Postura, impostura y postureo
Artículos de ocasión
Apenas ha tenido recorrido la polémica en torno a la apropiación de esencias del flamenco por parte de la joven intérprete Rosalía. Quizá es una trifulca del pasado. Vivimos en una era donde los límites de todo menos de las patrias andan difuminados. Nadie distingue ya entre información y entretenimiento, entre privacidad y exposición, entre deseo y realidad. Mejor dicho, todos distinguimos perfectamente una cosa de la otra, lo que sucede es que, cuando nos interesa, quebramos las fronteras para gozar a nuestra caprichosa manera de esa carencia de limitaciones. De tanto en tanto, aparecen los puristas para recordarnos que alguien reparte certificados de buena conducta o líderes políticos que llenan el saco de votos con un regreso a las esencias, esencias todas ellas rediseñadas para lucro personal. Recuerdo los días en que Camarón, hoy en día portador de las esencias flamencas, era reprochado de manera ostensible en sus conciertos por los guiños evidentes al pop. Mucho tiempo antes, Peret y Rocío Jurado habían arramblado con posiciones inmovilistas. El primero enfocando hacia ritmos híbridos, que respondían a pulsaciones festivas. La segunda con la erotización de la canción española. Aún tiene más gracia que esta polémica actual coincidiera con el cumpleaños de Madonna. Si la diva pop ha llegado a los 60 años como maestra de celebridades en el mundo de la música no ha sido por otra cosa que por la apropiación de todos los símbolos que tuvo a su alcance. Para empezar, logró que el imperdible, los pantalones rotos y el sujetador a la vista se convirtieran en artículos de alta costura cuando procedían de la rebeldía a eso. Hoy Demi Lovato y Miley Cyrus incluyen en el sello Disney la heroína y el porno.
Durante los años de la movida madrileña, los motivos del punk, hasta entonces consistentes en la anarquía y la autolesión, pasaron a ser gestionados por verdaderos empresarios de lo alternativo. Antes de que nadie pudiera darse cuenta, ya tenían línea de crédito. La contracultura contiene dentro de sí la afirmación de la propia cultura que viene a envilecer. Nada hay más reforzante que los propios anticuerpos. Para los especialistas musicales, cuando Julio Iglesias triunfó con su himno imperecedero La vida sigue igual, vino a esclarecer las condiciones del futuro. Desde el cantante protesta hasta el cantante contento aceptaron que ninguno de ellos podría escapar del desagüe común. Incluso en la letra de La vida sigue igual viene a decirse que todo es guerra y cualquier soldado suma. Aunque, por supuesto, el genial Javier Krahe sí quiso puntualizarle algo a Julio cuando escribió: «No todo va a ser follar».
Rehenes como hemos sido en los últimos cuarenta años del deseo de certificar algo auténtico y sin mancha, era común ver a los cantantes más cochambrosos y los directores de cine con más apariencia de tener intereses sociales proceder de familias bien. Nada daba más caché que matar al padre. Sin embargo, las caretas son intercambiables, y quien se aficiona a una careta lo que termina por hacer es cambiarla de tanto en tanto. En cambio, el que en un ejercicio de sinceridad a veces kamikaze se esmera por ser quien es, le pese a quien le pese, tiene menos que vender, pero mucho más que disfrutar. Siempre que disfrutes con el placer de ver pasar trenes, algo que gozan las vacas en el prado y las personas con paciente inteligencia. Nadie ha sido más saqueado en los últimos años que el gueto afroamericano de los Estados Unidos. Su condición de marginados sociales y víctimas de la violencia de estado les concedió el discurso más auténtico. Pronto, la imitación de la negritud colmó las aspiraciones de todo cantante joven en busca de autenticidad. Se importaron la ropa, los ritmos, las maneras, pues todo es apropiación, o dicho en mejores palabras, lo que no es tradición es plagio. Lo interesante es ver la persistencia del valor de lo sincero y lo auténtico, una virtud que tan solo puede certificarse en la última estación de una vida laboral activa en el mundo de la creación artística. Durante el recorrido anterior, todo es opinable. Morirse, pues, y si no que se lo digan a Prince, Michael Jackson o Kurt Cobain, es hoy en día el único certificado artístico que no se entrega a la ligera. Impostura y postureo pueden terminar en postura, y viceversa. Solo nos requiere permanecer atentos.