García Abril, autor musical

ARTÍCULOS DE OCASIÓN

En una de esas extrañas coincidencias, el día de marzo en que falleció el músico Antón García Abril se publicó la sentencia que absolvía de todos los delitos al presidente de la Sociedad de Autores, Teddy Bautista, y a sus más próximos colaboradores. Aparentemente ambas noticias carecen de relación, pero trataré de explicar por qué la tienen. García Abril pertenecía a una generación de músicos con formación clásica que encontraron en la España de los años 50 algo parecido a lo que encuentra hoy un músico de esas características. Un erial cultural, con ciudadanos carentes de formación y los medios de masas cerrados a su expresión artística. Por ello, tras prolongar sus estudios musicales en Alemania, García Abril volvió a casa y encontró acomodo en la industria audiovisual española. Primero como músico de referencia de muchas series y programas producidos por TVE. Entonces sí, la televisión pública, única en la nación, dedicaba una parte importante de recursos a programas formativos y algunas formas de entretenimiento sofisticadas. El cine también significó para García Abril una línea de supervivencia y compuso muchas y variadas bandas sonoras. Pese a que probó la ópera y las composiciones de música clásica, fueron estos trabajos de acompañamiento de imágenes los que le permitieron ganarse la vida de manera aseada.

La toma de la Sociedad de Autores siempre nos hizo sospechar a todos. Fue una mañana y se anunciaba en los periódicos desde días antes porque se habían filtrado los planes desde los juzgados. La SGAE se había convertido en una institución odiada por los medios y los políticos. Su posición frente a la piratería, nunca explicada con sosiego y pedagogía, le granjeó, además, un enorme rechazo social. Mariano Rajoy se presentó a las elecciones con la idea de destruirla y casi lo logró al anular la cuota por copia privada, que hubo de recuperar por exigencia de las autoridades europeas. Pero, antes que él, el Gobierno socialista de Zapatero, para ganarse al pueblo y sus amigos en las cadenas de televisión, toleró la toma por la Guardia Civil de la institución. Pese a que las puertas de la sede estaban abiertas de par en par, el comando decidió saltar la valla para que lo grabaran así los noticiarios, avisados con antelación. Aunque es muy posible que los dirigentes de la sociedad fueran culpables de ciertos asuntos, el sumario que alimentó durante años el juez Ruz se fue diluyendo. La acción judicial quería dar un escarmiento a la odiada SGAE por exigir la persecución de manteros y piratas informáticos, que contaban con la simpatía de clubes de internautas, empresas tecnológicas y otras asociaciones caritativas. Pero quizá esa ceguera judicial ha sido la que ha llevado el caso a la absolución de los investigados, porque para acusar a alguien hay que tener pruebas sólidas y no tan solo animadversión personal.

El vínculo entre ambas noticias es muy sencillo. Cuando García Abril compuso las bandas sonoras de películas como Sor Citroën o Vente a Alemania, Pepe, cobró un salario modesto, adecuado a producciones nacionales. Sin embargo, esos dos clásicos del cine comercial español pasaron de las manos de los productores originales a un fondo de catálogo que los comercializa en la televisión. Cada vez que se programan en Cine de barrio, que es constantemente, ese fondo recibe un pago que no comparte con nadie de los que hicieron posible la película. Es tan sólo la Sociedad de Autores la que se encarga de recaudar una pequeña cantidad directamente de la cadena en compensación para el músico, el director y los guionistas. De esa cantidad, una vez descontado el porcentaje de administración, esos profesionales reciben una liquidación anual. Por eso, cuando esas películas pasaban por televisión, García Abril veía mínimamente compensados sus esfuerzos y su talento. Contra eso era contra lo que querían atentar quienes convirtieron la Sociedad de Autores en un enemigo de los ciudadanos de a pie, gracias a un engaño masivo colosal. Hoy, la institución está tocada y medio rota. Ojalá que, por la memoria de García Abril, los músicos y profesionales que trabajan calladamente merezcan seguir cobrando unos euros, aunque sean mínimos, cuando se explote su obra en el tiempo. De no ser así, esto será una doble necrológica.

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