Las listas son tontas
ARTÍCULOS DE OCASIÓN
Nos gustan las listas, los centenarios y las clasificaciones. No podemos evitarlo. Del mismo modo que la ficción ofrece una posibilidad de dotar de un orden lógico al caos vital, también las competiciones y los premios nos ayudan a pretender que puede dominarse la producción anual. En los campos artísticos, desde hace años, hay una verdadera profusión de piezas y al final de año se trazan las líneas superficiales de división por categorías. Las ventas, los espectadores, los lectores, los visitantes, toda clasificación ayuda a sentir que nada de lo importante se nos escapa. Los premios y las listas de mejores nos habilitan como organizadores jerárquicos de todo lo hecho durante el año. Es algo bobo, pero gozoso. Con un amigo, cuando éramos universitarios, solíamos revisar las películas más taquilleras de veinte o treinta años atrás y casi siempre nos ofrecían una imagen penosa de la sociedad del pasado. ¿De verdad lo que más adoraban los habitantes de ese tiempo eran esas desgracias culturales? Pues ya verán lo que dirán de nosotros… También fabricábamos listas de las peores películas más premiadas y considerábamos entonces el Oscar casi una receta fantástica para encontrar títulos mediocres impuestos sobre obras de verdad memorables. Puede que fuéramos unos altivos y creídos, como casi todos los jóvenes, presas del esnobismo de su tiempo, pero al menos ese vitriolo nos ayudaba a no creernos las clasificaciones como si fueran mandamientos bíblicos.
Al llegar las conclusiones del año toca a cada periódico y programa ofertar su lista propia. Cada vez tienen menos relevancia porque han de basarse en cuotas y apaños, pero al mismo tiempo resultan una necesidad. Resulta cómico apreciar las equivocaciones y omisiones pasada una década, pero, en cambio, al día de hoy nos resultan imprescindibles. Si en el año pasado tuviera que elegir un libro significativo, nombraría Volver la vista atrás, del colombiano Juan Gabriel Vásquez, porque tiene el acierto de reunir una peripecia vital de dos hermanos enganchados por su padre a la revolución maoísta con el orden cabal de una buena ficción. Los hermanos Cabrera terminaron de caerse del sueño impuesto por el padre tras el paso por la guerrilla colombiana, pero su vivencia acaba por ilustrar uno de los grandes fracasos del siglo pasado: el ideológico.
En las películas resulta igual de difícil elegir, pero ya que es obligatorio por qué resistirse. Quizá el trenzado de tres relatos que hace el japonés Ryûsuke Hamaguchi en La rueda de la fortuna y la fantasía me gustara por el empeño en crear situaciones y personajes de cierta humanidad. La partida del cine se juega contra los estallidos efervescentes y a favor de la complejidad de la vida, pero en su tercera historia el japonés bordea la hermosura absoluta. En estas historias hay algo de fatalidad y disincronía, pero se impone una fe en el ser humano que siempre reconforta. Algo similar sucede en la película catalana Seis días corrientes, donde con una sencillez solo aparente y, además unida al humor y la mejor cara de la renuncia formal, su directora, Neus Ballús, convoca a personajes sacados de lo real para ofrecer una estampa cotidiana y gratificante. Todos estos elementos de selección tienen que ver con el gusto propio, que en muchas ocasiones resulta innegociable. Las listas son subjetivas o no son nada. En el mundo de la música, para hacer una elección cabal, antes habría que acotar los ritmos, la composición, la armonía, la melodía y la riqueza expresiva. Resulta penoso ignorar a Jazzmeia Horne en favor de las ventas de Adele. Si algo falla en nuestra rigurosa forma de entender la producción del año, es la incapacidad para asumir la variedad como algo sin jerarquías, pues la autoridad es siempre una falsificación voluntarista. Quisiéramos reducir el mundo a algo asequible para nuestra cabeza y no lo es. Aceptémoslo. Puesto que el mundo se complica en lugar de simplificarse, disfrutémoslo. Yo estoy deseando escuchar a Bad Bunny haciendo versiones de las canciones de Julio Iglesias. ¿No acabó acaso Bob Dylan cantando temas de Sinatra? Nadie lo imaginó cuando encarnaba una forma de antisistema. Todo se complica con el tiempo y la curiosidad, así que lo mejor es no reducir la virtud de lo inasequible a algo jerarquizado y limitado.