No toda la música es ópera en la capital de Austria, ni todo son palacios imperiales. Viena se reivindica como un destino de moda entre viajeros jóvenes y ‘foodies’. Por Ixone Díaz Landaluce/Fotos: Cordon Press
• Dormir, comer, comprar… en Viena (ver galeria)
Durante décadas, Viena fue un auténtico nido de espías. Su posición estratégica en mitad de Europa y su especial relación histórica con Rusia convirtieron sus cafés y sus monumentales edificios en un hervidero de agentes secretos a las órdenes de los diferentes servicios de inteligencia durante la Guerra Fría. Pero en los años noventa, con la caída del Telón de Acero, la ciudad comenzó a deshacerse de esa imagen de ciudad misteriosa, pero también un poco aburrida. Muy apropiada, seguramente, para los profesionales del espionaje y sus intrigas, pero algo menos sugerente para los visitantes y turistas. Nunca fue, desde luego, por falta de atractivos.
ARTE MODERNO
A sus imponentes palacios y su sofisticada arquitectura se suman el inabarcable patrimonio artístico de sus museos y la banda sonora de fondo de su Ópera, un templo de la música clásica. Pero, ahora, ese catálogo de reclamos ha dejado de ser su único atractivo. Y su merecida reputación de ciudad seria y algo chapada a la antigua es historia. Viena está de moda. Y está reclamando su lugar entre las ciudades más vibrantes de Europa.
Distritos como Leopoldstadt se han llenado de galerías de arte o restaurantes de clientela muy estilosa
La ciudad cuenta con uno de los complejos culturales más grandes del mundo. Situado sobre los terrenos que ocupaban unos antiguos establos, el Barrio de los Museos (Museumsquartier) aglutina espacios expositivos como el Museo Leopold, que exhibe obras de Gustav Klimt o Egon Schiele; o el Mumok, un museo de arte moderno cuyo catálogo va desde el pop art de Andy Warhol hasta el accionismo vienés de Günter Brus. Al mismo tiempo, barrios como Wieden (el distrito 4), Neubau (el 7) o Leopoldstadt (el 2) han florecido gracias a artistas, artesanos y jóvenes emprendedores que han inaugurado pequeños negocios, galerías de arte o restaurantes de clientela moderna y estilosa.
EL LADO MÁS ‘COOL’
En la ciudad donde el café es una pequeña religión, establecimientos clásicos como el Central, el Sperl, el Ritter o el Korb -refugio habitual de Sigmund Freud- han dado la bienvenida a otros de aire más hipster como Phil, Balthasar o Supersense. Hasta la universidad tiene un nuevo icono: la vanguardista biblioteca de la arquitecta estrella Zaha Hadid Mozart se ha convertido en otro reclamo para amantes del diseño.
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La terraza del Urania Bar ofrece unas vistas magníficas sobre el canal del Danubio, que se ha llenado de restaurante para ver y ser vistos
También Viena tiene una gran tradición vinícola. Rodeada de cientos de hectáreas de viñedos, hay barrios enteros, como Grinzing, en el distrito 19, dedicados a la producción de vino, que se puede degustar en las tabernas típicas o heurigers. Las colinas del viñedo de Nussberg, por ejemplo, ofrecen una de las mejores vistas de la ciudad.
NO SOLO PARA TURISTAS
En las dos últimas décadas, Viena se ha convertido también en el paradigma de ciudad habitable, sostenible y amable con sus propios vecinos. De hecho, por décimo año consecutivo, la consultora norteamericana Mercer ha distinguido a la capital de Austria como la ciudad con mayor calidad de vida del mundo. Con dos millones de habitantes, Viena ha sabido, por ejemplo, resolver la pesadilla de muchas ciudades europeas gestionando, con enorme éxito, el siempre conflictivo mercado del alquiler. Lo ha conseguido convirtiéndose, de paso, en uno de los mayores propietarios inmobiliarios del continente: la empresa pública Wiener Wohnen posee 220.000 apartamentos de alquiler social en la ciudad. Pero, además de acumular méritos en la gestión de la vivienda, el transporte público o los servicios sanitarios y educativos, la capital de Austria también puede presumir de una oferta cultural y de ocio solo al alcance de las ciudades más cosmopolitas del mundo. Porque, aunque ya no es el único imán para los visitantes, su centro histórico es una joya arquitectónica distinguida por la Unesco con el sello de Patrimonio de la Humanidad.
Viena se ha convertido en el paradigma de la ciudad habitable, sostenible y con calidad de vida
Viena sigue siendo todavía hoy un nido de agentes secretos. Solo que ahora puede que los espías frecuenten los cafés más hipsters y que hayan jubilado por fin aquellas grises gabardinas que ya no van a juego con la renovada vitalidad que la distingue.
No te pierdas…
EL MERCADO DE NASCHMARKT, que se celebra desde el siglo XVI. Los puestos de fruta, verdura, carne o flores se mezclan con las terrazas de los cafés y los pequeños restaurantes. Abre todos los días, excepto los domingos.
LOS IMPRESIONANTES PALACIOS de la Viena imperial. Los imprescindibles son el palacio de Belvedere, de estilo barroco; el palacio Hofburg, donde se pueden visitar los apartamentos de Sissi Emperatriz; y el palacio Schönbrunn y sus magníficos jardines.
SI TE GUSTAN LOS MUSEOS, estás de suerte. La oferta es abrumadora. desde el Museo de Historia del Arte, que contiene las obras acumuladas durante siglos por los Habsburgo; o el Museo Albertina, hogar de lienzos firmados por Monet, Renoir, Cezanne o Matisse; hasta el curioso Museo de Artes Aplicadas.
LA ÓPERA ESTATAL DE VIENA. Se puede visitar el edificio o asistir a alguno de los conciertos. Y no, no es un espectáculo prohibitivo. Haciendo cola un par de horas antes de la función se pueden conseguir entradas por tres o cuatro euros.
SI VIAJAS EN DICIEMBRE, no te pierdas los mercados navideños con sus puestos de artesanía, regalos, dulces y decoración festiva. El más famoso es el de Rathausplatz, pero hay más de una decena por toda la ciudad.
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