Jurados y países pequeños
Jurados y países pequeños
ARTÍCULOS DE OCASIÓN
Tengo un amigo que sostiene que todo país de menos de 80 millones de habitantes es un país pequeño. Considera que los países pequeños tienen virtudes y defectos. Comercialmente ser un país pequeño te obliga a exportar, a buscar más allá de tus fronteras la subsistencia, a viajar y estar despierto. Basta ver el dineral que gana un músico, un escritor o un actor anglosajón frente a las cantidades que maneja el equivalente más popular de Italia o Portugal para entender por qué el mundo anglosajón puede desinteresarse por otras culturas. También dice mi amigo que en un país pequeño la gente se cansa antes de sus compatriotas. Según él, España suele cogerle manía a la gente relevante antes que Estados Unidos o Brasil porque hay menos espacio físico. Y el otro gran defecto de un país pequeño es que no se puede configurar jamás un jurado justo. Hasta tal punto llega su obsesión con este asunto que logró convencerme para que no participara jamás como jurado en ningún premio ni concurso al que me invitaran en España. «David –me dijo– este es un país demasiado pequeño y no podrás ejercer esa labor sin la interferencia sentimental». Todo esto me vino a la cabeza tras la tormenta que se desencadenó tras la elección de la representante española para Eurovisión. Hubo una especie de despecho masivo por el resultado que enfrentó el juicio de la audiencia con el de un jurado de especialistas. Solo gracias a que las contendientes fueron ejemplares en darse apoyo mutuo, aquella inflamación se detuvo, un ejemplo que debería guiar a ciertos políticos cuando atizan la persecución personal contra sus rivales.
Sin embargo, en la tensión nada más conocerse el resultado se ratificó que la votación de internautas es siempre poco rigurosa y falsaria, pero que tampoco los jurados resisten la lupa, pues hubo hasta algún malintencionado que tiró del hilo para demostrar que un miembro había tenido relación profesional con la ganadora unos años atrás. Por esa regla de tres tendría razón mi amigo y en España no podría montarse un jurado sin interferencias jamás. Cuando uno concursa, asume esos riesgos. Hace años participé en un festival de cine y mi película tenía que ser juzgada por un sexteto de diferentes profesionales, todos ellos acreditados y solventes. Pero el actor protagonista de la película me agarró del brazo al salir de la proyección oficial y me pidió excusas. Me dijo que una de las miembros del jurado era su expareja y desde la ruptura se odiaban a muerte. Efectivamente, quedamos sin premio. En ocasiones he visto a alguien darle un galardón a su amigo íntimo sin rubor. Pero con buen criterio, si participas, has de aceptar esos cruces y vínculos. Hace tres años una amiga que formaba parte del jurado en un concurso de cuentos me confesó que no pudieron premiar al autor que ella defendía porque otro miembro estaba enfrentado a su candidato por un contencioso personal que los hacía incompatibles.
Todas estas anécdotas me convencieron de que había hecho bien al no aceptar ser jurado jamás en territorio español. Somos un país demasiado pequeño y resulta complicado no caer en la inconveniencia de que las relaciones personales guíen las decisiones. Cuando el voto lo decide un millar de participantes, todos ellos bien identificados, no como sucede en Internet, quizá se pueda evitar que el roce haga el cariño o la manía, pero en números reducidos de tribunales, madre mía, solo hay que preguntar en los pasillos de las universidades. Recuerdo que hace años un convocante de un premio me llamó para que me uniera al jurado. Me dijo que la idea era darle el premio a alguien en concreto y que si me parecía bien. Le pregunté extrañado que cómo era que ya sabía quién debería ser premiado si aún no estaba anunciado el jurado que elegiría al ganador. Con gran naturalidad y criterio mi amigo me dijo: «Vamos a ver, primero se elige el premiado y luego se conforma el jurado, lo otro es absurdo, ¿no te parece?». Y tenía toda la razón, por eso este es el proceder con que convocan sus premios casi todas las instituciones y empresas que se precian de ser relevantes en un país tan pequeño.