Luanco, 1971. Soy actor a secas, ni cómico ni dramático. Me podéis ver en la serie ‘Estoy vivo’ (TVE) y, hasta el 10 de noviembre, en el Teatro Español, de Madrid, con ‘¿Quién es el señor Schmitt?’. Por Virginia Drake / Vídeo y foto: Javier Ocaña
XLSemanal. Se levanta el telón y suena el teléfono en casa de los señores de Carnero, que no tienen teléfono.
Javier Gutiérrez. Así es, esta obra empieza como un disparate. Es una comedia hilarante, con trazos de absurdo, que roza el thriller psicológico, y acaba como una gran tragedia griega.
XL. Preguntan por el señor Schmitt, en quien usted acaba convirtiéndose.
J.G. La obra habla sobre la identidad: quién creemos ser, quiénes somos y quiénes creen los demás que somos.
XL. Y, al final, ¿somos lo que parecemos?
J.G. No; no nos parecemos en nada a lo que somos. Mira en las redes: colgamos las fotos de la vida que queremos que los demás crean que vivimos.
XL. ¿Está mal dar nuestra mejor versión?
J.G. Siempre que uno no se engañe y sepa que esa no es la vida real que lleva.
XL. ¿El señor Schmitt nos enfrenta a nuestra propia realidad?
J.G. Es el antihéroe que se descuelga de ese pensamiento único; un antisistema que se rebela para no comulgar con una identidad que no es la suya.
XL. Y al que saca los pies del tiesto…
J.G. ¿En nuestra sociedad? Pues que existe la ley mordaza… En el mundo de la cultura ya lo hemos visto. Es un retroceso para la libertad de expresión.
XL. ¿Es leyenda urbana que a los políticos en general les importa poco la cultura?
J.G. No, y desprecian no solo la cultura, sino también al ciudadano. Que vayamos de nuevo a unas elecciones me parece una irresponsabilidad absoluta.
XL. ¿Es cierto que participó en una campaña del PP en Galicia?
J.G. Sí, pero no de forma ideológica [ríe]. Tenía 14 años y coloqué mil sillas en un mitin de Fraga, por llevarme un dinero absurdo con el que comprarme algo.
XL. En tiempo de redes, ¿resulta analógico ir a un patio de butacas?
J.G. En unos años, ir al cine será una delicatesen… Me da mucha tristeza: tengo una visión romántica del cine y me gusta verlo a oscuras y en gran pantalla.
XL. Nunca estuvo en paro, ¿un privilegiado?
J.G. Sí, aunque no lo he tenido fácil y he luchado duro desde abajo. Soy una hormiguita de esta profesión y, si no me llaman, me lo produzco yo: soy actor y el teatro es mi gasolina.
XL. ¿Y si Mateo -su hijo de diez años- le dice que quiere seguir sus pasos?
J.G. Pues me encantaría, pero le diría que es una profesión muy dura y muy cruel.
XL. ¿Javier Gutiérrez es lo que parece?
J.G. ¡Es que no sé lo que parezco! [Ríe].
XL. Un actorazo y muy buena gente.
J.G. ¡Nada! Yo tengo mis claroscuros y muy mala leche, como todo bajito.
Desayuno: en la ‘oficina’
«En el bar de abajo, que es mi segunda oficina: zumo de manzana, café con leche y un pincho de tortilla recién hecha, con un poco de pan tumaca».