Manual para educadamente borrarse de la foto

David Trueba

Manual para educadamente borrarse de la foto


ARTÍCULOS DE OCASIÓN


Cada vez más gente tiene dudas a la hora de posar para una foto sacada con el móvil. Aunque sea un retrato entre amigos y conocidos. De alguna manera, se requiere un nuevo pacto entre personas, vista la importancia que han cobrado las redes sociales. No es raro que te encuentres de tanto en tanto en algún lugar de paso y se te requiera para una fotografía. A la gente le alegra tanto encontrarse tras la crisis del confinamiento que es natural que el contacto personal sea una ocasión feliz. Entonces no parece existir mejor idea que la de retratarse en compañía. Y a mí me parece fenomenal. Supongo que para las personas muy famosas es algo engorroso. El hecho de que quede huella de tu paso por cualquier lado a cualquier hora limita un poco la libertad. No digamos ya en esa gente que está habituada a mentir y se libra de algún compromiso diciendo que está en algún lugar de vacaciones y minutos más tarde aparece retratado en su ciudad mientras come en un restaurante o pasea al perro. Pedir una foto, como en una época fue pedir un autógrafo, requiere siempre tener una cierta conciencia del lugar en el que se está y el momento en que se lleva a cabo. Es habitual que, aunque las fotos sean para consumo personal, acaben colgadas en una red social al alcance de los ojos del mundo. Aún me pregunto cómo harán las personas que buscan algún trabajo cuando perciben que sus futuros contratadores rastrearán sus redes en busca de conocer si beben mucho los fines de semana, de qué equipo son, a quién votan y hasta cómo les gusta aderezar la ensalada.

Hace unas semanas tuvimos noticia de un asunto que salpicó a la jovencísima presidenta del Gobierno de Finlandia. Sanna Marin ya había llamado la atención por representar esa rara mezcla de liderazgo político y normalidad joven. El problema es que su país está en confrontación directa con el Gobierno de Putin y, por lo tanto, todo desliz en redes o en la esfera privada puede acabar por perjudicarla, pues el mandatario ruso cuenta con un verdadero ejército de intoxicación y espionaje. De esta manera, trascendieron las imágenes de una fiesta en la casa de amigos donde la presidenta finesa bailaba bastante suelta. A partir de ahí se desató la rumorología sobre si estaba borracha o drogada, cosa que parece bastante tonta, pero que en los tiempos de estupidez redomada en los que vivimos termina indefectiblemente por convertirse en asunto de Estado. Lo que menos interesa es el modo en que se resolvió el conflicto, lo que llama la atención es la naturalidad con la que una lideresa política bailó ante el móvil de algún amigo sin tener en cuenta que todo, absolutamente todo lo que es grabado, termina por emitirse en esa tele portátil que son las redes. Aún nos falla la percepción de entender que trabajamos de gratis para que se forren los grandes empresarios de la tecnología de la comunicación. Por eso cada vez que alguien cuelga una foto debería recordar, por ejemplo, que con su gesto hace un poco más rico a un cretino como Mark Zuckerberg o a sus paisanos de Google.

A Sanna Marin le pasó lo que a tantos inocentes. No son capaces de pedir a sus amigos que no graben cuando están haciendo algo que debería considerarse privado. A todos nos pasa que en cualquier cena o reunión alguien desenfunda el móvil y entonces te corre un escalofrío. ¿Dónde acabará esa foto? Nadie sabe responder a la pregunta de por qué compartimos cada escena de nuestra vida privada sin rubor, salvo que sea para fingir una felicidad aparente que nos consuela. Tengo una amiga que siempre que posa para fotos de grupo en esos instantes inesperados en que alguien saca el móvil, se oculta detrás de la cabeza de otro y logra eludir el retrato. Lo consigue siempre. Me temo que la dirigente finlandesa debería optar por una opción parecida. Cuando llega el turno de las fotos, mejor simular que uno nunca estuvo allí. Esto de que los álbumes familiares estén al alcance de todos es algo torturante. 

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