Las pasarelas recurren a encajes románticos, colores explosivos y prendas versátiles. Te contamos cómo combinarlos. Por Lola Fernández
Los accesorios se contagian del mismo impulso expansivo que experimenta el tamaño de bolsos y zapatos: son gigantes. Las enormes pulseras se llevan incluso de dos en dos y los pendientes parecen, directamente, esculturas. Es el momento de apostar por la acumulación y el exceso.
Los bolsos y las joyas se vuelven gigantes, las bermudas se convierten en la prenda estrella y el estampado que triunfa se inspira en la selva. Descubre cómo llevar las tendencias de la nueva temporada.
Las aberturas estratégicas van a invadir vestidos y tops, mostrando la piel de lugares habitualmente cubiertos (la cintura, el torso) o destacando zonas muy concretas (la clavícula, el escote). Cuidado, porque no se trata de una exhibición descarada, sino de subrayar con delicadeza.
El traje blanco de tres piezas, con chaleco incluido, es el look estrella de una temporada que continúa muy influida por los años setenta. Conforme suba el calor, puede ir desapareciendo la camisa.
Los estampados vegetales, sobre todo los que evocan la jungla o lo tropical, dominaron las colecciones de Versace, Marni o Valentino. Su propuesta no aboga por la discreción, sino que apuesta por vestir de selvático verde de pies a cabeza.
Todas las versiones del pantalón corto son protagonistas esta primavera, pero la prenda auténticamente viral serán las bermudas, defendidas por Chloé, Givenchy, Burberry o Max Mara. Funcionan especialmente bien si las entendemos como traje y las llevamos con la prescriptiva americana a juego.
Los colores neón dominan en las colecciones de Valentino, Balmain o Moschino en vaporosos vestidos XL o trajes de chaqueta y pantalón. Quien se atreva con las fluorescencias habrá de ser valiente. nada de limitarse a una prenda. La tendencia dicta flúor de cabeza a pies.
Toca olvidarse un poco de las zapatillas de deporte con suelas voluminosas y volver a estilos más femeninos, aunque en esa versión años setenta que sigue apostando
por las plataformas. Aún podremos sumar centímetros gracias a los mocasines con o sin tacón, los zuecos y las sandalias con grandes suelas.
Cualquier top se reduce esta temporada a su mínima expresión: el sujetador. Los veremos, lisos o estampados, de piel, de ganchillo o en tejidos satinados y lenceros. Importante: no conviene regatear la cantidad de tela conforme va subiendo la talla. Lo ideal es que cubran suficiente piel.
Continúa el gusto por la acumulación de bordados, encajes y volantes en volúmenes a veces francamente exagerados. Los vestidos blancos adornados con minuciosos calados que vimos en las grandes pasarelas llegarán a la moda rápida como una ola entre hippy (la de Isabel Marant, Etro o Alexander McQueen) y victoriana (como en Erdem o Valentino).
La onda expansiva del bolso estrella del invierno, el pouch de Bottega Veneta, llega a la primavera con una verdadera invasión de bolsos de mano tamaño gigante. Las versiones low cost se encuentran ya entre las más vendidas en las tiendas del ramo. Pese a lo fácil que es olvidarse de ellos, hacen furor.
Las prendas híbridas que permiten al menos dos usos se van abriendo hueco en los armarios. La novedad son gabardinas tan ligeras que se pueden llevar como vestidos (en Coach) o los vestidos-chaleco (Miu Miu), pero la prenda versátil que sigue triunfando es el vestido-blazer o la americana oversize que puede servir de vestido.
La mirada nostálgica a la década de los setenta deja muchas huellas en la tendencia de primavera-verano, pero ninguna tan práctica como el chaleco.
Lo veremos en versión mínima y boho, la favorita de la generación Kate Moss, pero también acolchados, de punto, cargo (con bolsillos), de piel o imitando a un blazer.