Tripa Advisor
PALABRERÍA
Descrédito. Hartos, desmoralizados, vapuleados, los restauradores, cocineros y camareros decidieron contraatacar, así que ficharon a unos profesionales para crear una red social alternativa a las webs que juzgaban sus trabajos y propiedades. De nombre Tripa Advisor, se inspiraba en esa página en la que cualquiera, sin pruebas, podía inventar ratas, comida ultrajada, servicio enojoso y cualquier otro descrédito que contribuyera a la vergüenza pública y a espantar a futuros clientes.
Antipático. No eran tan ingenuos de pensar que solo comensales con mala fe estaban detrás de las prácticas difamadoras, puesto que muchos de los comentarios destructivos eran de los propios compañeros, de otros restauradores, cocineros y camareros, individuos movidos por la envidia, el odio o el despecho. En este caso, rata sí comía rata. El origen del mal era el anonimato, puesto que no se necesitaba una identificación veraz para vomitar injurias. Así, lo primero que decidieron fue que las acusaciones se firmaban y se señalaba desde qué restaurante se hacían, asumiendo el riesgo de ser calificado de local antipático y vengativo.
Ruleta. En Tripa Advisor se denunciaba a los abusones: comenzaron por una lista de practicantes de eso que en el oficio llamaban el no show, gente que tras hacer una reserva decidía no ir. Era una práctica común, letal e incomprensible. El perjuicio era gigantesco, con mesas vacías que podrían haber sido ocupadas si los impresentables –los que no se presentaban– hubieran llamado para cancelar. Se planteaban fórmulas combativas, como cobrar un depósito y, en el caso de ausencia, quedarse con el importe. Para los establecimientos pequeños y económicos era una complicación logística y desincentivadora. Los viciosos del no show eran capaces, por ejemplo, de pedir mesa en varios lugares una noche de sábado y dejar colgados a todos menos a uno. Otra manera de jugar a la ruleta rusa.
Sexista. Los maleducados y los quisquillosos también tenían su espacio. Los que daban palmas o chasqueaban los dedos o gritaban «nene» o «nena» para llamar al camarero o la camarera, los que lanzaban comentarios sexistas a las trabajadoras, los que pedían los cafés con tantas especificidades que eran imposibles de recordar o de complacer, los que llegaban vestidos como si estuvieran en la playa o en la piscina, los que hablaban con voz estentórea como si fueran antiguos terratenientes, los sin («esto me lo pones sin…») y los con («esto me lo pone con… ¡y a ver si no me lo cobras!»), los que dejaban los baños como si hubiera pasado un brontosaurio, los que exigían que los invitaran a chupitos, los que se molestaban si el chef no salía a hacer parabienes y los que amenazaban con comentarios desfavorables en las redes sociales si no tenían un trato preferente.
Manaza. La cosa comenzó a torcerse con las revanchas: restauradores, cocineros y camareros criticaban a otros restauradores, cocineros y camareros. Que si en la axila del maître hay un bosque húmedo, que si esa idea-es-mía-y-me-la-has-
Médula. Poco a poco, el sentido original de Tripa Advisor se desvaneció para pasar a convertirse en un campo de batalla, minas, tanques y morteros entre profesionales de la hostelería. Y los clientes, en sus sillas, contemplando, muy entretenidos, cómo se sacaban ojos, carrilleras, pulmones, criadillas, hígados, médulas y tendones, y se los tiraban los unos a los otros.