La promesa de la piruleta

David Trueba

La promesa de la piruleta

ARTÍCULOS DE OCASIÓN

Si uno pretende analizar el funcionamiento de una vertiente de la política durante la última década, llegará a la conclusión de que el último resquicio de esperanza reside en la honestidad personal. La de muchos individuos que siguen lanzándose a la arena pública con los ojos limpios, los bolsillos cerrados y una resistencia heroica a la corrupción. De ellos dependen muchos de nuestros sueños futuros y ojalá que tengan suerte en su trabajo. Por desgracia, algunas desviaciones se han convertido en la mecánica habitual. La más trascendente es la que tiene que ver con el cambio de orientación del voto de las clases trabajadoras más precarias y desfavorecidas. El descrédito de toda lucha colectiva ha conducido a los ciudadanos a apenas reconocerse en ninguna agrupación, salvo las de ruptura radical. Esa estrategia de desunión ha sido exitosa, no podemos negarlo. Para ello, ha sido necesario también que irrumpiera el dominio de la comunicación virtual, que ha fabricado burbujas. Bajo la burbuja y tras la tanqueta del móvil, todos respondemos a un mismo patrón de conducta: desconfianza en el otro, aislamiento, rencor, demanda de protección permanente, cobardía. La acumulación de todos esos defectos nos dibuja como incapaces de aplaudir los acuerdos, los pactos, la suma. Esa actitud fuerza a la política actual y la pervierte en su finalidad, que no sería otra que encarar los problemas con madurez y búsqueda de soluciones. Bien al contrario, los políticos parecen impelidos por sus seguidores a buscar el enfrentamiento y la confrontación con cualquier rival incluso dentro de sus siglas.

Para entender la transformación de las clases desfavorecidas, hay que estudiar cómo la corrupción ha funcionado del mismo modo que una telaraña. Aparenta protegerte, es invisible, te hace sentir partícipe, pero en la realidad solo ha sido montada para atraparte. Conviene ver un ejemplo para no pensar que hablamos sobre una abstracción. El triunfo de Esperanza Aguirre en la Comunidad de Madrid necesitó de una repetición electoral por causa de la deserción de dos diputados electos de la oposición. A partir de ese momento, la credibilidad de sus rivales quedó dañada, sin que nunca se llegara a saber a ciencia cierta la causa de aquella oportunísima traición. A partir de ahí, el trabajo desde el poder consistía en vaciar de contenido social toda la acción de las agrupaciones vecinales y obreras que rodeaban el extrarradio de la gran capital. Por una vez funcionó el mecanismo opuesto al habitual, el poder se esmeró en desinflar la acción vecinal de la periferia. Para ello había que ofrecerles caramelos. Ahí es donde la política se revela como un juego de infantilización asombroso. Esos caramelos tenían formas muy sugerentes. Era una ampliación del metro a las barriadas sin reparar siquiera en que, como en el caso de San Fernando de Henares, se haya provocado la ruina de cientos de familias, pues la chapuza y precipitación causaron grietas y derrumbes en viviendas. El nulo interés por la planificación cuidadosa se debía al diseño estratégico, trazado sobre ecuaciones electorales de enorme urgencia.
En esa misma dinámica se desprestigió el tranvía de Parla, una de las pocas infraestructuras sociales que generó ventajas para una población masiva. En cambio, el tren ligero a los barrios altos es un desastre vacío y con poca utilidad real. Ahora se ha sabido que otro trazado acometido como promesa de campaña para seducir a la clase obrera de Móstoles fue una patraña. Allí, al no lograr implicar al Estado en costear la obra, la propia Comunidad puso en marcha el proyecto para llegar a tiempo a las elecciones decisivas. El tren que iba a unir Móstoles con Navalcarnero está abandonado y va a costar más de 160 millones de euros a los madrileños entre intereses y retrasos de pago a la constructora. No hace falta añadir que esa constructora fue una de las piezas claves en la financiación ilegal del partido, ahora juzgada en fascículos muy tristes. Esos núcleos de población humilde se han ido tragando pamemas tan costosas como las radiales, carreteras quebradas que costaron miles de millones. Pero el efecto de la promesa funcionó como una piruleta para un niño en el día de las elecciones. Un falso espejismo de fortuna que poco a poco se resquebraja.
"firmas"