Expertos y no tan expertos

David Trueba

Expertos y no tan expertos

ARTÍCULOS DE OCASIÓN

Una de las oportunidades que abrió la crisis sanitaria en los medios de comunicación fue la llegada masiva de expertos para tratar de explicar la situación. Durante unas semanas, la necesidad imperiosa de certezas nos convirtió a todos en lectores incansables de material científico y técnico. Incluso en la televisión, que es un medio caliente, la gente rechazó las tertulias al uso donde todo se vierte en conflicto y dicotomía inapreciable, para dar paso a un conjunto sosegado de expertos en la materia. Con el paso de los días, el empeño fue remitiendo y ya se atisba que la vuelta a la normalidad es también la vuelta a la trifulca más desatada. Es algo normal. Los expertos, al menos los más honestos, comenzaron a mostrar fisuras al saber que lo que se buscaba de ellos era una verdad incontrovertible. Frente a la espera calmada que necesita toda ciencia para imponer alguna certeza, nosotros exigíamos una inmediata conclusión. Los expertos menos expertos se atrevieron a exponerse. La mayoría de ellos salió trasquilada del intento. A los expertos que optaban por mostrar su talento con modos precavidos y aseveraciones prudentes, los mismos medios los fueron apartando un poco porque daban menos juegos.

Pero expertos siempre ha habido. Yo recuerdo la vergüenza que me produjo asistir en directo por la tele al último intento de golpe de Estado en Turquía. Fue a medianoche y un viernes, lo cual daba espacio para seguirlo con interés. Algunas tanquetas militares ocuparon las calles y puentes, y entonces el experto del Canal 24 Horas español resultó un periodista bragado, que comenzó a decir que los turcos aman los golpes militares y que este iba a triunfar en cuestión de un ratito. Bastaba pasear por canales internacionales para concluir que esas afirmaciones eran inexactas. Entre otras cosas porque ciudadanos turcos salieron de sus casas, caminaron hacia el aeropuerto y rodearon los tanques militares hasta impedir sus movimientos. Aun así, el experto periodista seguía insistiendo en que el golpe triunfaría y los militares derrocarían a Erdogan. Empecé a divertirme con el disparate, que era un fraude mental en toda regla. Erdogan paró el golpe, arrestó a los militares sublevados y procedió al descabezamiento de funcionarios más grande de la historia del país. Eso sí, el experto periodista estaba al viernes siguiente en la misma cadena repartiendo necedades sobre cualquier otro conflicto.

Más recientemente sucedió que tras los incidentes en Venezuela, Bolivia, Ecuador y Brasil, leí a un notable escritor latinoamericano que resumía los problemas de ese continente de manera somera. Para él, el ejemplo del buen hacer era Chile, una democracia perfecta y avanzada, con unos índices económicos estupendos. Pues bien, tres días después, Chile ardía con la excusa de una subida del viaje en metro. En breves semanas de protestas ciudadanas conocimos el grado de privatización de su sanidad y educación, la enorme desigualdad, el descontento civil, la marginación y la sensación de estafa de tantos y tantos chilenos. Tanto que la única manera de frenar la degradación ha sido redactar una nueva Constitución para el país, nada menos. Eso sí, el experto al día de hoy no ha pedido perdón por su apreciación totalmente errónea.

Todos nos equivocamos, pero es bueno asumirlo y disculparse. Los medios de comunicación no son libros científicos, sino apresurados recuentos de lo sucedido. A partir de datos, son los lectores quienes tienen que ir conformando una visión más general. Pero un cierto tiempo dotará a todo conflicto de una estampa más certera. Por eso los expertos, cuando funcionan como analistas de sucesos inmediatos, aparentan estar superados. No se obtiene de ellos lo que se busca cuando se los pone a trabajar sobre la inmediatez. Hubo un momento en plena crisis que parecía que los científicos se iban a dejar dividir como tantos tertulianos por las trincheras partidistas. Que iban a sacar los tubos de ensayo para atizarse en nombre de las siglas de los partidos en liza. Por suerte, los expertos más inteligentes se dieron cuenta de que ese no era su circo, recogieron los apuntes y volvieron a sus laboratorios a estudiar. La ciencia se hace en otro sitio más calmado, como va a demostrar la tarea de dar con una vacuna. Ese repliegue fue tan estratégico como inteligente. Que tengan suerte en su labor seria.

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