La verdad de las mujeres
La verdad de las mujeres
ARTÍCULOS DE OCASIÓN
Una conversación me trajo al recuerdo a la actriz Pascale Ogier. Para quienes recuerden aquella película de Éric Rohmer sobre las complementariedades y caprichos del amor, que se tituló Las noches de la luna llena, quizá pongan precioso rostro a la joven actriz, que murió el día antes de cumplir los 26 años. Su madre, Bulle Ogier, sí ha sido una presencia constante en el cine francés, aunque sus grandes éxitos sean la película de un suizo Alain Tanner, La salamandra, y la inmarchitable pieza de un español, El discreto encanto de la burguesía, de Luis Buñuel. Curiosamente, en esos mismos días, cayó en mis manos un libro de memorias escrito por Bulle Ogier junto con Anne Diatkine que se titula J’ai oublié. Ese título, que pretende invitar a rememorar lo que uno ha olvidado, resulta complementario de aquel invento de Joe Brainard que prolongó Georges Perec bajo el formato de Yo me acuerdo, y que ha dado pie a una serie de evocaciones que terminan por encerrar vidas completas en formato literario. En el caso de Bulle Ogier hay un esfuerzo desmedido por quitarse importancia y relevancia y concede al olvido el gran protagonismo. En realidad, el olvido no resulta ser más que un azaroso recurso que poseemos los humanos para cubrir zonas oscuras y dolorosas de nuestra biografía y permitirnos, gracias a ello, seguir avanzando, indómitos, curiosos, resistentes.
La sorpresa es que el libro de Bulle Ogier resulta emocionante y esclarecedor. Es la aproximación menos épica a la profesión de actriz que he leído últimamente. Hay que tener mucho talento para establecer una relación ligera con los propios éxitos, muchos determinados por estar en el lugar adecuado en el momento justo, más que por poseer unas dotes memorables o un talento supremo. Las relaciones personales, que es un aspecto del que muy poca gente se atreve a hablar cuando repasa sus hitos profesionales, resultan fundamentales en la carrera de un intérprete y me temo que también de la mayoría de los oficios. Bulle Ogier cuenta con gracia y pasión cómo ha vivido un extraño matrimonio irrompible con el director Barbet Schroeder, pero también su amistad con Rivette, sus coincidencias con Godard y un vecinazgo discreto con la oficina de la productora de las pequeñas películas de Rohmer, que fueron diminutas muchas veces, pero a las que el tiempo engrandece por su transparencia. La ausencia de su única hija planea sobre el relato, que nace ya de un origen familiar tremebundo, con un padre millonario y fascista que en la única comunicación directa que Bulle recuerda haber tenido con él la obliga a renunciar al apellido si va a dedicarse a ser actriz.
Esa búsqueda de un nombre artístico le permite recuperar el cariñoso mote de infancia, porque bulle, en francés, quiere decir ‘burbuja’. Pero entre los recuerdos entrañables y divertidos asoman dos olvidos brutales en su propia biografía de mujer del siglo XX. Las dos violaciones que padeció. Ambas por parte de personajes que representaban formas de autoridad: un policía y un médico. La violación por parte del doctor es aún más cruel si cabe que el abuso violento del policía, porque se produce en el instante anterior a someterse a un aborto, que ese mismo médico le practicará tras aprovecharse sexualmente de ella. A algunos les cuesta demasiado enfrentarse con la verdad de las mujeres, por eso se agradece tanto el relato de lo que han tenido que pasar todas ellas a lo largo de los tiempos. Bulle Ogier formó parte, claro está, del valeroso grupo de mujeres francesas que al comienzo de la década de 1970 utilizó su fama y su relevancia para posicionarse en defensa de la legalización del aborto y la igualdad femenina. Puede que la búsqueda de la libertad siempre alimente una biografía dolorosa, pero mucho más dramáticos son la sumisión forzada, los silencios inducidos, la mentira sostenida en el tiempo. Por eso resulta tan estimulante leer este He olvidado, de Bulle Ogier, precisamente porque conviene recordar algo más que la letra mayúscula de la Historia, el balance de los éxitos de algunos personajes relevantes y las grandes fechas bélicas. A veces la vida real avanza en sordina, armando un escándalo formidable.