Ponte nombre


Artículos de ocasión


Hace años se sabía de dos personas apellidadas Feo. Trabajaban con mucha personalidad en la política y en la radio. A uno de ellos le pregunté si el apellido le había costado los consabidos chistes escolares. Se explayó explicándome anécdotas. Uno se apellida Feo y les da el trabajo hecho a los compañeros de clase. Hace poco, volví a pensar en la dificultad de algunos apellidos al morir la actriz María Fernanda D’Ocon. Los viejos profesionales recordaban que su nombre real era María Fernández Conejos y su cambio propició seguramente una carrera intensa y exitosa. También el cantante Leiva, al que puso el mote un entrenador de fútbol por su parecido con el brasileño del Aleti Leivinha, se apellida Conejo y ha preferido obviarlo de cara al público. Me temo que no es complicado explicar por qué. Si ya es difícil encarar una carrera profesional, imagínatelo lleno de chistes malintencionados. Siempre me ha fascinado la gente que le da la vuelta a su nombre común y logra un hallazgo. Por ejemplo, María Cristina del Pino Segura se consagró como Pinito del Oro y hemos celebrado el centenario este año del nacimiento de Ignacio Fernández Sánchez. Claro, a nadie le dice nada ese nombre, pero si pensamos que detrás estaba el cómico Tony Leblanc la cosa cambia. Y, en su caso, encontrar el nombre artístico costó, pues en sus comienzos, cuando era bailarín de claqué, probó a llamarse Tony Astaire, supongo que para fingirse primo de Fred, pero no debió de cuajar y siguió buscando.

Arrastrar nombres chirriantes complica la vida artística. Ana Belén, que se llama Pilar Cuesta, me recordó uno bastante notable. La popular cantante Rosa Morena se llamaba en realidad Ernestina Pulgarín. Y, hace muchos años, el empresario Matías Colsada, que también se cambió el apellido entre otras muchas imposturas que lo condujeron al éxito, bautizó a una joven corista llamada María de los Ángeles López Segovia como Lina Morgan. Al parecer, le gustaba tanto el dinero que su jefe pensó que el apellido de Banca Morgan le iba como anillo al dedo. Y funcionó porque Lina se convirtió en la empresaria-artista más exitosa de nuestro teatro popular durante décadas. De manera mucho más humilde, todos ustedes recordarán al actor José Orjas. Entre otras cosas fue el amable director de la banca Los Proveedores del Futuro. Sí, esa sucursal que sería asaltada por sus propios empleados en la mítica Atraco a las tres. Pues José Orjas decidió que para hacer carrera era bueno quitarle una letra a su apellido real, pues se llamaba José Orejas. Y cuentan que Rocío Dúrcal eligió su nombre artístico moviendo el dedo al azar sobre un mapa de España. De esta manera tan poética, María de los Ángeles de las Heras Ortiz tomó el apellido Dúrcal prestado de un pueblo de Granada. También en el circo era común cambiarse el nombre para buscar algo más sonoro y espectacular. Los Hermanos Tonetti eran tan solo José y Manolo Villa del Río, pero desde su Santander natal triunfaron en el país entero. Aunque mi favorito siempre ha sido el faquir Daha Tarto, que en realidad hacía proceder su exótico nombre de su segundo apellido: Tortajada. Es evidente que el faquir Tortajada no habría tenido una carrera muy relevante, pero Daha Tarto dio grandes tardes de gloria a esa disciplina algo complicada de tragarse sables y cuchillas.

La cantante de ópera Pilar Lorengar supo unir la primera sílaba de sus muy comunes apellidos, Lorenza García, para dotar de musicalidad a su nombre. Y es que la profesión de cantante necesita sonoridad, no todo el mundo se llama Rosalía o Shakira. Y de esta manera inacabable las personas han luchado contra esa cierta vulgaridad que se nos impone en la cuna. Nada odia más un niño que tener un nombre demasiado chocante, pero con el tiempo agradece algo que lo signifique. En la vida real a uno le va perfecto llamarse José Martínez, pero si quiere triunfar en el fútbol es mejor llamarse Pirri. Y en la canción, Nino Bravo antes que Luis Manuel Ferri Llopis. O en el cine, Greta Garbo antes que Greta Gustafsson. Pero nunca hay que perder la esperanza, lo que hoy es común mañana quizá sea único. Y, si no, se le da un empujón a la verdad para imponer en su lugar la ilusión. 

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