Por Potes hasta Santiago

Una conocida y querida compañera con la que me he sentido muy unido desde hace años me ilustró debidamente acerca de los recorridos postales de España que todo aspirante al cuerpo de Correos por oposición debía aprenderse. Recorriendo un verano el apasionante Norte de las cosas, la opositora felizmente descartada me sugirió un trayecto postal. de Potes a Llanes, por Panes. Y, al hacerlo, clavó en mi corazón la flecha del amor por ese tramo de España tan extraordinariamente sugerente que mezcla parajes cántabros y asturianos. Hace pocos días repetí el tramo -ya sin la compañera, a la que, no obstante, mensajeé debidamente en homenaje al tiempo pasado- y traté de escudriñar una ruta del Camino de Santiago que se me antoja tranquila, exultante y bellísima. la que va de Potes a Mansilla de las Mulas pasando por Riaño. Partes de Potes y te incorporas al Camino Francés en la provincia de León. Incluso más. hay quien propone hacerla desde el Camino del Norte abandonando el siempre delicioso San Vicente de la Barquera y cruzando los descomunales Picos de Europa. No necesariamente paralelo al río Deva y al colosal desfiladero por el que transita la carretera que une la costa cantábrica y la capital de la comarca de Liébana, sino por una senda de altura que seguramente romperá piernas, pero ofrecerá espectáculos de belleza inusitada. En Potes hay muchas cosas que hacer, pero se resumen en una. asombrarse de su perfección asomado al puente de San Cayetano o a cualquiera de los desafiantes paisajes que parte el río en dos. Pilar G. Bahamonde y su colega Geles le pueden explicar todo detalle en su Oficina de Turismo. Si se anima, caminará en ascenso hasta Santo Toribio (San Martín de Turieno), podrá venerar el Lignum crucis, que también procede del madero transversal en el que crucificaron a Cristo, y comenzar desde allí lo que viene conociéndose como Ruta Vadiniense, así llamada por los cántabros anteriores a la romanización que habitaban estas tierras. Los crucenos aquellos peregrinos que llegaban a venerar la Cruz se hacían después concheros y seguían camino hasta Santiago ascendiendo hasta Fuente Dé y el puerto de Pondetrave, bajando hasta Portilla de la Reina y Riaño y después llaneando a la vera del río Esla a través de Cistierna y Gradefes. No es necesario que le señale la belleza insultante del recorrido que, por ejemplo, une Potes y Fuente Dé (en algunos textos sin acento), pasando por Camaleño, Mogroviejo, Cosgaya y así y finalizando boquiabierto ante el pie del teleférico que te asciende a otro mundo, por encima de las nubes, y que te permite ver y comprender toda la grandeza de los Picos de Europa y del estupefaciente circo de montañas del macizo central que rodea el lugar. Pocos enclaves me han impresionado tanto en la vida.

La Senda de Remoña, de hayedo en hayedo, en la que se pueden avistar no pocos animales propios de la zona corzos, rebecos, ciervos, tejones, zorros, lo llevará hasta el puerto desde el que descenderá por pueblos apellidados De la Reina (muy interesante Portilla y la Virgen Peregrina) hasta Riaño, su embalse y su historia conocida, sumergida en la memoria que hoy oculta el agua.

Después prosigue León por calzada romana, choperas, rocas altas, robles, sabinas, mostajos, serbales, acebos y la vista atrás del lago en el que se refleja la silueta del Espigüete. Y Crémenes, después. Y las truchas del Esla. Y la puerta de la Ribera, el adiós a las montañas que es Cistierna, sotos con choperas, hortalizas y regadío. Y más allá Sorriba del Esla, a un paso de la ruina solariega sin que nadie lo evite. Tras Gradefes se llega a Mansilla y por ahí se continúa el Camino Francés hasta Santiago.

La ruta es tan excepcional que hay que rogarles a los gobiernos de Cantabria y de Castilla y León que potencien seriamente las diferentes etapas invirtiendo en señalización y en búsqueda de tramos realmente forestales. Mucho de este caminar es por carretera, pequeña pero carretera, alguna inevitable, pero mucha con alternativa boscosa o senderista. Hacer el camino sorteando coches no es agradable y en buena medida podría evitarse.

Y en la próxima entrega queda pendiente el yantar. Del cocido lebaniego habré de dar buena cuenta. Y de las sonrisas pilladoras de las lugareñas.

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