2020: el año del equilibrio
ARTÍCULOS DE OCASIÓN
La noticia de que los jóvenes españoles necesitarían disponer del 94 por ciento de su sueldo para pagar la vivienda tiene diversas lecturas. Los datos del Consejo de la Juventud aclaran que solo el 18,5 por ciento de las personas de entre 16 y 29 años estaban emancipadas en el primer semestre de 2019. A partir de ahí, la encuesta entrecruzaba los distintos parámetros para concluir que la tasa de independencia de los jóvenes españoles es la más baja desde 2002. Lo curioso es que esto ocurre en el periodo en el que más se ha abusado de la palabra ‘independencia’, la vida tiene estas ironías. Donde el informe acierta es en poner el foco en la ecuación entre salario y precio de la vivienda, pues el dato más objetivo es que hoy por hoy un joven destina el 30 por ciento de su salario para pagar el alquiler de una vivienda compartida. Cada 20 años, las personas atraviesan una fase vital. A los 20 comienza la lucha por emanciparse, a los 40 se reflexiona sobre la nueva vida familiar, a los 60 se atisba el porvenir tras la vida laboral. De 20 en 20 años hacemos balance.
Por eso es importante no vivir aislado en la veintena propia. Si uno acompaña a un joven a tratar de encontrar un piso en alguna de las grandes ciudades españolas, amanecerá a un nuevo universo sicodélico. Porque lo que está disponible para su renta son a veces espacios sacados de un trastero, de un escobero, de una buhardilla para gnomos. Está obligado a contar con ayuda y respaldo familiar, lo que ya desvirtúa la idea de emancipación, pues los caseros reclaman garantías y fianzas. Es habitual que si encuentra un piso en condiciones coincida con varios aspirantes, con lo que firmar el alquiler se transformará en algo parecido a una subasta rápida. Sin embargo, por experiencia sabemos que las regulaciones del mercado del alquiler son todas oscilantes, pues al tratar de beneficiar a una parte del mercado, el otro se protege y adopta posiciones más conservadoras. La irrupción en España de las grandes multinacionales del suelo tampoco facilita las cosas. Lo que ha sucedido en Londres, Estocolmo, París o Nueva York era raro que no terminara pasando en Madrid y Barcelona. La vivienda se convierte en un bien de especulación y de lavado y colocación de dinero. Es otra de las formas que adopta un mundo con hipertrofia financiera, las personas son sacrificadas frente a los rendimientos monetarios del capital.
Las soluciones son prácticamente imposibles y esto lo saben los jóvenes, que han adoptado una posición de guerra de guerrillas, tratando de encontrar su lugar en el nuevo mundo sin esperar a que las respuestas lleguen desde el poder político. Los ayuntamientos tendrán que estudiar a fondo las posibilidades, pero si los ciudadanos dan su apoyo a líderes municipales que han vendido el parque de vivienda protegida a fondos buitre tienen mucha responsabilidad en el disparate. La ciudad es el elemento más resonante de nuestra organización social. Quizá porque en la última década hemos vivido un resurgir de los nacionalismos y su poder de conquista emocional, no hemos sabido ver que es en la calle de la ciudad donde se resuelven todas las ecuaciones sociales. El comercio digital, la precariedad laboral, la marginación, la desigualdad, el transporte, la ecología, la educación y la personalidad son aspectos fundamentales que uno aprecia en la calle, sin necesidad de encuestas ni estudios elaborados. La pérdida de importancia de las personas en el modo de organización de las ciudades es la clave fundamental del nuevo orden social. El esfuerzo económico para emanciparse condiciona a los jóvenes, pero el esfuerzo para afrontar una hipoteca condena a las familias, puesto que incide en la formación del hogar y trastoca cualquier idea de tener hijos. La curva de natalidad invoca un futuro gris, pero es consecuencia del modelo económico implantado. Hay que combatir el uso de la vivienda como fondo financiero, la acumulación de pisos. Los más débiles son las primeras víctimas. Hay que actuar para demostrar que la regulación puede salvar vidas, pero con esmero para no desvirtuar la balanza. El mundo es un equilibrio. Este es el año. 20-20.