Toparse con un ser humano

ARTÍCULOS DE OCASIÓN

Hay gente que cuando se topa con un ser humano se lleva un susto del demonio. No están acostumbrados. Yo tengo dos amigos, por ejemplo, a los que me paso defendiendo a todas horas. El resto de la gente solo ve en ellos los defectos, que son tan ostensibles que carece de mérito detectarlos. Las virtudes, en cambio, están tan ocultas y enmarañadas que es un placer dedicar el rato a desvelarlas. Supongo que en eso consiste la práctica de la amistad, porque el resto de exhibiciones son casi oportunistas. Pero la amistad es algo que está desactivándose entre los humanos, supongo que por la eclosión de numerosas burbujas y el empeño en vacunarnos contra la vida sensitiva. Hace poco sucedió tras morir Maradona. La cantidad de necrológicas fue abrumadora, pero entre ellas pocas podían establecer una distinción entre la persona y el personaje. Maradona fue un ente ficticio cuyas amistades demasiadas veces eran interesadas y ocasionales. A Maradona nadie le podía negar la entidad de símbolo de la clase obrera, pero se le reprochaba ser un drogadicto y un maltratador. ¿Hace falta expedir certificado de buena conducta junto a la evaluación de los méritos?

Porque, vamos a ver, Maradona era admirado en gran medida porque era autodestructivo. No conozco a mucha gente que vaya mitificando por ahí al oficinista que llega siempre puntual al trabajo. Mucho menos al padre de familia que cada día lleva a sus hijos al colegio porque le gusta disfrutarlos en la mañana cuando están frescos y comunicativos. A esos comportamientos ya se les supone reconocidos por el entorno familiar, qué buen yerno me ha tocado. Pero nadie les pinta un mural en la fachada ni se les inventa un biopic para Netflix. Fuera de la familia admiramos otras cosas. Jugar bien al fútbol está al alcance de pocos, pero darles triunfos a los equipos de tu vida es algo que no dejaremos nunca de agradecer. Si además la persona de talento lo desperdicia, lo derrama sin tiento, lo desparrama a capricho, lo encontramos adorable. Porque comportarse bien, esto lo sabemos íntimamente, es una forma de cobardía. Cumplimos con ello porque no estamos seguros de tener el talento suficiente para resistir en la vida siendo unos ‘pérdulos’, unos gañanes y unos soberbios.

Lo ratero de nuestra forma de valorar a los demás consiste en contraponer sus virtudes con sus defectos. Como si los defectos no fueran algo humano, lo más humano de todo. Decía Baroja que cuando alguien declara que ama a la Humanidad es porque no se siente capaz de amar a una sola persona. Y en esa exageración andamos, reclamando que la gente sea como los santos de la Iglesia, personajes sin tacha. A cualquiera que tenga un grado de decencia le parecerá normal que los tipos que nos cruzamos posean un lado oscuro, algunos defectos y ciertas transgresiones de la moral. Más que nada porque nosotros también los incluimos en el paquete de fábrica, por más que intentamos esconderlos de la vista general. Esta obsesión por ser perfectos nos retrotrae a esa época nefasta en la que los próceres exhibían sus virtudes públicas mientras en privado cedían a todos los vicios imaginables y a algunos imposibles de imaginar. El problema de las redes sociales es que han pretendido hacer negocio de ampliar el ámbito de nuestra intimidad a lo social. Nos hemos autocolocado en el escaparate. Así, incluso los famosos, que son idiotas por definición, se han convertido en paparazzi de sí mismos y cuelgan fotos con su pareja y con sus hijos, para ahorrarles los gastos salariales a los empresarios del cotilleo. Creen que por hacerlo voluntaria y controladamente, además de monetizar esa exposición, lograrán que la plebe solo conozca de ellos su lado bueno, su fotogenia y sus virtudes familiares. Pero la puñetera vida está conformada de otra manera, para darle altavoz al consolador deterioro de los astros, la decadencia de los bellos y el empobrecimiento de los ricos. Eso nos atempera la rabia. A un ser humano se lo reconoce porque requiere un esfuerzo quererlo. Para lo otro ya tenemos un perro o un canario. A ver si nos vamos enterando.

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