La peor defensa
La peor defensa
ARTÍCULOS DE OCASIÓN
Existía un dicho cuando alguien que aparentaba defenderte en público lo único que lograba era desacreditarte aún más que se limitaba a rogar: «Por favor, no me defiendas tanto que ya me basto yo solo para hundirme». Estas cosas ya no se dicen hoy en día, puesto que el lenguaje se ha modificado y supongo que pronto surgirá una expresión norteamericana para definir esta actitud, del tipo «no me hagas de badadvocat» o «no seas un clowndefender». Mientras llega, volvamos al sentido del dicho, porque a la democracia española le salen siempre defensores empeñados en hundirla. No sé si se han fijado, pero basta que haya alguna investigación o la puesta en cuestión de instituciones nacionales bien asentadas para que aparezca un coro defensor que habla del peligro de la transparencia o la división de poderes. Con el rey emérito ya es habitual. Y volvió a suceder nada más aparecer los indicios del espionaje a destacados independentistas catalanes. De inmediato, un grupo de esforzados defensores de la democracia española corrió a decir que no compráramos la coartada de los políticos secesionistas. Es cierto que cada vez que tienen una oportunidad se presentan como víctimas de un poder feroz que devora sus supuestas buenas intenciones, pero no por ello van a aceptar que sus teléfonos sean intervenidos de manera indiscriminada por los servicios de espionaje. Para estos supuestos defensores de la democracia española no existen garantías ni derechos civiles cuando te conviertes en un rival.
La realidad es que incluso en los peores momentos del terrorismo, una democracia ha de exigirse a sí misma no quebrar los límites legales. De ahí nació, por ejemplo, la permisividad con el GAL o la escasa investigación de casos de torturas y desapariciones, otros hitos de supuestos defensores de la democracia española y que solo sirvió para alargar el conflicto a lo largo de los años. Para estos defensores de la democracia española, al parecer, si tienes ideas independentistas, pierdes de inmediato tus derechos. Y la realidad es bien distinta, tan solo si hay indicios de delito y con una orden judicial se puede proceder a arrancar una investigación que incluya recurrir al espionaje. En el caso de representantes políticos y abogados, los límites de la persecución son aún más garantistas por razones de su oficio. El derecho a una defensa y la autoridad de ser un representante público no te conceden la impunidad total, pero sí un tratamiento protector. Y así debe ser, aunque a veces nos parezca que las democracias luchan contra sus enemigos con una mano atada a la espalda. Esa mano atada provoca lentitud y a veces dificultades, pero a la larga evidencia que hay sistemas mucho más legítimos que otros para ordenar la sociedad.
Dentro de esa amalgama un poco variopinta de defensores de la democracia española aparecen los adalides del constitucionalismo. Entre ellos, muchos de los que pusieron todas las dificultades posibles cuando se atravesaba el periodo de transición, los que escribieron contra la Constitución cuando se tramitaba su aprobación y los que se la saltan cuando les conviene. Puede que engañen a muchos porque la carencia de memoria es algo habitual entre los nuestros. Y por si faltara poco, de tanto en tanto, algunos grupúsculos se constituyen con nombres equívocos para arrogarse la defensa democrática. El conocido comisario Villarejo fundó una asociación llamada Transparencia y Justicia, ahí es nada. El sindicato Manos Limpias presuntamente estaba más interesado en meter mano que en limpiarlas. Y ahora un juez de Instrucción de Barcelona ha cargado con enorme dureza en su auto contra una difusa peña que se hace llamar Asociación para la Transparencia y la Calidad Democrática y que tiene como única actividad tratar de torpedear toda actividad reformista que lleve a cabo el Ayuntamiento regido por Ada Colau. A menudo nos tragamos en los informativos estos nombres de demandantes particulares y nos convencen de su apariencia de moralidad, pero es una estafa más de nuestro confuso panorama. Así que hay que estar atentos y cada vez que salga alguien hablando en defensa de la democracia pongamos a funcionar la máquina de detectar caraduras. Y a muchos de ellos rogarles que, por favor, no la defiendan, ya bastante le cuesta sostenerse sola.