave, pero verte impedido de la noche a la mañana es terrible. Ahora ya estoy recuperándome gracias al fisioterapeuta, pero dejé de ser yo. Y como me gusto mucho a mí mismo, porque me considero una persona muy feliz, lo he pasado fatal.
XL. Dice Alaska que es usted un paciente muy malo…
M.V. Ella ha sufrido mucho, lo sé, porque no soy el Mario que está acostumbrada a ver. Tener que depender de los demás es terrible y te cambia el humor. Ahora ya puedo mover el brazo y peinarme, pero me tenían que secar el pelo entre mi mujer y la chica que trabaja con nosotros. No tienes ganas de nada, ni de trabajar ni de reírte ni de follar… Y más en una persona como yo: que soy un despropósito, que vivo en el paroxismo. Pero al final sale el instinto de supervivencia. Y encima Pantene me elige como su primer embajador masculino.
«Estoy a favor de expresar lo que quieres. Igual que la manifestación en Colón. ¿Quién soy yo para decir que no la hagan?»
XL. Claro que sí, donde hay pelo hay alegría…
M.V. Y, si no, te haces un tratamiento, como muchos amigos míos [se ríe]. Para mí ha sido un ejercicio de autoafirmación. Creo que la estética es muy importante, pero no todo el mundo lo reconoce y me jode. Desde pequeño, siempre quise tener el pelo largo porque todos mis ídolos lo llevaban así: el tito Lemmy, de Motörhead; Tommy Lee; los Ramones… Y lo he acabado consiguiendo. Y una vez que tienes el pelo largo, te lo tienes que cuidar.
XL. ¿Hemos superado ya aquello de que cuidarse no es compatible con ser un hombre de pelo en pecho?
M.V. Pues claro, como el grupo Kiss, que están guapísimos con esos petos y todo su pelo. Yo vengo de ahí, de esa cultura musical y estética. Y añado: que tú puedes ser muy hombre en el sentido más heterosexual de la palabra y a la vez tener amaneramiento.
XL. Cómo le gusta a usted lo de romper estereotipos…
M.V. Pero si yo no hago nada, solo me muestro tal cual soy. Cuando tengo que hablar en femenino lo hago, porque me he criado en un matriarcado y se me ha quedado impregnada esa forma de expresarme. Además, todo el núcleo en el que me muevo son maricones, así que yo me adapto y ya está. Pero después soy heterosexual, aunque la gente lo dude, cosa que me da igual.
XL. ¿Qué le decía su familia cuando le veían con tacones y ojos ahumados?
M.V. Recuerdo que en 2005, cuando formamos el grupo de las Nancys Rubias, mi madre estaba muy contenta porque yo ya tenía mi casa, me había casado con mi mujer y había empezado como representante de Elsa Pataky. Pero aun así me decía: «Ay, niño, con lo bien que te va, no te pongas esas cosas». Así que tuve que educarlos y explicarles que no pasa nada. Y ahora están encantados.
XL. Donde no tiene pelos es en la lengua… ¿Cuál ha sido el peor de los charcos en el que se ha metido?
M.V. Me meto en charcos constantemente. Hubo uno relacionado con el acoso sexual, pero no me arrepiento. Dije que, cuando eso ocurre, no hay que callarse, pero le dieron la vuelta. ¿Cómo voy a estar yo a favor del acoso? Si lo vivo constantemente, si siempre se está cuestionando mi identidad sexual, un acoso por ser diferente. Lo que estoy diciendo es que no te calles, ¡denuncia! Y no pases por cosas que son denigrantes para ti. Hay que ser dueña de tu vida. Si tú eres adulto, tienes que asumir todo lo que haces. Yo creo en la igualdad, pero también en la individualidad.
XL. Lo dice usted justo la semana de la huelga feminista.
M.V. Reconozco que yo vivo en una burbuja, porque en mi mundo eso ya está superado, pero agradezco que haya esa visibilidad, como cuando yo me subo a una carroza con los maricones. Estoy a favor de todo tipo de manifestación que te permita expresar lo que quieres transmitir. Igual que la que hubo en Colón. ¿Quién soy yo para decir que no la hagan? Me voy a convertir yo en los mismos que criticaban el Orgullo Gay? No. Quiero la libertad de expresión. Y con respeto y educación se puede decir todo. Yo no condeno a nadie, porque a mí tampoco me gusta que me condenen por mi forma de vida. Aunque en el fondo es la más estándar del mundo.
XL. Incluso va a misa.
M.V. Pues claro. Lo que pasa es que la gente es muy prejuiciosa. Voy a misa y comulgo porque me hace sentir muy bien. También es cierto que hay determinados dogmas de la Iglesia que no sigo. Tengo un sentido de la espiritualidad muy desarrollado y tengo la suerte de compartirlo con Olvido. De hecho, rezo todas las noches. Pero no por una cuestión de imposición ni de educación. Mi hermana pasa de misa y se ha educado en el mismo ámbito. No le interesa nada y, cuando me pregunta que dónde voy yo ahí, siempre le contesto: «¡Deja que yo haga lo que me salga del mismísimo coño!». Soy un maricón muy raro, pero me encanta ser así.
«La enfermedad que tengo no es grave, pero verte impedido es terrible. Olvido ha sufrido muchísimo, lo sé»
XL. Aunque eso le haya llevado incluso a sufrir bullying.
M.V. No quiero contarlo como un drama, porque aquello se terminó cuando se enteró mi padre. Me tiraban piedras por la calle y me llamaban ‘maricón’, pero mi hermana Marta se chivó porque a mí me daba vergüenza. ¿Y qué hicieron mi padre y mi hermano? Fueron allí y le dijeron: «Como le sigas insultando, te vas a cagar». Y así se pasó. Después, me di cuenta de que todos esos que me llamaban ‘maricón’ estaban en los cuartos oscuros.
XL. ¿Qué más nos sorprendería saber de usted?
M.V. Que soy una persona muy germánica, a niveles ya esquizofrénicos. Soy ordenado, disciplinado, tradicional y tengo una capacidad de sacrificio muy grande. ¡Soy muy poliédrica! [Se ríe]. Soy una feria, como cantaba Gracia Montes. Eso resume mi filosofía de vida: se puede ser una feria, pero también tener algo por dentro.
XL. Y ahora me dirá que habla inglés nivel bilingüe…
M.V. Noooo, ¡qué coño! Y es de lo que más me arrepiento porque, cuanto más sepas, más feliz vas a ser. Eso me cambia el carácter también. Cuando tengo que ir fuera con Fangoria, estoy callado y, claro, los productores me deben de considerar un tonto y pensar: «Como está con la cantante del grupo, es un enchufado».
«Las canas no son sinónimo de vejez»
- «Antes me teñía, pero un día me dejé las canas y me di cuenta de que a mi mujer le gustaba más. Además, mi padre tiene el pelo blanco desde que tenía 20 años, así que yo no veo las canas como sinónimo de vejez, sino como algo muy elegante», asegura Vaquerizo.
- «Mi pelo necesita mucha hidratación porque tiende a secarse y debilitarse con la edad. Por eso necesito productos con antioxidantes que lo revitalicen», termina.