Una nariz operada en directo

Pau Arenós

Una nariz operada en directo

Palabrería

Bisturí. El Productor le propuso a la estrella del magacín de tarde una idea para complacer a los patrocinadores y sacarles algunos miles de euros más. Argumentó coherencia y fama: a la Presentadora lo primero le resbalaba como el aceite de motor en las bielas. Coherencia –razonó el Productor– porque si el anunciante que más rentaba promovía la cirugía estética, que la Presentadora participara en una operación realzaba la credibilidad del programa y sus contenidos. Fama porque por primera vez una comunicadora en plenitud, joven y sin necesidad de ser delineada por el bisturí, transformaría alguna parte de su cuerpo ante la audiencia, ávida de vísceras y sangre; y la tele amaba, sobre todas las cosas, las primeras veces. Dinero y celebridad y entrada directa y acelerada al club de las heroínas televisivas. Ella pensó que, además, unos arreglillos gratuitos tampoco le vendrían mal. Porque la nariz, ¡aquella nariz!, era indigna de su cuerpo.

Degolladero. El Productor no le dijo que, de algún modo, cerraban el círculo porque a ella no le importaban las disquisiciones filosóficas a las que él era aficionado como licenciado en la materia, aunque la falta de oportunidades laborales en lo suyo lo habían llevado al degolladero televisivo. Sin referirse a la lógica, sabía del paralelismo entre el trabajo de matarife de los tertulianos y el del cirujano, al que presuponía más habilidoso y partidario del corte fino, a diferencia de los otros, que alzaban el hacha.

Bigamia. Contaba ya con la aprobación de la cadena, deseosa de reventar audímetros y, de una vez por todas, ensordecer a la competencia. Grabarían las veinticuatro horas y ofrecerían resúmenes y debates repartidos por la programación. En todo momento, los tertulianos acompañarían a la Presentadora e irían comentando las actuaciones del equipo médico. En las reuniones previas, uno de los colaboradores, un hombre célebre por su bigamia, preguntó si podría intervenir en la cirugía, confesándose mañoso con el hilo y la aguja. Una mujer, con un juicio pendiente por narcotráfico, se indignó por no haber sido la elegida puesto que le urgía una reducción de pecho tras haberse excedido con el aumento. La Presentadora renunció a la anestesia total porque le parecía poco profesional estar dormida en su propio programa.

Cartílago. La clínica que patrocinaba el programa ofreció sus instalaciones, como no podía ser de otro modo. Los técnicos llenaron de cámaras un quirófano y una habitación con la tecnología discreta que se aplicaba a los realities en los que encerraban a concursantes. Vistieron a los colaboradores con ropajes quirúrgicos entre quejas porque se sentían poco favorecidos. La intervención fue un suplicio para la Presentadora, frustrada por lo difícil que era hablar mientras le trabajan el cartílago, resistiendo las ganas de gritar e intentando sonreír para salir favorecida. La Narcotraficante se acercaba tanto para aparecer en los planos que a punto estuvo el cirujano de perforarle el tabique. Cuando uno de los tertulianos intentó pinchar a otro con un bisturí para resolver con sangre una rencilla, el doctor expulsó al grupo.

Hocico. La operación fue mal porque en ningún momento los médicos pudieron concentrarse. La Presentadora estuvo a punto de perder la napia. Cuando le quitaron los vendajes, ya en la habitación, los tertulianos rieron a pulmón abierto: uno tuvo que ser hospitalizado con una hernia. La nariz estaba tan rebajada y amoratada que recordaba el hocico de un bulldog.

Champiñón. La compañía de arreglos estéticos se retiró del programa, responsabilizando al Productor del fiasco, el cual salvó su puesto porque la audiencia había sido millonaria. La Presentadora pasó varias veces por el quirófano hasta que el champiñón volvió a crecer. En el plató la sustituyó la Narcotraficante, que recompensó el ascenso con una ampliación de pecho en lugar de la necesaria reducción. Una empresa de comida para chuchos se convirtió en la patrocinadora principal. El Productor se planteó seriamente si era conveniente organizar para los tertulianos una cata con los productos perrunos. Se los daría a probar a la Narcotraficante. Después de haberse metido tantas cosas, ¿qué mal podría hacerle una croqueta?

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