La prensa y sus parásitos
La prensa y sus parásitos
Artículos de ocasión
Francia ha sido el primer país de la Unión Europea que se ha atrevido a aplicar la directiva sobre los derechos vecinos, como se conoce a la preservación de los intereses de la prensa frente a los buscadores de Internet. A menudo uno se cruza con gente que sostiene que ya no lee la prensa. A lo que se refiere realmente es que ya no lee la prensa en su soporte empresarial, sino que lo hace a través de buscadores y páginas que resaltan las noticias. Es una especie de picoteo masivo que niega al periodismo el fundamento base de todos los agregadores de noticias. Lamentablemente, sin periodismo no hay información, por mucho que algunos quieran hacer creer lo contrario. Por eso, al alzarse Google con una posición dominante entre los buscadores, se ha convertido en la agencia de consumo de prensa más grande del mundo. Tras ella, los gigantes como Facebook han seguido la estela del mismo negocio. La prensa pone los contenidos con un esfuerzo económico notable y los agregadores se llevan el mercado publicitario, que hasta ahora sostenía a la empresa informativa.
No es una batalla entre santos ni hermanitas de la caridad, es una batalla entre modelos de negocio. Provoca cierta risa, vista con perspectiva. Porque, cuando las grandes tecnológicas comenzaron su manipulación social para hacerse los dueños del contenido musical y audiovisual, fue la prensa su gran aliada. En los periódicos, sobre todo españoles, se apoyaba la piratería y se exigía a los creadores de contenidos que se modernizaran, restregándoles por la cara que se habían quedado anticuados. Se hablaba mucho de reformar el modelo de negocio y la prensa se regocijaba en dar clases a los demás. Algunos ya los advertimos de que serían los próximos en ser destruidos por esa perversa ideología utilitarista. Y dos décadas después así ha sido. A uno le gustaría regocijarse por el mero hecho de haber acertado. Pero no conviene festejar los errores de otros, porque al final perjudican a toda la sociedad. La prensa, después de dar lecciones siendo sus líderes empresariales más bien ineptos, reconoce ahora que se equivocó y exige, a dentelladas, que le devuelvan lo que es suyo. Por una vez, los Estados europeos parecen haber reaccionado y quizá aún estén a tiempo de salvar un modelo que garantiza la democracia, pues sin diversas opciones informativas las sociedades libres no pueden existir.
Lo que los franceses exigen es que Google les pague por usar sus contenidos para atrapar clientela. A cambio, Google los amenaza con limitarse a agregar tan solo titulares. De alguna manera ya lo hace, pues aunque enlaza las noticias de los medios tradicionales la mayoría de los lectores se conforman con el trazo grueso. Tanto es así que los propios medios han diseñado su oferta en la Red para ser una amalgama de tramposos anzuelos, toscos amarillismos para atraer a ese consumidor ligero y volátil de la Red. La falta de seriedad de la prensa para encarar su propio oficio ha sido un drama que ha marcado los últimos veinte años del sector. Pero, pese a todos sus errores, merecen un pequeño esfuerzo solidario. Sobre todo frente al monopolio de algunos gigantes tecnológicos que se han quedado con todo el pastel publicitario.
La noticia en sí misma tiene difícil encaje dentro de las directivas del derecho de autor; sin embargo, la prensa merece ser pagada por los agregadores informativos en la medida en que se apoyan en su esfuerzo investigativo. Desde hace demasiado tiempo asistimos a unos negocios que tienen mucho que ver con la vida simbiótica. Unos se dedican a exprimir los esfuerzos de los demás sin hacer a su vez ningún movimiento compensatorio. Es invivible una sociedad donde sobre la espalda de quienes generan empleo viajan las garrapatas. Por ese camino nadie querrá asumir los gastos sociales del trabajador, su fidelización y su protección laboral. A la elusión fiscal que ya practican sobre nuestros países estos gigantes norteamericanos que solo generan riqueza en su matriz, se ha venido a sumar que su modelo de negocio es abusivo. Salvar a la prensa es cuestión de Estado, razón ecológica de la democracia. Francia aparenta ser de nuevo la cabeza luchadora de una Europa hundida por sus fugas de agua.