Los hijos del rabino
ARTÍCULOS DE OCASIÓN
Por desgracia, para muchos españoles, los judíos son una presencia intermitente en nuestra historia. La expulsión dictada por los Reyes Católicos disimuló su absorción en nuestra sociedad y nos alejó de sus problemas posteriores. Tan solo con el estallido de la persecución nazi volvieron a tomar una singularidad perdida para nuestra corta curiosidad. Ignorar el enorme periodo intermedio es una lástima, pues nos convierte en incapaces de entender el vínculo. Quizá de ahí viene el disfrute que siempre encontré en las novelas y cuentos del escritor Isaac Bashevis Singer. Con el tiempo supe que sus dos hermanos mayores, Israel y Esther, también fueron escritores notables. Del primero acaban de publicarse unas memorias de infancia, parte de un proyecto que quedó inconcluso por su muerte temprana. En De un mundo que ya no está, Israel completa la estampa que las novelas de su hermano transmitieron sobre la vida en los shtetl de Polonia y Rusia. Nietos de un rabino notable por parte de madre, fueron criados en un humilde asentamiento polaco en Bilgoraj y luego en la vieja Varsovia. Conocer la vida en esos lugares hace 120 años explica más de la condición judía que muchos de los ensayos posteriores.
El padre de los Singer fue también rabino, pero tan mediocre como bienintencionado. Desconocía el idioma ruso y por ello solo podía aspirar a un puesto modesto, pagado por la caridad de algunos comerciantes locales. Sin embargo, la figura de autoridad que representaba su cargo en la aldea ofreció a sus hijos una perspectiva riquísima que los convirtió en novelistas. A todos, menos al último, Moishe, que cumplió el sueño del padre y se convirtió en rabino a su vez. Sin embargo, los tres mayores fueron escritores de gran talento. Los tres hicieron carrera literaria gracias a contar las cosas que vieron en casa: esos juicios de separación, los arreglos comerciales, las disputas por propiedades, el desfile de personajes complejos y brutales, ridículos y geniales que poblaban ese mundo de marginación y precariedad. Se podría trazar un mapa de su infancia gracias a las primeras novelas de los tres. Isaac, en Satán en Goray, transporta a mitad del siglo XVII las vicisitudes que presenció durante su infancia, cuando la llegada del Mesías era anunciada como la única esperanza cierta de salvación. Su hermana Esther, en La danza de los demonios, cuenta algo parecido, pero desde la visión de una mujer imposibilitada de disfrutar de una vida independiente y creativa. Los hermanos Ashkenazi y La familia Karnowsky fueron la versión de Israel Yehoshua Singer, completada por sus memorias, un volumen delicioso, de lectura feliz y rebosante de escenas memorables.
A menudo muchas personas se preguntan por el nacimiento de la vocación narrativa. Es evidente que la infancia es el pozo sin fondo para la inspiración de un escritor. Allí, la suerte de experimentar un profundo conocimiento de la calle y las circunstancias colectivas se convertirán en un trampolín definitivo. El obtuso rabino que fue padre de los Singer tenía un rasgo positivo. Creía en las personas, en la santidad, por lo cual se llevaba constantes bofetadas de realidad. Esa contradicción, unida a una subsistencia casi milagrosa, colocó a los hijos en un balcón a la vida. La fortuna y su talento permitieron a Isaac convertirse en su exilio en Estados Unidos, entonces generosa con la llegada de inmigrantes, en el escritor fundamental de la literatura en yidis, premiado incluso con el Nobel en 1978. Sus historias de familias, los relatos de la corte de su padre, las vivencias de hermanos y hermanas que pretendían escapar de las limitaciones y, posteriormente, las complejas vidas de adultos que sobrevivieron a la matanza del nacionalismo europeo lo alzaron a una popularidad fecunda, poblada de adaptaciones al cine de sus relatos y de una legión de lectores que todavía no lo han abandonado tras su muerte, de la que el año que viene se cumplirán 30 años. Para Singer, la mayor amenaza a la literatura moderna era no querer entender la riqueza de contar una experiencia singular y caer en la pretenciosidad de generalizar, de acercarse por el método científico de análisis a las personas para refrendar las ideas generales dominantes. Con el tiempo, ese defecto se ha acrecentado, así que los Singer perduran como modelo pertinente y sabio.