La planificación es el primer paso hacia el éxito: elegir el mejor momento del año, la distancia o la indumentaria. Te contamos los secretos para conseguir un «buen camino». Por María Corisco

 La mochila perfecta para hacer el Camino de Santiago

El Camino de Santiago está de moda. El año pasado 327.378 romeros se acercaron hasta la Oficina de Acogida al Peregrino de Santiago de Compostela, un 59 por ciento más que en 2004, Año Santo Compostelano. Aunque las motivaciones religiosas siguen muy presentes, en los últimos años el Camino ha tocado la fibra de peregrinos que buscan una experiencia si no mística, sí transformadora. Un viaje iniciático, como el que nos mostró Emilio Estévez en The Way, la película un tanto sensiblera que disparó desde 2010 las visitas de los norteamericanos (la cuarta nacionalidad en peregrinos).
Si queremos sumarnos, antes debemos tomar una serie de decisiones: en qué momento del año, qué camino, cuántos kilómetros, cuántas etapas… «El peor momento para hacerlo es la temporada alta (Semana Santa, julio y agosto, puentes largos…), por las masificaciones; también enero y febrero, por las bajas temperaturas», explica Dani Keral, fisioterapeuta y con tres Caminos en sus botas.

Toma de decisiones

No es necesario hacer todo el Camino del tirón. «Una buena opción es hacer el primer año los 100 kilómetros que se necesitan para conseguir la Compostela», explica Sandra Márquez, profesora, que lleva cinco años dedicando una semana de sus vacaciones al Camino. Es la opción favorita de los españoles; los extranjeros -recorren el Camino peregrinos de 180 nacionalidades- apuestan mayoritariamente por arrancar desde Roncesvalles.

Santiago de Compostela, SPAIN: Pilgrims rest in Obradoiro Square, by the entrance to the mediaeval cathedral of Santiago de Compostela, 21 July 2006. The Portico as well as other parts of the cathedral will undergo extensive restoration over the next 6 years to maintain one of Western Europe's most beautiful mediaeval artefacts. AFP PHOTO/ Miguel RIOPA (Photo credit should read MIGUEL RIOPA/AFP/Getty Images)

Para conseguir el diploma, se deben haber completado los últimos 100 kilómetros a pie o 200 en bicicleta

Muy importante es planificar las distancias. «Por regla general, lo recomendable es hacerlas de entre 20 y 30 kilómetros -explica Keral-. Pero el mejor consejo que puedo dar es el de contar con tiempo extra para recurrir a él en caso de ampollas, tendinitis, sobrecargas… Deberíamos reservar un día ‘comodín’ para utilizarlo».

En 2018, más de 60.000 peregrinos mayores de 60 años recorrieron el camino, un 18,5 por ciento del total

En realidad, y aunque hay algunas etapas ‘rompepiernas’, no hace falta haber hecho un Ironman. De hecho, en 2018 más de 60.000 peregrinos mayores de 60 años lo recorrieron (un 18,35 por ciento del total). También hubo 79 personas que lo hicieron en silla de ruedas.

En cualquier caso, un mínimo de preparación física es recomendable. Puede bastar con caminar de dos a tres veces diarias unas semanas antes. Se trata de hacerlo de forma progresiva, aumentando kilometraje y dureza. Con respecto al entrenamiento ‘mental’, no es algo que se suela hacer, «aunque a mí me parece interesante que cada uno se pregunte qué es lo que busca en esta experiencia y qué capacidad de sacrificio tiene para conseguirlo», dice Joan, maestro de yoga y ‘adicto’ al Camino.

En ruta

«En el Camino, lo que nos lesiona es andar. Para mejorar o curar la lesión es neces ario parar. Así de simple», dice Keral, y nos da otro de sus consejos estrella: «Estirar mucho antes, durante y después».

Woman applying oil on her legs at the poolside

Para evitar las ampollas, es recomendable utilizar vaselina cada mañana por todo el pie y entre los dedos

Estirar, sí, y mimar los pies también. Las ampollas son la criptonita del peregrino, y no solo por el dolor; generan muchas lesiones: hacen que caminemos de forma diferente, por lo que músculos y tendones trabajan más. La consecuencia: contracturas y tendinitis. Para evitarlas, hay que tirar de vaselina: cada mañana una buena capa por todo el pie, entre los dedos, en cualquier zona susceptible de rozadura. Después, un calcetín de algodón -fuera poliéster-, sin costuras. Y unas zapatillas muy usadas. «Esto no es una subida al Everest -explica Sandra Márquez-. Pueden servir unas viejas de trekking, salvo si está todo embarrado. Ahí pueden ser interesantes unas botas de media caña».

Hay que llevar zapatillas muy usadas. Pueden servir unas viejas de ‘trekking’ o botas de media caña

También hay que aprender a resistir las pájaras, ese momento en el que uno quiere abandonar. Frío, cansancio, dolor. «El camino es la vida, ¿te vas a rendir?». Con estas palabras, el médico de Arzúa le dio a Manuela Murillo fuerza para continuar: «Tenía una tendinitis. Estaba coja. Pero el doctor me dijo: ‘Si estuvieras en Roncesvalles, te diría que lo dejaras, pero te quedan solo dos etapas. Es duro, pero la vida es dura’. Y salí de su consulta con toda la fuerza del mundo».

La red de albergues forma parte de la esencia del Camino. Alojarse en ellos permite la confraternización, la charla, la aproximación a otros peregrinos con los que a lo largo de la ruta nos iremos encontrando. La llegada al albergue es el momento de lamerse las heridas. Ducha, sales relajantes, cremas antifatiga, pies en alto. Descanso. Si el pueblo tiene spa -un servicio cada vez más habitual-, podemos premiarnos con unos chorros o un masaje.

A partir de las doce de la noche toca retirada. El silencio impera… hasta que empieza la sinfonía de toses y ronquidos. Los tapones son imprescindibles.

Pilgrim in a shelter on the Camino de Santiago, Spain

Existe una red de albergues públicos y privados. Los primeros son más económicos, pero se llenan antes

Hay peregrinos que emprenden ruta antes del alba, con linternas, a fin de no sufrir las horas más calurosas del día; en el otro extremo, los más remolones no abandonan el albergue hasta las diez, la hora máxima permitida. Comienza una nueva jornada. Según se va aproximando el final, el Camino se va llenando de más y más peregrinos. Es la parte más denostada por los puristas, que entienden que la ruta Sarria-Santiago es como una verbena, una ruta de senderistas joviales y distantes del ideal introspectivo del Camino. A todos ellos, no obstante, Santiago los espera.

Para todos los bolsillos

  • Presupuesto ajustado: la opción es alojarse en albergues públicos (entre 5 y 7 euros la noche), comprar provisiones en el pueblo y utilizar la cocina del alojamiento.
  • Presupuesto medio: se puede optar por los albergues privados (unos 10 euros de media) y por comer y cenar de tapeo en los bares y restaurantes de la localidad (los menús del día suelen costar entre 8 y 10 euros). Si queremos que nos lleven la mochila para ir más descansados, pagaremos 3 euros por día y pieza.
  • Presupuesto alto: si queremos ir con todo el plan organizado, tenemos empresas que se ocupan de reservarnos hostales o casas rurales y trasladar nuestros equipajes de un pueblo a otro. El precio medio para los últimos 100 kilómetros del Camino (una semana) es de unos 400-425 euros por peregrino (incluye media pensión).

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