¡Vayamos a ver los ‘minipimers’!
Palabrería
Aberración. Esta pareja cree en el futuro y en la supervivencia de las especies. Esta pareja cree en los zoos, una posición últimamente discutida con dientes y garras. Muchos colectivos consideran una aberración encerrar a criaturas tras barrotes, vallas, fosos o cristales. Defienden la liberación inmediata y denuncian que la cautividad las daña, estresa y aliena. Sin embargo, ellos, la pareja, aplauden los zoológicos y la labor pedagógica y conservacionista y por eso pertenecen a su club y disponen de un carnet familiar que les facilita el acceso periódico.
Extinción. Siempre que proponen a los dos niños pasar la mañana o la tarde en el parque consiguen sonrisas de metro y medio. A los pequeños les entusiasma la visita a ese lugar donde aún es posible encontrar lo salvaje, aunque concentrado en unas pocas hectáreas. Lo salvaje civilizado. Se alegran de acercar las fieras en peligro de extinción a la cotidianidad de la familia. Planifican bien la salida, que para los destinatarios de menor edad es una aventura grandiosa. Han ido muchos días, pero permanece el entusiasmo y los ‘ohs’ y los ‘ahs’ de la primera vez. Cuando se asoman, el mundo comienza de nuevo. Es como si aún no tuvieran memoria y se alimentaran de la perplejidad. A los padres les emociona la pureza de la mirada y la capacidad de maravillarse sin fin.
Mutilar. Y allí están de nuevo los cuatro. Los niños corren de un lado a otro enloquecidos con una excitación que el tiempo apaciguará. Tienen una lista de favoritos y gritan los nombres. ¡Vayamos a ver los minipimers! Los padres no se resisten. A ellos también les agradan los minipimers. Pese a su reducido tamaño, los minipimers son peligrosos. Las hélices pueden cortar, incluso mutilar. Por eso están encerrados tras unos gruesos cristales. Los visitantes pueden disfrutar de su comportamiento sin peligro de ser dañados. Dotados de una sola pata, pasan mucho rato de pie, sin moverse.
Recinto. La madre les explica, y ellos jamás se cansan de escucharla, historias de la especie: cómo se aparean y lo cariñosos que son con los bebés miniminipimers, pero también los advierte de los peligros de las comunidades grandes, que pueden derivar en matanzas y en cables cortados. A ella le da risa ese momento de terror de los hijos, que enseguida desaparece camino del recinto de los walkmans. Los walkmans bailan y son dóciles, se dejan acariciar, aunque está prohibido abrirlos y sacar las cintas. Los robots aspiradores también son pacíficos. Los consideran algo tontos porque todo el rato tropiezan. Las tostadoras permiten que las toques, si bien hay que evitar las ranuras superiores.
Excusa. Nunca se olvidan de las bestias grandes, de los televisores jumbo, cuya pantalla va cambiando de canal sin desfallecer. Los microondas y las lavadoras les parecen aburridos, no así los frigoríficos, que guardan sorpresas en el interior. Cuando pasan por delante de un edificio con los cristales tintados y con varias X, los niños preguntan qué hay dentro. Los padres inventan excusas. Es la morada de los vibradores y solo se permite el paso a los mayores de edad.
Baño. Llegan a casa rendidos y el baño los adoba definitivamente: se van a la cama sin protestar. La pareja es muy feliz. Madre e hija son idénticas, y lo mismo sucede con los varones. Es algo que les dicen mucho. Son tan tan dichosos que fantasean con tener más descendientes. ¿Otro chico y otra chica? ¿Por qué no? Han ahorrado lo suficiente para la clonación doble. Nada les parece más armónico que encargar a un laboratorio la creación de otras dos personitas exactamente iguales a ellos. Eso sí que es quererse de verdad.