El hotel de las siete diferencias
ARTÍCULOS DE OCASIÓN
Mucho se ha hablado ya sobre los jóvenes que pasaron varias jornadas confinados en un hotel de cuatro estrellas en Mallorca a causa del brote de coronavirus. Su sonada protesta, con daños al recinto y una rebeldía comprensible, tuvo eco y resultado. Resulta complicado para los medios de comunicación visualizar a aquellos jóvenes que no responden al perfil de ‘botellonero’, problemático o imbécil. Cuando visito algunos institutos por el país, hay muchos jóvenes valiosos, inteligentes y sosegados de cuya existencia no tenemos apenas noticia. Siempre me pregunto por qué ellos no tienen la presencia que merecen. Los confinados en el hotel que protestaban por las restricciones a su libertad, palabra que se usa ya con tal frivolización que ha pasado a significar otra cosa, lograron que sus padres se movilizaran y pusieran a trabajar a los abogados. A las pocas horas, un juzgado de Baleares ordenó la inmediata liberación de los confinados. Se fletó un barco para repatriarlos, dicho sea irónicamente, y lo gracioso fue que al llegar al puerto de Valencia algunos de los jóvenes se quejaron de que durante la travesía no se guardaron las distancias de seguridad ni nadie parecía velar por las medidas sanitarias. Es decir, que, como sus mayores, también ellos protestan cuando las medidas sanitarias los perjudican, pero las exigen si van en su beneficio. Bonita educación les estamos dando desde el poder político. Así se escribe la historia de este proceso de infantilización en el que vivimos. No en vano, vamos a ver ganarse muchas campañas electorales con reivindicaciones igual de caprichosas e inconsistentes. Después del lema de ‘mi país, primero’, ya estamos un escalón más abajo: ‘yo, el primero’.
El brote epidémico tocó a los estudiantes como podía haber salpicado a otra fiesta masiva de torneros fresadores o escritores en feria. En esto sí que existe una cierta injusticia, pues los jóvenes tan solo se apuntaron a las actitudes que los mayores les dictan desde las tribunas políticas y lo hicieron sin el escudo de la vacuna. Si sintieron que la pandemia había terminado fue, seguramente, porque percibían ese mensaje desde las autoridades. Pero todo esto no deja de ser una anécdota que, por suerte, ha causado más risas y memes que otra cosa. Verlos saltar de balcón en balcón en el hotel y comprar tabaco y alcohol que subían en bolsas con cuerdas desde las ventanas no deja de incidir en el ingenio y la autogestión de los que son capaces muchos jóvenes cuando se trata de pasarlo bien. Es un talento nacional, para qué vamos a negarlo. Sin embargo, donde convendría establecer una comparación clarividente es con la distancia de trato mediático que se ha dado a este confinamiento de un par de días en un hotel de cuatro estrellas frente a la larga detención de inmigrantes en Canarias y Ceuta, que ya se prolonga por meses sin que se ofrezca una solución de traslado claro. Sorprende el doble rasero, incluido el judicial, que se aplica en dos casos similares, algo que viene a confirmar un dicho que ya está extendido por toda Europa: trata mal a un nacional y te criticarán, pero trata mal a un inmigrante y te ascenderán.
Sería fantástico que los chicos que han visto retenidos durante unos días a sus pares, estudiantes españoles, con todas las atenciones mediáticas y políticas a su favor, percibieran las distancias frente al trato a los jóvenes que llegan de otros países tras una travesía demoledora. Sus medidas de internamiento son penosas. Ellos aceptan con fatalidad su destino, a la espera de que se resuelva una libertad condicional que les han arrebatado sin que haya presión por restituirla. Es verdad que, por lo general, los inmigrantes agradecen el hospedaje y no destruyen a su paso las instalaciones, por precarias que sean, ni que tampoco provocan muchas escenas de anarquía y protesta. Solo cuando te quitan un día de libertad puedes apreciar lo que significa que te la quiten por meses, por años. Quizá los estudiantes consideran que su pasaporte español les da derecho a un trato preferente, pero prueben a imaginar que vinieran de otro lugar un poco más al sur, catarían lo que es, de verdad, el desprecio, el autoritarismo y la crueldad.
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