No para. Va a estreno de película por mes, rueda una nueva serie, tiene seis millones de seguidores en las redes… Mario Casas es uno de los actores españoles más demandados y sin miedo a enfrentarse a ningún papel. Ahora, en ‘El practicante’, da vida a un psicópata. Y da miedo. Por Virginia Drake / Foto: Antón Goiri / Estilismo: José Herrera

Dice que le gustaría dirigir cine, pero su deseo de ponerse detrás de las cámaras tendrá que esperar mientras siga siendo uno de los actores más solicitados del cine español. Lo acabamos de ver en Hogar, junto con Javier Gutiérrez; el 16 de septiembre estrena El practicante; en octubre, No matarás; y acaba de terminar el rodaje de la serie El inocente.

El Mario Casas de esta entrevista protagoniza El practicante con su actual pareja, Déborah François, a la que conoció durante el rodaje y con la que mantiene frente a las cámaras una inquietante, enfermiza y terrorífica relación.

XLSemanal. En El practicante es usted un psicópata del que huir lo más lejos posible.

Mario Casas. Un regalo de personaje que no había hecho hasta ahora. Intento tirarme a la piscina con papeles muy distintos en lo físico y en lo emocional.

XL. Asegura que este ha sido el rodaje en el que más ha sufrido.

M.C. Sí, en esta ocasión he estado dos meses sentado en una silla de ruedas y el sufrimiento ha sido tan grande que perdí mucha masa muscular en las piernas. Cuando terminaba las catorce horas de rodaje, llegaba a casa y, por respeto a la gente que está en esa situación, quise meterme en su piel y seguí utilizando la silla de ruedas. Ha sido durísimo.

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Abrigo, de The Kooples; camiseta, de abanderado; y pantalones, de Dsquared2.

XL. Si salía a cenar con amigos, ¿también iba en silla?

M.C. Sí; pero solo salí dos veces, necesitaba vivir en mis carnes las dificultades tan grandes que tienen los que padecen este tipo de lesión.

XL. ¿Psíquicamente también se llevó el personaje a casa?

M.C. Sí. Durante esos dos meses, me esforcé por empatizar muy poco con los amigos y la familia. Un psiquiatra me enseñó a trabajar con los patrones de los psicópatas y me advirtió del peligro que suponía entrar en zonas tan oscuras, pero me arriesgué.

«Hay más psicópatas de lo que imaginas. Para el papel estudiamos a algunos empresarios y políticos»

XL. ¿Está seguro de haberse ‘limpiado’ bien al terminar?

M.C. Sí, sí; al terminar el rodaje, supe salir de ahí.

XL. Ahora reconocerá a un psicópata de lejos.

M.C. Más o menos, y hay más de los que imaginas [sonríe]. Entre los grandes empresarios y políticos que conocemos, muchos tienen rasgos psicopáticos muy claros, porque para llegar ahí arriba tienes que pisar y manipular a mucha gente sin ninguna empatía. De algunos muy concretos -no te voy a dar nombres- estudiamos su comportamiento y sus reacciones en vídeos, y el psiquiatra me enseñó a descubrir esos rasgos.

XL. Una curiosidad: ¿cuando rueda una escena de sexo y la actriz es su pareja en la vida real, también se mete en el personaje y se olvida de que es su pareja?

M.C. Las escenas de sexo siempre son muy desagradables porque tienes a treinta personas delante. Si son con tu pareja, pueden ser aún más incómodas.

XL. Una canción de Los Brincos marca el argumento de la película.

M.C. «Con un sorbito de champán» ha sido mi mood durante los meses de rodaje. La ponía a todas horas y la gente del equipo pensaba que me estaba volviendo realmente loco [ríe].

«Las escenas de sexo siempre son desagradables. Y si son con tu pareja pueden ser aún más incómodas»

XL. Quince años después de su debut, ¿sigue haciendo castings?

M.C. Sí, aunque mucho menos. Pero te diré que yo prefiero que, si me llaman Almodóvar o Bayona, me hagan primero un casting, porque verán cómo lo hago y la responsabilidad será compartida. Sin embargo, cuando te cogen directamente, tienes mucho más miedo a cagarla porque ellos están suponiendo que lo vas a hacer bien y, a lo peor, luego la cagas del todo.

XL. Actor de moda, soltero y con éxito, ¿se ha sentido acosado alguna vez?

M.C. Acosado es una palabra que suena muy fuerte. Me han perseguido mucho los paparazis, pero eso ha bajado porque, con las redes, nosotros mismos nos convertimos en reporteros y contamos nuestras vidas.

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Camiseta, de Abanderado; vaquero, de Sandro; y cazadora, de Dsquared2.

XL. Me refería al acoso sexual.

M.C. ¡Ahhh! [Ríe]. No, no; nunca. Siempre me lo he tomado con buen humor y no le he dado más importancia a esas cosas.

XL. ¿Le molesta si alguien, de pronto, le toca el trasero?

M.C. Mmmm… le diría que eso no se hace. A lo mejor cuando era más niño, cuando estaba con Tres metros sobre el cielo (película de 2010) en Málaga, pasaba una niña y me tocaba el culo; pero ese furor ha bajado un poco y siempre me lo he tomado con muy buen humor porque, si no, no hay forma de poder vivir esto. Si te pones a la contra de esto, es que tienes un grave problema contigo mismo y con el público.

XL. ¿Le agobia la popularidad?

M.C. No. Ahora, por la calle llevo gorra, mascarilla y cascos y, aun así, hay quien me reconoce por la voz [ríe], pero la gente se me acerca con mucho respeto. A los 25 años me afectaba más, incluso me asusté y lo pasaba mal.

«Acosado no me he sentido nunca. A lo mejor cuando era más crío pasaba una niña y me tocaba el culo, pero ese furor ha bajado. Y siempre me lo he tomado con humor»

XL. ¿Dónde pasó el confinamiento?

M.C. Me pilló en Barcelona, rodando El inocente; pero, a la semana, me pude venir a mi casa de Madrid. Lo pasé solo, con mi perrita Cora (un bóxer blanco), escribiendo, haciendo deporte y cocinando.

XL. ¿Y hablaba con el perro?

M.C. Claro, y con las plantas, a las que les ponía música porque les gusta mucho el jazz. Y todas las tardes, a las siete, tenía face time con mis amigos y con mi familia.

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Bomber y pantalón, de Salvatore Ferragamo.

XL. ¿Tiene muchos amigos?

M.C. No; tengo muy pocos, solo dos. Mis amigos son mis hermanos y mis padres, porque ellos son las personas en las que confío.

«Cuando eres joven, te enamoras, te desenamoras… Si tengo pareja, yo soy fiel, pero lo que no voy a hacer es perder el tiempo»

XL. Es el mayor de cinco hermanos y el que tira de todos: Christian, que ha estudiado Empresariales, le lleva las cuentas; Sheila es abogada y se encarga de sus contratos y asuntos judiciales; y Óscar es actor y juntos rodaron la serie El inocente. Y luego está el pequeño, Daniel, que solo tiene seis años.

M.C. Es normal, he sido el mayor y ellos han bebido del éxito que he tenido. Fui yo el que les pidió que me echaran una mano porque no estaba contento con los representantes que tenía. Cuando se lo pedí, me dijeron que «ni de coña», porque no se atrevían; pero los animé, llevamos tres años juntos y estoy más feliz que nunca. También una prima nos echa una mano con las redes sociales.

XL. ¿Su hermano Daniel es el juguete de la familia?

M.C. ¡Sííí! y podría ser mi hijo por lo guapo que es [ríe]. Es un muñeco con el que me gusta ir por la calle para que todo el mundo me vea con él: es una pasada de niño. Además, es muy listo y con una gran una inteligencia emocional.

XL. Con su madre también tiene una relación superestrecha.

M.C. Ella es mi psicóloga particular, mi terapeuta y mi psiquiatra [ríe].

XL. Ha dicho: «Mi padre es albañil, fontanero, carpintero… ¡es un currante!», ¿nunca pensó en retirarle del andamio?

M.C. Es que él nunca quiso que lo hiciera, no quería nada mío; siempre respetó mi espacio y siempre ha querido seguir con su trabajo.

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Abrigo, de The Kooples; camiseta, de Abanderado. y pantalón, de Dsquared2.

XL. Y en su casa no entra un fontanero, claro.

M.C. ¡No, claro!, ni en la mía ni en la de ninguno [ríe].

XL. Está claro que la mujer que se case con usted se tiene que casar con toda la familia.

M.C. Yo también procuraré ser uno más en la familia de ella [ríe]; pero yo tengo 34 años y tomo todas mis decisiones. En casa estamos todos muy unidos porque es la educación que nos han dado: la familia es mi filosofía.

«Tengo muy pocos amigos; solo dos. Mis amigos son mis hermanos y mis padres. La familia es mi filosofía»

XL. Sus padres han tenido cinco hijos, en este sentido usted no ha seguido sus pasos.

M.C. Mis padres son unos valientes, los dos. Y mi madre, a la edad que tuvo a Daniel [con 45 años; a Mario lo tuvo con 17], aún contaba con la necesidad de seguir dando vida. Respecto a mí, son otros tiempos, pero me encantará tener hijos porque es un sueño que quiero cumplir.

XL. Oiga, está claro que uno se enamora de las personas que trata y que es muy corriente que actores y actrices lo hagan cuando trabajan juntos. Usted ha tenido grandes historias que lo confirman.

M.C. Veo lógico que, en 15 años que llevo en esto, haya tenido una serie de parejas así. Al final, mi vida se desarrolla casi siempre en un set de rodaje.

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Casas da vida a Ángel en ‘El practicante’, un sociópata manipulador que sufre un accidente y convertirá en un infierno la vida de su novia, personaje que interpreta la actriz belga Déborah François, actual pareja de Casas.

XL. Pero al cabo de un tiempo los nuevos proyectos los distancian… ¿y entonces aparecerá una relación nueva con la siguiente película?

M.C. ¡Hombre! Eso intento no pensarlo porque, si lo pienso así, no vivo [ríe]. Yo intento disfrutar el momento y conocer a la gente. Cuando eres joven, te enamoras, te desenamoras; otras veces te enamoras de una mujer que no está enamorada de ti.

XL. ¿Le cuesta ser fiel?

M.C. No; cuando tengo pareja yo soy fiel a la persona con la que estoy. Si no, ¿para qué? Lo que no voy a hacer es perder el tiempo ni hacerle daño a esa persona. Yo no hago a los demás lo que no quiero que me hagan a mí.

«Me hubiese encantado tener un amor para toda la vida como el de mis padres, pero tengo 34 años y no ha podido ser…»

XL. ¿Le han roto el corazón muchas veces?

M.C. Sí, antes y ahora. Me han roto el corazón unas cuantas veces, como a todos; pero ahora mismo no [ríe].

XL. Sus padres, que se enamoraron siendo adolescentes y siguen juntos, ¿alucinan con su monogamia sucesiva?

M.C. No. Ellos entienden perfectamente que estamos en otros tiempos. Pero me hubiese encantado tener un amor para toda la vida como el de mis padres. Es algo fascinante, ellos tienen una compenetración que a mí me gustaría tener; pero tengo 34 años y no ha podido ser…

Foto apertura: cazadora de cuero, de Ikks; camisera, de American Vintage; y vaquero, de Dsquared2.

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