Libertad: nueva definición
ARTÍCULOS DE OCASIÓN
Nada más comenzar el confinamiento, hace ya un año, se produjo el error conceptual. Un montón de gente comenzó a percibir las medidas de emergencia sanitaria que obligaban al confinamiento como una pérdida de libertad. Recuerdo que en las entrevistas a famosos siempre se hacía la misma pregunta: ¿cómo llevas la falta de libertad? Qué error inmenso el de identificar la libertad con el movimiento físico. La libertad está en otra parte, sobre todo en la posibilidad de vivir de acuerdo con tu modo. Lo más grave que sucedió en el confinamiento no fue la reducción de movimientos, sino el enorme riesgo para las vidas de algunos, provocado por no tener un sistema sanitario capaz de encarar la magnitud del desafío. Para empezar, los ancianos en residencias fueron quienes padecieron la máxima deficiencia en su libertad. No pudieron ser tratados de la enfermedad y murieron de manera masiva. Hasta el día de hoy asombra que nadie haya querido profundizar en una investigación sobre esos sucesos. Eso es falta de libertad, que una persona por estar disminuida en sus capacidades fuera marginada por el sistema. La otra gran falla de la libertad durante el confinamiento fue la escasa dotación para salvaguardar a los sanitarios. Aquello desencadenó contagios masivos entre quienes más necesitábamos en primera línea.
Carecer de libertad es ser hacinado en urgencias, sin cama ni respirador, a la espera de que el contagio haga contigo lo que quiera. Esa esencia de la libertad que es disfrutar de un sistema de protección igualitario y sostenido fue la estampa de un fracaso. Y, sin embargo, nadie pronuncia la palabra ‘libertad‘ al referirse a aquello. Poco a poco los contagios fueron bajando y, pese a que las muertes se han sostenido en números escalofriantes, la percepción de la enfermedad dejó de ser trágica. Durante meses hemos tenido los mismos muertos diarios que el atentado más grande sufrido en nuestro país y pese a todo la idea de libertad seguía empantanada en otra parte. Y así se ha consolidado. ‘Libertad‘ se traduce por libertad de movimientos. Por ello, en casi todos los países ha acabado por establecerse una rivalidad política que ha sustituido a la ideológica. Se trata de enfrentar a aquellos que aprueban restricciones médicas con quienes abogan por primar la actividad económica. En algunos lugares da la sensación de que las elecciones se dirimen entre hosteleros contra sanitarios. Y esto es algo ridículo, aunque lo más ridículo de todo sea que en mitad de esa estúpida trifulca, la palabra ‘libertad‘ ha cobrado un nuevo significado.
Hace mucho tiempo que las ideas reaccionarias se apropiaron de la palabra ‘libertad‘. Hace años todos los grupos terroristas se tildaban de ‘frentes de liberación’. Una vez desactivado ese engaño, la empezaron a utilizar aquellos que sostenían que había que exigir libertad para que los ciudadanos pudieran elegir el colegio de sus hijos y sus médicos. La realidad era la contraria. Este grito de libertad era pronunciado por aquellos que tenían más dinero y mejor estatus. De este modo reafirmaban que su libertad se la habían ganado por sus posibles económicos. Sin embargo, la gente necesitada no podía aspirar a esa libertad, pues era una virtud que se pagaba en metálico. A partir de ahí, las vicisitudes de la palabra ‘libertad‘ en nuestro lenguaje coloquial han sido muy variadas. Se ha acabado por agotar el valor incluso de la demanda de libertad de expresión porque algunos afirman que ese derecho justifica el insulto, la amenaza y la acusación falsa. Poco a poco incluso los negacionistas del Holocausto o los terraplanistas se parapetan detrás de la libertad para sostener lo que sostienen. Y es exactamente lo contrario, pues libertad es sinónimo de verdad. Y así la palabra ‘libertad‘ ha sido manipulada como una comida preparada que, en el proceso, ha perdido su sustancia y la esencia de su origen. Puede que lleve el nombre en la etiqueta, pero no es libertad. El error se prolongó al identificar restricciones sanitarias con falta de libertad. Tan estúpido como decir que un semáforo te roba la libertad. No, la falta de libertad se transparenta en el riesgo desigual de unos y otros. Es muy fácil sentirte autorizado a hablar de libertad cuando no padeces la angustia y el miedo.