Próxima lucha: videntes contra abogados

David Trueba

Próxima lucha: videntes contra abogados

ARTÍCULOS DE OCASIÓN

En alguna ocasión, por motivos de trabajo tuve que indagar sobre las actividades de videntes y demás consejeros esotéricos. Casi siempre me encontré con un mundo turbio, poblado de personajes carismáticos, atrevidos y sin demasiados escrúpulos. Sin embargo, nunca hay que perder de vista la necesidad que tienen muchas personas de creer en algo y, puestos a ello, las predicciones, la futurología y demás contactos con el mundo oculto no son las más descabelladas. Para ciertos historiadores, el desarrollo de las civilizaciones ha estado siempre muy ligado a sus supersticiones. Las sociedades avanzan transformando sus creencias trascendentes y quien se queda anticuado en ese campo suele perecer arruinado. Así, algunas tribus sensibles y avanzadas fueron incapaces de resistir a los invasores pese a contar con muchos más soldados dispuestos a luchar. Tenían en su contra que aún consultaban a astrólogos y videntes para tomar sus decisiones militares y muy a menudo terminaban arrasados y sometidos. Civilizaciones que hoy nos causan asombro por su capacidad artística perecieron por basar su destino en lo que dijeran los sacerdotes de la tribu en lugar de fiarse por algo más cercano a lo que llamamos el sentido común y la estrategia militar. Las religiones, cuanto más prácticas y flexibles, mejor han evolucionado, transformando sus dogmas y supersticiones en versiones renovadas acordes con la nueva ciudadanía.

Dentro de esa cruel pero bien interesante historia de las supersticiones, llegamos al tiempo actual donde a la tecnología punta le compite todavía una serie de elementos excéntricos. Incluso las televisiones encontraron un filón en las horas nocturnas para poblarlas de seductores videntes y futurólogos con los que atraer a seres vulnerables y desamparados. Sorprende su presencia algo acartonada en una era de tanto escepticismo, pero si triunfan y abrillantan el negocio es porque los individuos siguen muy perdidos y necesitan guías en el desconcierto. Quizá las cosas puedan estar cambiando tras otra nueva condena a una vidente por su ascendencia sobre una cliente. Al parecer, una profesional de Barcelona consiguió sangrarle más de 40.000 euros a la persona que recurrió a sus consejos haciéndole creer que estaba en peligro de muerte. Visto el negocio, incluso prometía salvar a sus perros de la desgracia inminente, y todo bajo el pago puntual de cantidades que resultan pornográficas. Los jueces han condenado a la vidente a más de dos años de cárcel en lo que puede sentar un precedente peligroso para un oficio que se mueve en el hilo entre el timo y la magia. Recientemente se estrenó una película sobre el asesinato de uno de los miembros de esa familia peculiar apellidada Gucci. En aquel crimen también fue condenada una vidente a casi 30 años de cárcel por utilizar su ascendente emocional para planear el asesinato.

Ahora que el mundo se judicializa, podríamos encontrarnos con que los videntes tengan que limitar sus acciones por una retahíla de contratos plenos de cláusulas y precisiones. Si alguien pretende estafar en nuestros días, tiene que hacerlo con la letra pequeña de los acuerdos de su lado, un poco a la manera de los grandes conglomerados comerciales de captación de inocentes. Al mismo tiempo, resulta de cajón que los futurólogos tendrán que moverse en cifras profesionales que no den pie a la sospecha de timo. Eso unido a algo que ya practican primorosamente desde hace siglos: una credibilidad a prueba de bombas. Es ahí donde radica su permanencia en el oficio, pues hablamos de una tarea que requiere talento por más que se precise la clientela crédula y sensibilizada a lo esotérico de siempre. Nada sería más triste que un mundo sin videntes y predicciones. Aunque solo sea para contrastarlas tiempo después entre burlas, como ocurrió con el fin del mundo predicho para el 2000 y demás sandeces históricas. Alegran un panorama demasiado ramplón, y conocer lo que te va a ocurrir por anticipado ha sido siempre un juego al que muchos no pueden resistirse. Los límites profesionales van a tener que precisarse, pues estas condenas ya señalan un camino. No hace falta ser futurólogo para saber que las demandas crecerán y solo los grandes chamanes saben protegerse con cordura y solidez. No es mal augurio para el año que viene ver cómo pelean los abogados contra los echadores de cartas, y a ser posible que no nos salpique la sangre.

"firmas"