Durante décadas, el mundo de la moda no se interesó por las mujeres musulmanas. Ahora, su poder adquisitivo y las redes sociales las están convirtiendo en referentes del estilo. E incluso del feminismo. Ellas mismas nos lo cuentan. Por Christine Zerwes y Silke Wichert
Mujeres con turbantes y velos van de un lado a otro, colocan vestidos, disponen joyas y adornos sobre las mesas. Algunas llevan largas túnicas negras, otras lucen trajes pantalón de color amarillo acompañados por pintalabios de un rojo igual de intenso, o pañuelos estampados combinados con botas de estilo punk. Dentro de cinco minutos comienza la Modest Fashion Week en Londres, la semana de la moda dedicada a la ropa ‘recatada’. «¿Por qué todavía no están montadas las mamparas?», grita una mujer con gabardina.
Una melena color caramelo le cae en cascada sobre los hombros. En breve la cubrirá con un pañuelo de seda. Romanna Bint-Abubaker, de 34 años, es la fundadora y presidenta de Haute-Elan, una de las mayores tiendas on-line de la llamada ‘moda decente’. También es la creadora de un evento que este año ha celebrado su segunda edición y que ha contado con la presencia de diseñadoras y empresarias musulmanas y judías llegadas desde Nueva York o Malasia. «Hace tiempo que esto va mucho más allá de los simples negocios», dice.
El fenómeno de la modest fashion es una de las principales tendencias dentro del sector de la moda. Vestidos sin escotes pronunciados, pantalones que no se ciñen a las formas del cuerpo y, por supuesto, pañuelos y abayas.
‘Fashionistas’ y ‘mipsters’
Se calcula que, en el año 2015, las mujeres musulmanas se gastaron 44.000 millones de dólares en moda, tendencia que va al alza. Se trata de un mercado en rápido crecimiento, de un nicho de negocio enorme. Las recientes declaraciones del príncipe heredero saudí Mohamed bin Salman llamando a una relajación de las normas de vestimenta para las mujeres podrían alimentar aún más este cambio.
«Para la mayoría, islam y moda son de por sí una contradicción, lo opuesto a la modernidad», dice Reina Lewis, profesora de Estudios Culturales en el London College of Fashion y autora del libro Muslim fashion: contemporary style cultures. «Gracias a las redes sociales, muchas mujeres musulmanas se han dado cuenta de que no están solas en su pasión por los pañuelos bonitos, el maquillaje y los vestidos de colores». Incluso hay una palabra para definirlas: son mipsters, hipsters musulmanas.
«El sector de la moda está sobresexualizado», alegan para defender su estilo ‘recatado’
Mariah Idrissi es una de las muchas visitantes de la Fashion Week. Londinense de 25 años, fue una de las primeras mujeres que aparecieron cubiertas por un pañuelo en un anuncio de H&M, en 2015. «Muchos dijeron: estupendo, por fin una musulmana que se muestra en público. Pero otros me amenazaron con el juicio final», cuenta. Idrissi marca tendencia con lo que dice, hace y viste. La siguen 76.000 personas en Instagram.
Desde que tiene una faceta pública, es consciente de que llevar el hiyab -el pañuelo que cubre la cabeza y el pecho- se percibe siempre como una declaración política. Así se explica que muchos periodistas le pregunten qué piensa sobre las milicias terroristas del Estado Islámico: «La gente ve en las noticias a mujeres en Irán quemando sus hiyabs para liberarse y automáticamente piensan que todas las que llevan la cabeza cubierta están oprimidas». En su familia hay muchas mujeres que no llevarían el hiyab, pero también forma parte de su religión y su cultura no situar lo externo, la apariencia, en un primer plano.
Cuestión de respeto
Para las empresarias, blogueras y diseñadoras musulmanas, el panorama actual no podría ser mejor. «Es el momento ideal para sacar el poder femenino, también entre las musulmanas», dice Mariah Idrissi.
«Da igual que seas musulmana, cristiana o atea. A ninguna mujer le gusta ser reducida a su cuerpo», explican
«Me gustaría demostrarles a las chicas jóvenes que puedes lograr lo que quieres sin tener que doblegarte. Desde luego que no siempre es fácil». Una modelo sin hiyab consigue más contratos, eso seguro. Y por supuesto que hay marcas que no quieren trabajar con ellas. «Pero no es solo cosa de las musulmanas, sino de todas las mujeres», dice. «El sector de la moda está totalmente sobresexualizado». Hace poco, una amiga no musulmana le contó que durante una sesión de fotos tuvo que ponerse una camiseta blanca bajo la que se le marcaban los pezones. El fotógrafo le metió la mano debajo de la camiseta y se los apretó para que se endurecieran. «Da igual que seas musulmana, cristiana o atea, a nadie le gusta que la traten así», dice Idrissi. «Y para mí, eso también es parte de la modest fashion: no queremos ser reducidas a nuestro cuerpo, sino ser aplaudidas por nuestro estilo, por nuestra personalidad».
Algo más que moda
¿Quiere esto decir que la modest fashion es una especie de movimiento feminista? ¿O se trata solo de una moda pasajera que las marcas han puesto en marcha para ganar dinero? Reina Lewis, la experta en Estudios Culturales, se muestra optimista: «La imagen que ahora se tiene de las mujeres musulmanas y de su ropa es mucho más diferenciada que antes, y ya no tiene vuelta atrás. En buena medida, porque las consumidoras jóvenes, sobre todo, valoran que las marcas piensen de una forma inclusiva en lugar de excluyente», añade.
«Espero que mi blog cambie la percepción de quien siente repulsión por las mujeres que usan hiyab», dice Ascia
A sus 28 años, la kuwaití Ascia al-Faraj es un buen ejemplo de hasta qué punto han cambiado las cosas. ¡Qué indignación desató cuando lanzó su blog! Ella y su marido, Ahmad, acababan de casarse, llevaban el blog juntos. Una musulmana que se mostraba en público, que compartía fotos… aquello era inaudito. «Fueron tiempos difíciles, casi no nos atrevíamos a salir de casa. La gente nos escribía cosas horribles, insultaban a mi marido, le decían que cómo podía permitirle algo así a su mujer». A pesar de todo, Al-Faraj continuó con el blog. Hoy tiene su propia oficina en Kuwait y cuenta con más de dos millones de seguidores en Instagram, gente de Arabia Saudí, de Estados Unidos, Indonesia… A través de su cuenta de Instagram podemos acompañarla en sus viajes o comprobar lo bien que queda la sombra de ojos amarilla. Cuando está de vuelta en casa, sube vídeos de sus dos hijos.
Mujeres como Ascia no solo influyen en las decisiones de compra de las mujeres, sino también en lo que piensan y sienten otras musulmanas. Y la propia Ascia confía en que esto también puede cambiar la percepción que se tiene en Occidente. «Si una mujer del Medio Oeste de Estados Unidos, que siente miedo o repulsión por las mujeres con velo, ve mi blog y se da cuenta de que puedo llevar una vida totalmente normal, es probable que la próxima vez que se cruce por la calle con una mujer con hiyab la perciba de otra manera». Y si una joven musulmana ve a Ascia llevar adelante su vida de madre trabajadora con dos hijos y ve, además, que cuenta con el apoyo de su marido, quizá también empiece a hacerse unos planes de futuro más ambiciosos.
La diseñadora
Muna Khalif, de origen somalí-estadounidense, fue una de las primeras en diseñar moda accesible para la mujer musulmana moderna. La colección de debut presenta vestidos y abayas en tonos pastel, blanco total o colores muy vibrantes.
Entre bastidores
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