Domingos de resistencia
Artículos de ocasión
La reciente muerte de Javier Marías, por inesperada y dolorosa, sucedió en domingo, lo que tuvo algo de ironía, pues completó sus artículos dominicales, que se habían convertido en un hábito a lo largo de los años. Escribir en los dominicales era una especie de consagración literaria, o al menos se percibía así cuando yo era niño. Los artículos del domingo permitían la relajación y el distanciamiento con el mundo diario y sus peleas, para dar cabida a visiones más líricas y literarias. España había dado alguno de los mejores genios literarios precisamente en las páginas de los periódicos, donde pese a no permitirse la libertad se permitía el estilo. Por eso proliferaron las plumas que eran etéreas y musicales, pero con escasa profundidad de análisis, cuando no completamente ambiguas en sus ideas. Con cierta normalidad, el final de la Transición trajo también una escritura de los domingos más crítica y cercana, menos abstracta. Poco a poco los artículos sobre la caída de la hoja en otoño o los paseos bucólicos por alamedas frondosas fueron dejando paso a la trifulca tal cual. Marías se convertiría muy rápido en una de las firmas más leídas en domingo y prolongaba así su figura literaria. Escribir los domingos le permitía, además, sabiamente, despojar a sus novelas de todo intento de incidir en la política cotidiana porque ya saciaba sus instintos en otros espacios. En eso, resultó una gran enseñanza para los que lo respetábamos y compartíamos la escritura del domingo con idéntica intención de asomarnos al mundo para luego durante la semana volver al refugio personal.
Me resultaba muy divertido el tono de Marías en sus artículos y, durante años, con un productor de televisión fantaseábamos con la posibilidad de poder adaptarlos como serie de episodios de media hora que recrearan lo que contaba, muchas veces sus episodios de enfado con un planeta que cada vez le resultaba más bobo y pusilánime. Yo sugerí incluso el actor ideal para encarnarlo, Carlos Hipólito, pero la cosa no pasó de idea majadera. Era muy simpática la amistad de Marías con quien fue su vecino de página durante años, Pérez-Reverte, y el intercambio de regalos entre ambos. Recuerdo que mi única relación con Marías tuvo que ver con su salida del suplemento en el que escribía originalmente. Le censuraron dos artículos en los que criticaba a la Iglesia católica española, con su dirigencia entonces empeñada en meterse en política mientras encubría abusos de todo tipo. Al ser el suplemento parte de una empresa con honda raíz católica, supongo que a Marías le parecía una provocación necesaria redactar esos dos artículos que nunca le publicaron. Lo sorprendente es que al salir del suplemento nadie denunció el caso y escribí de ello en esta misma página, pues me parecía increíble que nadie hablara de un caso de censura tan brutal contra uno de los escritores más famosos del país. A los pocos días, recibí una postal de Marías donde me daba las gracias por ser el único, según decía él, que se había atrevido a denunciar en medios el caso de censura y silencio que había padecido. Algún tiempo después nos encontramos en persona y volvió a reiterarme su agradecimiento.
Marías pasó a escribir casi de manera natural en el suplemento dominical de El País en ese mismo año de 2003, y allí ha publicado sus artículos hasta que la muerte le atrapó. En los últimos tiempos luchó contra otra forma de censura que ahora toma la forma de hordas de indignación histérica en las redes sociales. Nunca se dejó amedrentar porque muchos no compartieran su opinión personal y ahí marcó de nuevo el territorio de quienes escriben en prensa, que no pueden ser jamás esclavos de quienes lo leen. El acuerdo y el desacuerdo son ejercicios naturales de la inteligencia, todo lo demás es un sucedáneo. Las personalidades fuertes suelen tolerar mal el paso del tiempo y el cambio de costumbres sociales, esta es otra característica habitual del escritor dominical, que denuncia incansable cómo el mundo ya no se parece a aquel que conoció de niño. Pero hasta esa debilidad es necesaria, pues toda época y toda persona necesitan que les digan a la cara lo necias y lo insoportables que son en muchas ocasiones. Gracias, por tanto, a Javier Marías por su ejercicio de resistencia.