Jugar con fuego

ARTÍCULOS DE OCASIÓN

Poco a poco van creciendo los partidarios de la libre circulación de armas en nuestro país. Es uno de los efectos de ese extraño individualismo que nos viene importado de los Estados Unidos y del clima bélico que transmite la guerra en Ucrania. En esa defensa acorazada de la libertad individual sobre cualquier forma de arreglo colectivo, el portar armas se destaca como un símbolo de seguridad personal y familiar. Pese a que los estudios sobre el asunto son tercos en señalar su peligrosidad. Basta con entender que cuando una familia compra un arma en los Estados Unidos se calcula que las posibilidades de que muera por un tiro alguno de los miembros se multiplican automáticamente por tres mil. Semanas atrás tuvimos un caso escalofriante en España en el que un adolescente disparó a toda su familia por una riña desencadenada porque se le había cortado el acceso a Internet. Es evidente que los juegos en línea y la dependencia de la conexión está fabricando una generación de niños burbuja, con problemas graves de socialización. De hecho, otro de los síntomas de la protesta nacionalista es la percepción de que los chicos con bajo poder adquisitivo, muchos de ellos hijos de la emigración o llegados recientemente, son los únicos que gozan de la calle y las instalaciones recreativas de parques y jardines. Los niños de familias con más dinero están todos en casa conectados a la Red.

Pero quizá algunos corrieron demasiado a culpar a los videojuegos por el crimen, lo hacen siempre, sin reparar en nada más. Es cierto que la violencia se ha convertido en el juguete favorito para seducir al público joven. Uno de los peores ejemplos es la nula calidad del cine y las series que se hacen para ellos, pues la violencia no es otra cosa que el fracaso de la comunicación y dedicar horas y horas a ese asunto es transformarlo en el centro de nuestras vidas. Pero también sería bueno que algunos repararan en la ocasional presencia de un arma de caza al alcance de un joven. Sin ella a mano, muy probablemente la trifulca se habría resuelto de manera distinta. Ahí es donde apuntan los estudios académicos sobre la presencia de armas en las casas, precisamente a su uso para razones muy distintas a la tan cacareada protección personal. En los mismos días en que este caso nos conmocionó, la policía de Madrid asistió impotente al cruce de cuchilladas entre bandas adolescentes. Uno de los chicos muertos cayó víctima de salvajes machetazos y la dirección de los cuerpos policiales busca tratar de frenar el comercio de armas tan peligrosas. Los machetes, catanas, los puños americanos, los filos dentados y demás artilugios que pueden ser utilizados mortalmente han dejado de verse como inocentes ofertas de armerías de barrio. Ahora son el instrumento principal de la batalla juvenil entre bandas. Por ello, una vez más, resulta transparente que la expansión de las armas en una sociedad no trae más que desgracia y crimen.

Es ahí donde el discurso individualista teñido de ese afán libertario tan de moda en los Estados Unidos viene a significar un peligro para nosotros por su efecto contagio. Del mismo modo que nos alcanzan los atajos intelectuales para justificar la violencia y el abandono de los necesitados, también nos cerca el eco de ese mercadeo de armas como una solución. Uno de los ascos profundos de la guerra de Ucrania es usar el conflicto para exhibir el nuevo catálogo de armamento, como un desfile macabro que los medios jalean. Los españoles vivimos en ciudades cuyos índices de violencia son la envidia del mundo y, sin embargo, algunos quieren hacer carrera precisamente para destruir lo poco que queda de convivencia civilizada entre nosotros. Ya no se trata de una pelea ideológica entre partidos con intereses electorales, estamos hablando de un desastre que acabaría con la cultura social que caracteriza nuestra forma de vivir. No juguemos con esas demencias, pues va a resultar que ese dicho de que «quien juega con fuego se quema» alcanza unas proporciones de verdad científica que ya quisieran muchas declaraciones rimbombantes.

 

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