La asignatura de violación grupal
La asignatura de violación grupal
ARTÍCULOS DE OCASIÓN
Creo que muchos de los defectos de nuestra sociedad se acrecientan con el puritanismo. Me refiero a todas esas cosas que siendo reales y palpables hemos querido administrar como producto de la moral o la religiosidad. De todo el ocultamiento con el que nos referimos a lo que en la vida cotidiana es evidente y que puede ir desde la prostitución hasta las leyes de interrupción del embarazo. Pero también sucede con algo que por desgracia nos asalta con demasiada continuidad. Son esas violaciones grupales perpetradas por grupos de adolescentes u hombres muy jóvenes contra niñas y mujeres indefensas o en ocasiones inconscientes por culpa del alcohol y las drogas. Detrás de esos crímenes se esconde también un diagnóstico social, por más que lo queramos reducir a accidentes penales que mejor esconder debajo de la alfombra de la cárcel. Al día de hoy todavía hay quienes cuestionan la pertinencia de proceder a una educación sexual de nuestros niños en las escuelas. Recubren la inconsciencia de tal acto con una pátina de moralina que supuestamente preserva a los padres la condición de únicos educadores de sus hijos. Qué lejos están de la verdad. Como ha sucedido siempre, la mitad de la educación de los niños proviene de fuera de casa y, además, en demasiadas ocasiones, la que proviene de casa no es tan ejemplar como confiamos. Las familias esconden a veces vejaciones amparadas y perpetuadas por la jerarquía machista, la presión del entorno y la dependencia económica. No es tan exquisita escuela como algunos creen.
Ahora mismo los niños y adolescentes se enfrentan a un magma de imágenes sexuales que los cerca desde la publicidad y el comercio, donde el reclamo erótico es imprescindible para colocar los nuevos referentes y los nuevos productos de consumo. El principal producto que hoy se les vende a los jóvenes es humano, son personas despojadas de sus defectos y complejidades, y envasadas en una supuesta perfección plástica lista para usar y tirar. La precocidad sexual es consecuencia de la precocidad deportiva, artística y comercial, donde cada vez más se exigen triunfadores de quince años, profesionales menores de edad en oficios de cara al público. Son estos aspectos mucho más graves incluso que la pornografía indiscriminada a la que tienen acceso. Tonto sería incentivar medidas de control o censura, pues saltárselas es el más fácil de los desafíos de un menor. Estamos acostumbrados a que las empresas tecnológicas de comunicación se laven las manos con una decencia de mínimos. Así lo hicieron con la piratería y no lo van a hacer ahora ante este escenario trágico de una juventud con tendencias de violador. Les basta a las páginas más frecuentadas de pornografía con incorporar un cartelito en su página de inicio donde basta con pulsar que eres mayor de edad o el aún más absurdo reto imbécil de demostrar que no eres un robot.
Aunque esas medidas cosméticas se desarrollaran con mayor empeño y credibilidad, tampoco serviría de mucho. Los jóvenes del mundo reciben hoy una asignatura basada en la violación grupal, pues una parte de la exhibición pornográfica transmite la violencia sexual contra la mujer que transpira el mundo. La dominación, la apropiación y la vejación se han convertido en la cara oculta del progreso evidente de las mujeres en los derechos sociales. Progreso al que tratan de frenar obtusas fuerzas reaccionarias. No parece existir otra perspectiva para encarar los casos recurrentes de violaciones cometidas por jóvenes y menores en grupo que impulsar planes educativos serios y rigurosos. Igual que se logró concienciar de los males del tabaco o la peligrosidad al volante, nos toca ahora primar la pedagogía sexual. Para ello, lo primero es arrinconar todos los impedimentos para estas iniciativas educativas que se plantan desde la moral religiosa o la ideología negacionista. Cuando un grupo de chavales retiene y abusa de una joven, está gritándole a la sociedad que su educación y tradición es un fracaso rotundo. Igual que hemos mantenido durante décadas ocultos los abusos sobre los niños, ahora podemos cometer un error parecido por no afrontar los déficits formativos de la sexualidad en la adolescencia. Hay que fomentar el respeto y la rehumanización de aquellos seres a los que se despoja a diario de estas cualidades para ser meramente consumidos.