Si sus paredes hablaran…. O sus empleados. Fue el refugio de la ‘jazz age’, de la ‘jet set’ de los 70 y lo es del Hollywood actual. El mejor escondite de celebridades, el Hôtel du Cap-Eden-Roc, en la Costa Azul, cumple 150 años. Entramos en su historia con mucho ‘glamour’ y algún escándalo. Por Jesús Cano
«A mitad de camino entre Marsella y la frontera italiana se encuentra un magnífico hotel de fachada rosa que se erige majestuosamente sobre la deliciosa costa de la Riviera. Un reducido clan de gente famosa y elegante ha escogido aquel lugar para pasar allí sus vacaciones», apunta Francis Scott Fitzgerald. Es 1925. Se acaba de publicar El gran Gatsby y el escritor describe un imponente edificio de 1870, la antigua Villa Soleil, cuya primera vocación fue ser refugio para escritores en busca de inspiración y, más tarde, convertido en hotel de lujo, pasó a ser el patio de recreo de casas reales, políticos y estrellas de cine en la Costa Azul. El Hôtel du Cap-Eden-Roc sigue ahí, a un paso de Antibes, en el cabo del mismo nombre.

Inspiración para scott fitzgerald. El hotel y sus dueños figuran en su novela ‘Suave es la noche’. Aquí, el escritor con su mujer, Zelda, y su hija, Scottie.
Mirando al mar
Desde las ventanas y los balcones del salón se ve la bahía, a la izquierda y, de frente, el Mediterráneo. Antes de toparse con la mancha azul, los ojos avistan otro mar, hecho de pinos, como gigantes sombrillas. Alguien los ha contado. Son 500. Dentro, las cretonas de flores alegres visten las cortinas. Los sofás tienen fundas de la misma tela en los brazos y en todo el mobiliario reinan los luises, sobre todo XV y XVI. En otro lugar serían ‘cosas de la abuela’. Aquí relajan la apabullante riqueza de la estancia para hacerla familiar. El escritorio de madera exótica y remaches en bronce da la espalda a las vistas. Es como si, convocadas las musas, no quisieran que se escaparan de la habitación. Fitzgerald está escribiendo Suave es la noche, aunque tardará aún unos años en terminarla. Es feliz aunque hay un alcoholismo latente. Zelda incuba una esquizofrenia. El matrimonio va acompañado de su hija, Scottie, de tres años. En la novela, Cap-Eden-Roc es el Hôtel de Gausse en la Riviera francesa. Dick y Nicole Diver son los personajes principales. Están inspirados en Gerald y Sara Murphy, un matrimonio de ricos expatriados estadounidenses. Habían comprado una villa al lado del hotel, convencieron al propietario de entonces para abrir en el verano de 1923 y convocaron a su pandilla. Hablamos de Ernest Hemingway, John Dos Passos, Fernand Léger, Jean Cocteau, Archibald MacLeish, John O’Hara o Dorothy Parker. Los Fitzgerald se apuntan en los años siguientes.
Cita con las estrellas
Pregunto al conserje, ¿es la 39 la habitación de Scott Fitzgerald y Zelda? Sabe, pero no contesta. Aquí nadie habla de los huéspedes. Ni de los de ahora, ni de los del pasado. Entonces, ¿esa suite del primer piso, será la de los Burton? Pasaron aquí su primera luna de miel. Elizabeth Taylor ya ha disfrutado de cuatro anteriores. Y tendrá una segunda con Richard. Sin duda, la 39 es una habitación donde citar a Cupido. Vuelvo a preguntar. Misma respuesta. Aquí nadie confirma nada.

La habitación 39. Aquí pasaron noches de amor y broncas Scott y Zelda Fitzgerald y Elizabeth Taylor y Richard Burton
Podría seguir interpelando. Pero sería misión imposible. ¿Dónde discutirían Pablo Picasso y su mujer de entonces, Olga? Son los años 30. Al artista le piden que diseñe la carta. Solo pide papel y unos lápices. Otro asiduo del pincel -y del hotel- es Chagall. Marc disfrutaba dibujando en una de las cabañas de la propiedad: simples casitas de madera con un lado abierto y un pequeño patio cercado sobre el acantilado. Son el colmo de la privacidad.
Expertos en buscar rincones en el jardín donde abrazarse fueron Marlene Dietrich y Joe Kennedy -el papá del Presidente- mientras sus respectivas familias descansaban. Nunca llegarían a más, según confesó la actriz, que tuvo otro affair con su hijo, John. Hay muchas más leyendas. Tantas como para llenar el libro Hôtel du Cap-Eden-Roc. A Legend on the French Riviera (Flammarion), próximamente en las librerías. En él coinciden Coco Chanel y Elsa Schiaparelli, aquí sin llegar a las manos. La rivalidad de las célebres modistas era legendaria. También nos encontraremos a Wallis Simpson y al duque de Windsor, el hotel fue su primer destino tras la abdicación. La pelirroja más famosa del celuloide, Rita Hayworth, conoce a su príncipe azul, Alí Khan, durante una estancia en 1948. Comieron perdices durante cinco años. La banda sonora del Cap-Eden-Roc la susurrarán Cole Porter o John Lennon y Yoko Ono, según la época. Usted elige.
Cumpleaños feliz
Las 118 habitaciones, las suites del hotel y sus dos villas privadas están preparadas para celebrar su 150 cumpleaños. Abrió sus puertas como centro turístico de invierno en 1870 bajo el nombre de Grand Hôtel du Cap d’Antibes. Su primer propietario fue el príncipe ruso Alexis de Plestcheyeff. Siete años después, el negocio cae en bancarrota. Lo salva un italiano, el hostelero Antoine Sella con el dinero del aristócrata británico William Onslow.
En 1964, el industrial alemán Rudolf Oetker señaló el hotel a su esposa desde su yate. Años después lo compra. Es su viuda, Maja, la que en 2011 llevó a cabo una renovación de casi 60 millones de euros. Y, afortunadamente, todo siguió igual.
Hay 500 empleados para satisfacer caprichos, como llenar de rosas amarillas la ‘suite’ de Madonna»
Es un hotel del XIX que parece un establecimiento del siglo XIX. Es parte de su encanto. Es más longevo que el Ritz de París (1898) o el Savoy de Londres (1889). Hasta 2006 no se admitían tarjetas de crédito. El pago era en efectivo o por transferencia. Durante años el móvil estaba prohibido en la piscina, no había televisores ni minibar en las habitaciones.
El servicio sigue siendo clásico, ese que se adelanta a tus deseos. Hay 500 empleados para satisfacer caprichos. Ya sea improvisar una hamburguesa de pavo -la pidió Eddie Murphy- o condimentar una ensalada de carne asada –Clint Eastwood-. Más antojos, en el libro Cuisine and Cravings of the Stars (Assouline), que recoge las peticiones gastronómicas de los clientes. Madonna demanda colores: las rosas de su suite han de ser amarillas; la fruta, solo roja, y el café del desayuno, muy negro. Kate Moss es amonestada por caminar en bikini por los pasillos. ¿O fue por destrozar la habitación con su novio de entonces, Johnny Depp? Monica Bellucci duerme en una de las cabañas aunque no está permitido. ¿Sola?
También el huésped anónimo tiene derecho a la excentricidad. Un comensal pide una tarte tropézienne, una especie de roscón relleno, típico de Saint-Tropez. No está en la carta, pero en unos minutos el huésped tiene su pastel con el café. ¿La solución? Fletar un helicóptero que vuela casi 100 kilómetros al sur a por uno. En la factura, un cargo de 5 euros por el dulce y otro de 2000 euros por el rider. Todo el mundo está feliz.
Verano azul
Aquí uno no se aloja, veranea. La estancia mínima en julio y agosto es de cinco días. Se encontrará con muchas familias estadounidenses, algunas rusas o francesas y pocas españolas. Las reservas se realizan de año en año. Otra cosa es junio, cuando los chicos del cine toman Cannes. Entonces se convierte en una fortaleza contra los paparazzi. Un día, la fiesta de Vanity Fair y, al día siguiente, la fiesta de recaudación contra el sida. Durante los últimos 11 años, la gala anual amfAR, con sus mil invitados, se ha celebrado en sus jardines. El resto de la temporada -abre de abril a octubre- es un refugio discreto, aristocrático y apacible. La piscina que retrataron Jacques Henri Lartigue en los años veinte y Slim Aarons en los setenta sigue siendo el centro neurálgico del hotel. El pabellón, con aires de trasatlántico, fue construido en 1914.

Cumbre de famosos. Pierce Brosnan y Paris Hilton han acudido al hotel con motivo del festival de Cannes y la gala amfAR.
Aparentemente inaccesible -su seguridad impone-, Cap-Eden-Roc es el lugar perfecto para tomar un aperitivo en la terraza del Champagne Lounge o cenar en LouRoc, aunque no te hospedes. Su primer libro de visitas con Chagall o Picasso está a buen recaudo. Si hojeamos el actual, encontramos un autorretrato de Karl Lagerfeld, un esqueleto sonriente de Tim Burton junto a la firma de Vanessa Paradis o un ‘gooool’ de Pelé. Quince décadas después, Cap-Eden-Roc sigue coleccionando famosos. Casi nada -ese es su mérito- ha cambiado de esta leyenda. Y, por favor, pregunten quién se aloja en la suite 39.
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