Aprender a emprender

David Trueba

Aprender a emprender

Artículos de ocasión

Estoy seguro de que no soy el único que detesta la palabra ‘emprendedor’. En las últimas décadas se utiliza de manera constante para darle una pátina de respetabilidad a lo que siempre se ha llamado ‘joven empresario’. A mí, ‘joven empresario’ me merece todo el respeto. En cambio, ‘emprendedor’ me huele a chamusquina. Porque hay algo ladino en la expresión, como de disfraz bonachón. Los gobiernos, que suelen tener un olfato de perro de presa para el lenguaje eufemístico, abrazaron esto del emprendimiento y crearon foros y ayudas, subvenciones que sumar a las que ya reparten sin criterio ni control desde hace años. Emprender es simplemente montar un negocio y tratar de sobrevivir y ganar dinero con ello. No hay nada de misterioso ni de novedoso. Es el nombre lo que le da esa carga de calvinista virtud. Resulta más sano para las autoridades fingir que apoyan las iniciativas empresariales que, por ejemplo, presumir de que ayudan a las personas. ¿No es emprendedor acaso el que abre una tiendita, se compra una furgoneta, pone un estudio al terminar la facultad o monta una obra de teatro? Pero ‘ayudarlos a ellos’ suena mal. Mejor eso de ‘apostar por los emprendedores’. Eso sí suena fenomenal.

La otra tarde me entretuve en mirar cuáles eran las start-up más exitosas de España. Porque la expresión ‘start-up‘ es aún más odiosa que la de ‘emprendedor’, por lo que tiene, además, de sumisión anglo y tontuna contemporánea. Pero es lo que hay. Pues más o menos el resultado fue el siguiente. La primera en la lista es una empresa de venta de artículos de segunda mano. La sigue una empresa de taxistas espontáneos, de esos que dicen compartir el coche con el usuario, aunque ni el taxi sea suyo ni el usuario le pague directamente. La tercera es una novedosa versión del reparto a domicilio de comida en bicicleta con falsos autónomos. La cuarta empresa vuelve a ser, vaya sorpresa, otro negocio de exposición de productos de segunda mano. La quinta, y aquí viene ya la consagración del nuevo modelo de negocio, es una empresa de empleo temporal para trabajadores, una intermediaria, a porcentaje, en el mercado laboral.

Estas cinco empresas definen primorosamente lo que es la idea de emprender en nuestro tiempo. Se trata tan solo de una intermediación pantalla, de una gestión de servicios ajenos. Realmente no son empresas que fabrican ni levantan nada, no ponen nada en pie, sino que se dedican a extraer un porcentaje de lo que antes eran relaciones laborales más sanas y autónomas. Nada que reprochar, pues con habilidad explotan las carencias de una época. Lo raro es que quedaran por debajo en esa lista de emprendedores los que se dedican al alquiler de pisos por días, el cobro chantajista a deudores, la geolocalización y el tráfico de datos de tantos ilusos cautivos en las redes. La idea que todo esto transmite es que podemos esperar muy poco del futuro de un país si nuestras mentes empresariales más ingeniosas están dedicadas a la intermediación y la explotación de esfuerzos ajenos.

Uno puede hacer todos los intentos por mirar esto desde una perspectiva positiva. Si se empeña, hasta puede llegar a la conclusión ramplona de que los tiempos están cambiando y el éxito tiene siempre que ver con la capacidad para entender tu tiempo mejor que los demás y ponerse a favor del viento. Enhorabuena a todos ellos. Pero eso no resta para que hagamos hincapié en el esfuerzo por quitarnos las gafas de cristales rosas y mirar la vida que nos rodea con un cierto espíritu crítico. Es importante que cuando oigamos hablar de ‘emprendedores’ identifiquemos a jóvenes que fabrican, descubren, diseñan, inventan y se esfuerzan. Y hasta en algunos casos se hipotecan, fracasan y vuelven a levantarse. Premiamos con el prestigio a quienes se interponen, ordeñan, disfrazan y exprimen el esfuerzo de los demás. Son negocios sin tacha y merecen todo el respeto, pero, sinceramente, no vamos a levantar un país con ellos. Está en otro sitio, que curiosamente no se llama ‘emprendedor’, el pulmón que va a dar aire a las futuras generaciones de españoles.

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