‘Easy riders’
‘Easy riders’
Artículos de ocasión
Otra sentencia de la Seguridad Social ha reafirmado en días pasados que los repartidores de la marca Deliveroo no son autónomos, sino que tienen una vinculación directa con la empresa. Por ello, exigen a los patronos que corran con los seguros y gastos sociales de los empleados. El falso autónomo es una derivación ilegal que ha hecho fortuna en nuestra sociedad. Cada día más empresas tienen bajo su control a empleados mientras eluden las obligaciones para con ellos fingiendo una relación libre. A los repartidores de las calles que van en bicicleta se los conoce como riders. Los únicos riders anteriores eran aquellos de la película Easy Rider, que representaban lo contrario de lo que ahora se intenta definir. Aquellos eran almas libres que en una bronca espiritual de la juventud con la mezquina superpotencia que representaba su país en el mundo decidían escaparse hacia un territorio mental que los liberara del yugo. Algo parecido a un hippismo tardío, mucho más radical y que encontraba en el vuelo de la motocicleta una metáfora de la liberación del alma. Llámenlos ‘estúpidos’ quizá o ‘soñadores’, pero su simpleza, al menos, tenía la gracia de oponerse a los valores dominantes de su país. Al día de hoy, llamar rider al ciclista malpagado que sobrevive en una economía precaria con las propinas y un sueldo bajo es una ironía cruel.
Nos hemos acostumbrado a aceptar, dado que la falta de empleo es un fantasma que nos agrede, a considerar oportunidades lo que son rapiñas. El propio Estado es el que más abusa del falso autónomo o del empleado en precario. Lo hace año tras año con profesores y sanitarios a los que firma eternos contratos temporales. Los despide cada cierto tiempo y luego vuelve a recurrir a ellos para evitar cualquier tipo de obligación o vinculación responsable. Si la Administración autonómica y el Estado tratan así a sus ciudadanos, no es raro que las empresas florecientes de los sectores de servicios hayan inventado esta figura del empleado por cuenta propia al que explotan en su propio beneficio. Han llegado a colar en la sociedad la posibilidad de que los taxistas sean espontáneos, como si uno pudiera ponerse a barrer su calle y esperar a cobrar un salario de barrendero del vecindario que se siente desatendido. La idea es fantástica para el que está detrás, en el anonimato, llevándose porcentajes altos de cada uno de estos esfuerzos. Pero la realidad cruda es que una sociedad no puede funcionar así.
Los expertos en estas materias lo han llamado la ‘uberización’ del trabajo. Es cierto que las personas se sienten más libres si carecen de vinculación con una empresa. Pueden apostar por una vida más atrevida cuando adoptan posiciones en el mercado volátiles con trabajos a demanda. Pero esa vivencia de quien se lanza a trabajar por libre tiene que estar regulada de manera clara. Si no, lo que se produce es el abuso. El sueño de los empresarios sin escrúpulos es una sociedad en la que hay cola de candidatos para ser abusados. Es curioso que todos estos modelos de empleos surgieran bajo la ola perfecta de la llegada masiva de las nuevas tecnologías al mundo laboral y la mayor crisis económica de los últimos cuarenta años. Una cosa y la otra permitieron esta anomalía laboral en la que vivimos. Los tribunales van fijando una norma digna poco a poco, pero a las empresas les merece la pena aprovecharse del limbo. Un poco al modo en que esas discotecas sin licencia hacen caja mientras les llega la orden de cierre definitiva. Para cuando tienen que reconocer la derrota burocrática, ya han llenado el zurrón de pasta. Las normas de la Seguridad Social caminan tan lentas como la fijación de un criterio por parte de la Agencia Tributaria para evitar la elusión fiscal de empresas que extraen el dinero de los países para llevarlo a matrices en lugares más propicios. Se trata del capitalismo ventajista y de rapiña para el que no estábamos preparados, nacidos en la visión angélica del mundo laboral. Los riders no son otra cosa que empleados fijos de ciertas marcas de reparto. Ojalá quienes se lucran con su esfuerzo asuman esa responsabilidad algún día.