Agrandar el ojo de la lupa

ARTÍCULOS DE OCASIÓN

Para evidenciar el enorme desprecio que en España ha habido siempre hacia las gentes del mundo del cine y del teatro, Fernando Fernán Gómez relataba una curiosidad. Cuando se estrenó la película El puente de Waterloo, los censores españoles que utilizaban, y siguen utilizando, el doblaje para transformar sutilmente el contenido, decidieron que la protagonista en lugar de prostituta fuera actriz de teatro. Les debía de parecer lo mismo, y esa idea fue absorbida por la mentalidad española hasta el día de hoy, donde no es raro que los presentadores de televisión les pregunten en las entrevistas a las actrices con qué actor les gustaría rodar escenas de cama, como si en el rodaje de esas escenas se consumara algo más que una incómoda coreografía al servicio de la ficción. Esta es la cabeza que nos rige como país y va a costar mucho cambiar la superioridad moral de unos sobre otros.

Todo esto vuelve con fuerza cuando se han extendido las historias de acosos sexuales en el mundo de Hollywood. El epicentro fueron las revelaciones contra el productor Harvey Weinstein. Bastaba pasar cinco minutos con él para decidir que preferías no trabajar en sus productos, donde cómodamente podía encontrarse Tarantino, pero no alguien con un poco más de sensibilidad emocional. A partir de ese caso, hemos visto una corriente de desvelos de abusos. Los depredadores sexuales, además, parecen funcionar con la norma de los naufragios: mujeres y niños primero. Así que ya van saliendo también las afrentas a menores, hombres contra hombres y pronto mujeres contra mujeres. Como es obvio, los abusos tienden a extenderse por la sociedad sin reparar en diques.

Pero hay algo perverso en el tratamiento mediático que se ha dado a estos escándalos. Más allá de la incapacidad para separar lo que son delitos de lo que son escenas deleznables de mala educación y grosería. Es habitual que los medios pregunten ahora a las actrices en promoción si se han enfrentado a este trato en sus experiencias laborales. Lo cual vuelve a evidenciar ese absurdo trato de superioridad de la sociedad sobre el mundo del espectáculo. ¿Por qué no preguntan los periodistas entre sus colegas por los casos que ha habido en sus redacciones y empresas? Lo racional sería correr a interrogarse sobre cómo es posible que en todas las profesiones las personas con poder hayan tratado de conseguir favores sexuales desde el abuso y el chantaje laboral. Da más miedo entrar ahí que en esa provincia mental entre Sodoma y Gomorra con que se representa al mundo del espectáculo. Nos podemos encontrar con idénticas aberraciones en la banca, la empresa, los obispados y el deporte. Lo absurdo es no acertar a dejar muy claro que en las profesiones de cara al público, por lo general, los que accedieron a conceder sus favores sexuales no lograron ningún progreso apreciable en sus carreras, quizá sí sucedió más a menudo en profesiones que no dependen del juicio del espectador.

La gran mentira que esgrime el violador cuando es un hombre poderoso es la de amenazarte con la destrucción de tu carrera si no te avienes a sus deseos y la promesa de un paraíso profesional si lo haces. Si algo bueno tiene este escándalo es que deja claro que nadie tiene suficiente poder como para lograr sus propósitos sin pagar tarde o temprano por sus delitos. Pero centrarlo sólo en Hollywood y los fotógrafos de moda sería disparar al aire. Lo sano sería aplicar la misma lupa de aumento sobre la sociedad al completo, entendiendo que estos abusos no se limitan a casos de ambición y relevancia, sino al día a día cotidiano en la jungla laboral. En ese magma de oficinas y opciones de empleo difusas, muchas mujeres son presionadas y acosadas con esa perversa forma de entender la sexualidad que tiene todo de caza y apresamiento y nada de respeto y consideración. Seríamos estúpidos si acabamos por convertir los escándalos de acosos en Hollywood en otra página semiescandalosa de la sección de cotilleo y no alzamos el silenciado dolor a las páginas centrales de nuestra sociedad, para la que tan urgente es desterrar los violentos sistemas de poder sexista

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