¿Es el ‘true crime’ tan ‘true’?

ARTÍCULOS DE OCASIÓN

El otro día, un amigo que trabaja para una plataforma televisiva me contó que uno de sus jefes está obsesionado porque la ideología izquierdosa no se filtre en sus producciones. Al parecer, le irrita que las ficciones televisivas retraten a los pobres como personajes positivos y a los ricos como los malos de las historias. Según él, esto es algo intolerable y que delata la ideología comunista de los creadores. Me hizo reír durante un rato la anécdota. Entre otras cosas porque está bastante alejada de la realidad. Lo más habitual en las ficciones es ubicar el mal entre las capas desfavorecidas y convertir en sicarios del crimen a los pobres y extranjeros, casi siempre perseguidos por policías, periodistas, médicos y jueces honestos. Se confirma que cada cual ve lo que quiere ver. Sin embargo, cuando uno analiza las modas audiovisuales, no puede dejar de lado la influencia ideológica que transmiten. Los españoles se enfrentan casi de manera obsesiva a la vida retransmitida desde la perspectiva norteamericana. Los hospitales de urgencia, los juicios, las oficinas policiales y hasta los colegios son representados en España como groseras imitaciones de los modelos norteamericanos. Nada de institutos públicos y centros de salud de cercanía, no, aquí todo parecen ser colegios privados elitistas de uniforme, juicios espectaculares y hospitales con equipos médicos que pululan a velocidad de vértigo por los pasillos. Me temo que el drama sanitario español no es fotogénico, consiste en una persona con alguna dolencia que acude a la ventanilla y le dan cita para dentro de cinco meses debido a la precariedad de medios y personal. Con eso, poca película de acción vas a hacer.

Pero, dentro de esa patética imitación de la narrativa norteamericana, el género del true crime está de moda. Tiene sentido, pues el morbo criminal es un alimento del espíritu. El máximo peligro es que puede terminar por infundir miedo en la sociedad. La expansión del discurso criminal hace que florezcan las angustias de la gente. En muchas ocasiones, el discurso sobre las violaciones transmite un deseo enorme de amedrentar a las mujeres y chicas jóvenes sobre su libertad de movimientos y horarios, sobre su concepto de la sexualidad y el dominio de su propio cuerpo. El relato criminal, como ya pasaba en los tiempos de la dictadura con el exitoso periódico El Caso, viene a trabajar para la represión a veces sin saberlo. Como hay tanto peligro ahí fuera, acepto el control estricto de los agentes del orden. El true crime recibe ese nombre porque aplica la lógica de la ficción a casos reales. En algunos ejemplos, la calidad de los productos es tan buena que provoca escalofríos. En la producción catalana Crims, los cuatro episodios donde se cuenta el famoso crimen pasional entre agentes de la guardia urbana barcelonesa te llevaban a preguntarte si de verdad se realizan los exámenes psicotécnicos en el cuerpo con el debido rigor. Es una excepción de alta calidad, pero en la mayoría de los casos nos quedamos siempre en la anécdota criminal y no queremos ver ese otro fondo oscuro social.

Lo terrible de que nos convirtamos en espectadores tan aficionados a la crónica de delitos relevantes es que acabemos por sentir que vivimos en un país peligroso y descontrolado. Que esta afición por el morbo nos amedrente y nos confunda para optar por el autoritarismo. Para hacernos una idea del absurdo de vivir atemorizados por el crimen en nuestro país, basta saber que entre enero y junio de este año en Madrid ha habido 14 homicidios y en Barcelona 16. Por poner este dato en perspectiva, basta decir que solo en octubre de este año, en la ciudad de Los Ángeles, hubo 350 asesinatos. Con este dato en la mano se entiende que los norteamericanos fabriquen constantemente películas y series sobre pistolas, delitos y crímenes. Que lo hagamos nosotros delata nuestro perfil sumiso e imitativo, nuestra falta absoluta de personalidad y el liderazgo cateto de quienes están al frente de nuestras divisiones locales de producción. Eso sí, en caso de que la receta logre inocular miedo en la sociedad para aceptar con euforia todos los recortes de libertades y convivencia sana, entonces habrá que felicitarlos por su gran trabajo.

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