Atasco intestinal
Atasco intestinal
ARTÃCULOS DE OCASIÃN
Hace algunas semanas, hablando con un compañero de facultad que lleva años trabajando de periodista en televisión, me comentó su fatiga. No estaba cansado del trabajo ni parecÃa haber perdido la ilusión y la pasión por su oficio. No, lo que le fatigaba sobremanera era otra cosa más difÃcil de precisar. Una cierta angustia ante la poca relevancia del esfuerzo periodÃstico. Para ponerme un ejemplo, me refirió el desgaste que suponÃa seguir teniendo como protagonistas de las peores noticias de corrupción a los mismos culpables. Después de quince años, seguÃan en primera lÃnea los mismos nombres. Unos dÃas después estalló de nuevo el caso del Yak-42 a raÃz de las conclusiones del Consejo de Estado y entendÃa mejor lo que querÃa decir. Ahà seguÃa también en primera lÃnea el exministro Trillo, hasta hace pocos dÃas embajador en Londres y aspirante a la plaza en el propio Consejo. Carbonizado por su responsabilidad nunca asumida, pero sin embargo en pleno desempeño de funciones públicas. Quizá a algo de eso se podÃa referir mi amigo y colega cuando me evidenciaba su fatiga.
Pocos dÃas después supimos que Aznar seguÃa impartiendo doctrina, ahora con la sana intención de inclinar al presidente Rajoy hacia la sombra de su ala. Al fin y al cabo, debe de pensar, yo lo elegà a dedo en su dÃa y le resulta una deslealtad que el hombre tenga criterio propio. Y asÃ, uno tiene la sensación de que vamos perdiendo décadas enfangados en los mismos asuntos y con los mismos protagonistas cansinos abriendo los informativos. Otro indicio de este desastre nacional se puede encontrar en la lentitud para resolver tantos y tantos casos judiciales sobre corrupción. Apelmazados a lo largo de años por instrucciones que han sido zancadilleadas desde altas instancias públicas, la sensación es que para lograr alguna condena cierta antes tenemos que pasar la penitencia de tener a personajes indeseables en nuestra primera lÃnea informativa durante década y media. No hace falta ni citar sus nombres, están ahÃ, como una pelÃcula de terror patética, nunca parecen irse, como las máscaras toscas de un túnel del terror.
Provocan envidia los paÃses que avanzan, que incluso en periodos convulsos son capaces de dejar atrás los liderazgos caducos. A nadie en Estados Unidos le preocupa un carajo lo que andará pensando George Bush y no le conceden espacio para que, montado en su fortuna personal, imparta además doctrina polÃtica tras el desastre mundial que causó con sus decisiones. Tampoco a los británicos les interesa nada lo que pueda aportar Tony Blair a sus asuntos de actualidad y en la campaña de primarias laboristas se demostró venenoso su apoyo a cualquier candidato. En Francia, los propios conservadores largaron a Sarkozy, cuando intentó regresar a la actualidad polÃtica, de una patada al trastero de los juguetes rotos. No hay crueldad en esas acciones, hay justicia. Donde hay crueldad y mucha es en lo que sucede en España, en este estancamiento demencial en los mismos protagonistas patéticos del peor tiempo de nuestra democracia.
La fatiga de mi amigo periodista es también la fatiga de un paÃs. Tener delante de los ojos la misma morralla mediocre de difuntos en vida provoca una sensación de terca inmovilidad. Por un momento, la llegada de nuevos polÃticos ofreció un esperanzador atisbo de aires nuevos. Las rencillas ególatras y el exprimidor mediático han hecho con ellos picadillo antes de provocar el relevo. Lo más grave es el sentimiento de impunidad que provoca que nadie asuma responsabilidades polÃticas y abandone la escena tras los episodios más dantescos. Que se sigan reclamando protagonistas en vez de pasar a ser sombras de un pasado olvidable. Quizá el gran problema de España sea esta lentitud en la masticación, esta difÃcil digestión de la escena pública. Todo paÃs necesita un aparato digestivo bien entrenado, que se deshaga de sus excrecencias de manera sencilla y dinámica. El hecho de que tengamos a los mismos personajes abriendo las noticias de los noticiarios durante quince años ejemplifica la parálisis permanente de nuestro intestino público. La fatiga de mi amigo es desoladora, pero es también un sÃntoma de que algo no funciona a la velocidad adecuada en lo judicial, lo periodÃstico, lo polÃtico y lo institucional. El desagÃŒe está atorado.