¿Qué causa el hastío político en la sociedad?
Como homenaje al divulgador científico Eduard Punset, recuperamos su sección ‘Los lectores preguntan’ en la que abordaba las cuestiones que le planteaban los seguidores de ‘XLSemanal’
Cuando Charles de Gaulle renunció a la presidencia de Francia, en 1969, se refirió a su avanzada edad calificándola como «un naufragio». Durante el discurso de abdicación del Rey Juan Carlos, me acordé de lo que dijo el político francés y no estuve seguro de que el Rey de España no hubiese pensado lo mismo durante los primeros indicios de su salud declinante.
«La gente detesta el pasado inmediato y ansía la llegada de un nuevo orden de cosas»
A estas alturas deberíamos darle al cambio generacional una importancia muchísimo mayor de la que le estamos otorgando. Si hay algo seguro en lo que estamos sintiendo estos días, es que hemos dejado de creer en la edad como un valor. Ahora bien, esto no es nuevo; desde siempre se detestó a los viejos en política y se ansió la llegada de los jóvenes. Entonces, ¿qué cambio se ha producido ahora frente al pasado? Que la gente hoy no necesariamente detesta el pasado inmediato y ansía la llegada de los jóvenes, sino que reclama el inicio de un nuevo orden de cosas.
Y si es así, ¿por qué no se medita sobre de dónde viene el hastío de jóvenes y mayores por la política actual?
Mientras no estaba claro quién era responsable de los recortes económicos -en la gestación de la crisis apenas importaba singularizar la responsabilidad, porque aparentemente no sucedía nada-, la gente no tenía contra quién volverse ni sentía que le atañiera. Vivíamos en el famoso «milagro español», del que ya nadie se acuerda.
Ahora se puede, con razón, echar la culpa a alguien de lo que sucede, pero para ello es muy difícil seguir utilizando argumentos ideológicos. A veces, la culpa está precisamente en el abuso de lo ideológico. Por ejemplo, está claro que no se puede seguir financiando el gasto aumentando el endeudamiento exterior, cuando la deuda contraída excede lo que uno tiene.
«Deberíamos darle al cambio generacional una importancia muchísimo mayor de la que le estamos dando»
Probablemente, las sociedades europeas no han cambiado sus preferencias a la hora de elegir la ciudad de sus sueños o el tipo de trabajo preferido. Pero frente a esas inclinaciones, hay quienes por encima de todo siguen sin querer cambiar de trabajo, de playa o de medioambiente.
Hay, pues, a quienes lo último que se les ocurre es cambiar de ciudad, de formación, de idioma o de tecnología. Esta actitud solo es defendible cuando nada se modifica alrededor; si alguien cambia de oficio por casualidad o por vocación, alguien más se verá obligado a hacer lo mismo.
Es conocida la anécdota de la rana y la mosca posada en su cuello, que permanecían inmóviles en el estanque. Por motivos ajenos a los sujetos implicados, la mosca decidió de pronto echar a volar para proceder a otros asuntos; en décimas de segundo, la rana vio la mosca por primera vez gracias al movimiento; sin este, no habría habido nunca cálculo cerebral, ni vida ni muerte.
Los expertos sostienen ahora que la corrupción es un mal de nacimiento. Es en los países pobres en donde crece la corrupción. Pero en las naciones aisladas de África, en donde no había transporte, tampoco había posibilidades de contratar un medio que trasladara una mercancía de un lugar a otro. Sin transporte es difícil que aparezca una economía productiva.
A veces es el movimiento, más que el pensamiento, el que está en el origen del bienestar. Se ha demostrado con experimentos reveladores, efectuados con determinados animales, que un gran ejercicio físico acababa generando nuevos mecanismos cerebrales que aumentaban la capacidad creativa de la especie.
Sin movimiento, no hay trabajo. Cuántas veces les habré dicho a mis amigos jóvenes: «No paréis». ¡No paréis!