El amante de las amebas inteligentes
MIS CIENTÍFICOS FAVORITOS
Los biólogos arrojan conocimiento sobre los seres vivos y nos hacen a los humanos bajar del pedestal y entender que somos una especie más. Un ejemplo: casi nadie pondría en duda que somos el ser más inteligente del planeta, pero, a la vez, no existe aún un claro consenso en la definición de ‘inteligencia’. Si con este término nos referimos a la habilidad de adaptarnos a los cambios del entorno para salvar el pellejo y avanzar junto con nuestra estirpe, me temo que los humanos somos una especie del montón.
Hablé de ello con John Tyler Bonner, biólogo que dedicó parte de su vida al estudio de los llamados ‘mohos mucilaginosos’. Se trata de amebas (organismos microscópicos de una única célula) que se agregan en cientos de miles para formar una colonia (denominada ‘plasmodio’), la cual actúa como un único individuo y realiza un amplio abanico de sofisticados comportamientos. repta por superficies ombrías y húmedas, se desplaza, se reproduce, se escinde, se vuelve a juntar…
En palabras de Bonner, «estas amebas hacen cosas inteligentes solo en ese escenario social; en esos agregados pueden ser muy listas y adaptarse a las señales ambientales». Tanto es así que su estrategia les ha permitido habitar en la Tierra desde mucho mucho antes que los humanos o cualquier otro animal o planta.
Ahora, si consideramos la inteligencia como algo relacionado con el cerebro, la capacidad de razonar, la memoria, la percepción…, los humanos somos únicos. Según Bonner, si bien todos los animales guardan una relación constante entre el tamaño corporal y el del cerebro, en los humanos la máquina de pensar es proporcionalmente mayor. Añadan a eso la fuerza de la manada: «La inteligencia, humana y animal, siempre debería considerarse dentro de un contexto social», afirmó cuando nos conocimos en el 2007. Así que ya saben: no se aíslen.
¿Quién es?
Biólogo, 96 años. Catedrático emérito del Departamento de Ecología y Biología Evolutiva en la Universidad de Princeton (Estados Unidos). Entre otros cargos, ha sido miembro de la prestigiosa Asociación Americana para el Avance de la Ciencia y de la Academia Nacional de Ciencias estadounidense.
¿De dónde viene?
Neoyorquino, se mudó a los 10 años a Francia y a los 13 al Reino Unido. Allí descubrió su temprana pasión por la naturaleza, que a su vuelta a Estados Unidos lo lanzó a una prolífica carrera que empezaría en la Universidad de Harvard.
¿Qué ha aportado?
Es el mayor experto en hongos mucilaginosos. Su estudio ha brindado aportaciones en temas de evolución, comunicación y cultura en otros organismos, el origen de la multicelularidad y la biología en general. Es, a su vez, autor de magníficos libros de divulgación como The social amoebae o Why size matters.
LA ANÉCDOTA
De niño, su mayor obsesión fueron los pájaros. Su padre le regaló el libro La ciencia de la vida, de Wells, Huxley y Wells, para que ampliara su perspectiva y así lo hizo. Lo paradójico es que acabó dedicando la mayor parte de su carrera a algo tan peculiar como los hongos mucilaginosos.