Espléndida a sus 81 años, Lola Herrera interpreta una nueva obra de teatro en la que aborda un tema tan inquietante como decisivo. el derecho a elegir cómo pasar el tramo final de la vida. La actriz vuelve a ser ella misma, dentro y fuera del escenario. Por Virginia Drake

La fama le llegó a través de la televisión. Historias para no dormir, Estudio 1… y corrían los años cincuenta cuando rodó su primera película, Pórtico de la gloria (1953). Pero el gran público la recordará siempre interpretando, sola en el escenario, Cinco horas con Mario. Y, en la gran pantalla, una película también marcará un antes y un después en su carrera y en su vida personal: Función de noche (1979). Hoy, Lola Herrera es Alejandra en La velocidad del otoño, a las órdenes de Magüi Mira. Su papel es el de una artista de 79 años que decide cómo quiere vivir el resto de sus días e incluso cómo quiere morir.

XLSemanal. No ha lugar preguntarle cómo está, porque se la ve como una pera.

Lola Herrera. ¡Bueno! Como una pera un poco pasadilla [ríe]. Aunque, desde luego, no me voy a quejar porque, para los años que tengo -ya he cumplido 81- y el trasiego de trabajo que llevo, estoy bien.

XL. ¡Está muy bien y no para!

L.H. Yo creo que soy hiperactiva. Cuando he pensado en algún momento dejar el teatro, he sentido mucho vértigo. Llevo este ritmo desde hace 61 años y el teatro es mi alimento y mi bienestar. Mi trabajo es mi razón de ser.

TEATRO LOLA HERRERA Y JUANJO ARTERO. Avilés ©Foto Marieta AVI

‘La velocidad del otoño’ llega a Madrid. Lola Herrera vuelve a compartir escenario con Juanjo Artero / Foto: Marieta

XL. En La velocidad del otoño representa a una madre algo bohemia dispuesta incluso a quitarse la vida porque su familia no la deja vivir ni morir como ella quiere. Y será la llegada de su hijo pequeño (Juanjo Artero) quien dé un vuelco radical a sus emociones.

L.H. Los otros hijos, supongo que también muy queridos, no llegan a comprender una situación ni un deseo al que su madre tiene derecho. Es muy doloroso que esto ocurra porque todos tenemos derecho a vivir y morir como queramos.

XL. Parece que el cine es mucho más ingrato que el teatro con las actrices de cierta edad.

L.H. En Inglaterra no es así. todas las actrices mayores trabajan en el cine y en la televisión. Sin embargo, en España como en América nos jubilan muy pronto y los galanes pueden seguir siéndolo con 60 y 70 años porque ellos maduran. Sus parejas en el cine, en cambio, tienen 25 o 30 años porque nosotras envejecemos. Es un desprecio y un rechazo total a la vejez, sobre todo en la mujer, que no entiendo.

XL. ¿Porque damos culto a la juventud?

L.H. ¡Pero si joven solo se es un ratito muy pequeño! Cuando quieres darte cuenta, ya no eres joven. Yo abogo mucho por la vejez, que está tan menospreciada, y por la naturalidad de la vejez, que también tiene su estética y su belleza. No entiendo una sociedad que desprecia la vejez, una sociedad para la que la gente mayor se vuelve invisible, como si esto fuera una cosa de unos cuantos nada más; sin pensar que el que no llega a ser mayor es porque se ha muerto joven y no ha vivido.

XL. Cómo se prepara mentalmente para aceptar que solo le queda un puñadito de años por delante?

L.H. Yo tenía mucho miedo a la muerte. Hace años, para mí era un horror pensar en ella. Yo nací muy asustada. me sacaron con fórceps, fue un parto muy difícil, me rompieron una clavícula, me arañaron la cara… ¡Vamos, que salí hecha un cristo! Y supongo que aquella niña se asustó muchísimo desde el día que nació. El tema de la muerte era algo tan patológico que decidí hacer una terapia y, afortunadamente, funcionó porque yo no podía crisparme de aquella manera cada vez que pensaba en la muerte.

«No entiendo el desprecio y rechazo a la vejez. ¡Pero si joven solo se es un ratito muy pequeño!»

XL. ¿Terapia para aceptar la muerte?

L.H. Sí, hice terapia con una psiquiatra para quitarme el miedo a morir. La verdad es que fue muy positivo. Yo ahora quiero morirme, si es posible y si soy consciente de que me muero, tranquila. No pido más. Ahora que cada vez estoy más cerca del final, vivo el día a día, no hago planes de futuro y, cuando llegue, llegó.

XL. Su madre murió con 95 años y su tía, con 105. Si la genética funciona, le quedan 15 o 20 por delante.

L.H. Precisamente, porque he visto la muerte muy de cerca, quiero morir tranquila. Mi madre murió hace unos años y mi tía, el pasado mes de febrero; y las dos con la cabeza bien hasta el final.

XL. ¿Qué le hace mucha ilusión en la vida?

L.H. Me ilusiona ir al cine, me gusta muchísimo. Me ilusiona tener tiempo para sentarme en una terraza, muy tranquilamente, y ver pasar a la gente. Me ilusiona hacer planes para irme de viaje y meterme en los tugurios donde se toca jazz, que me encanta. Y tengo ilusión por volver a clases de pintura porque pintar me gusta muchísimo.

XL. Lola Herrera es una mujer elegante que se diseña su propia ropa y que incluso hizo varias colecciones a través de la firma Bababa.

L.H. Es cierto, pero ahora ya diseño solo para mí. Una prima mía, que era modista en Madrid, me enseñó muchas cosas y con solo 16 años sabía cortar una falda capa al bies [sonríe]. Ahora sé perfectamente lo que me sienta bien y lo que no. Así que lo diseño, busco las telas y voy a una modista para que me lo confeccione.

XL. Sorprende que, a su edad y con una trayectoria como la suya, no haya recibido todavía el Premio Nacional de Teatro. ¿A qué cree que se debe?

L.H. Lo de los premios es una cosa que no he entendido muy bien nunca. Si te los dan, bienvenidos; si no te los dan, no pasa nada. No soy ni mejor ni peor por tener más premios.

XL. Pero animan y se agradecen.

L.H. Sí, sobre todo aquellos que tienen una cantidad en metálico y que por eso son más codiciados [ríe]. A mí de estos no me han dado ninguno nunca. Creo que algunos premios te acaban llegando si perseveras en la profesión; pero yo no soy codiciosa de premios. mi codicia se circunscribe a seguir subiéndome al escenario y pasarlo bien.

«A casi todas las mujeres nos engañan los hombres. Pero unas se dan cuenta y otras, no. Yo nunca me he hecho la loca»

XL. ¿Se ha acostumbrado a vivir en la inseguridad permanente de los actores?

L.H. Esta es la forma de vida que yo he elegido. Siempre he vivido en la inseguridad, sigo viviendo en ella y tiene su aliciente. Yo no me hubiera sentido a gusto en un trabajo que empieza y termina siempre a la misma hora y en el que se hacen siempre las mismas cosas.

XL. No todo el mundo puede decir que trabaja en lo que le gusta.

L.H. Es verdad y para mí poder hacerlo es un lujo total, aunque es frecuente que pagues por ello un peaje y que no te permita acomodarte nunca. Pero yo creo que no instalarte en la comodidad es una buena cosa para poder crecer.

XL. ¿Se ha tenido que tragar muchos sapos para sobrevivir?

L.H. Sapos no me he tragado ninguno y he dicho las cosas muy claramente en épocas en las que no se podía decir casi nada; incluso he plantado cara a directores muy muy severos. Eso no quita para que no haya tenido otro remedio que hacer trabajos que no quería hacer.

XL. Es la mayor de seis hermanos, su padre era ferroviario y cuenta que en su casa no se llegaba ni a mitad de mes.

L.H. Yo nací justo un año antes de que empezara la guerra y me tocó vivir todas las penurias de la guerra y de la posguerra. A los racionamientos se unían muchas otras carencias.

XL. ¿Su padre siempre tuvo trabajo?

L.H. Sí, pero los sueldos de los ferroviarios no cubrían las necesidades mínimas de una familia. Ahora le pasa lo mismo a muchísima gente que trabaja, gana un sueldo muy pequeño y no puede cubrir sus necesidades. Hay tantísimos que, pese a tener trabajo, son pobres…

XL. ¿Usted ha logrado vivir bien?

L.H. Bueno… yo he vivido siempre al día y he conseguido sacar adelante a mi familia yo sola. Con el teatro, ningún actor se hace rico [sonríe].

XL. Pero con la televisión, sí; y usted ha hecho mucha.

L.H. Yo he hecho mucha tele cuando la tele se pagaba mal. La televisión ha pagado siempre mejor que el teatro, pero entonces no se ganaba en ella como se ganó después con las series y con algunos programas… Yo no me voy a quejar porque he sacado unos hijos adelante y he hecho de hombre. de padre y madre de mis hijos. Todo lo que entraba en mi casa era lo que ganaba yo; y éramos una familia muy grande porque mis padres se vinieron a mi casa para poder criar a mis hijos y a mis hermanos y yo siempre he sido el cabeza de familia de todos… y muy espléndida.

Las actrices Natalia Dicenta y Lola Herrera, madre e hija.

Las actrices Natalia Dicenta y Lola Herrera, madre e hija / Foto: Roberto Iván Cano

XL. Su matrimonio con Daniel Dicenta duró poco.

L.H. Muy poco: siete años, pero nacieron mis dos hijos -Natalia y Daniel-.

La gente no entiende que puedas ser plenamente feliz viviendo sola. Yo creo en la pareja, pero estoy encantada sola. Es un regalo que me ha hecho la vida»

XL. Quince años después de que su marido se fuese de casa, rodó Función de noche. Una película en la que contó su historia, habló de infidelidades, de sexualidad, de crisis de pareja, de traumas…

L.H. Me desnudé por completo [metafóricamente hablando]. Fue un escándalo, viví experiencias penosas, me criticaron muchísimo… Pero es lo mejor que he hecho por mí. aquello me quitó todos los traumas para el resto de mi vida y me dio fuerzas.

XL. ¿Fue una terapia no buscada?

L.H. No me lo planteé como terapia, desde luego. Al principio fue durísimo para mí y lo pasé muy mal porque me dieron bofetadas por todas partes; pero no hay nada mejor que vaciarse, por mal que lo pases. Todavía no sabes la cantidad de mujeres que me hablan de esa película. Creo que hizo mucho bien, no solo a mí.

XL. Al parecer, Función de noche se recomienda todavía en muchas consultas de psiquiatras…

L.H. Es verdad. Yo lo hice también porque pensé que lo que yo gritaba no era algo que me hubiera pasado solo a mí. Hablé de todo lo que normalmente no se habla, tampoco ahora, pero menos en el 79.

XL. ¿No cree que elige mal a los hombres? Después de separada tuvo algunas relaciones en las que la engañaron también, le fueron sus parejas infieles, no le contaban la verdad… ¿No será que le gustan un poco canallas?

L.H. ¡No me gustan nada canallas! [Ríe]. Lo que pasa es que nos engañan a casi todas. Lo malo es que te des cuenta o no te des cuenta. Esto es una cosa bastante común, aunque siempre habrá alguna excepción que confirme la regla. También hay mucha gente que lo aguanta y que lo tolera y muchas otras mujeres que se hacen las locas. Y yo no me he hecho la loca nunca.

«Sapos no me he tragado. He dicho siempre las cosas claras. Eso no quita para que haya tenido que hacer trabajos que no quería hacer»

XL. ¿No cree entonces que haya muchos matrimonios felices y sin engaños?

L.H. Muchos, no; pero sí creo que haya alguno. Yo no hago estadísticas, aunque, por lo que cuentan, lo normal es el engaño. Yo ya no me acuerdo de los nombres de algunos con los que he estado -hace ya tantos años-, pero sí de que me han engañado bastantes veces. Y, sin embargo, te diré que, con lo mal que me ha ido a mí, yo creo en la pareja, aunque entiendo mi situación como un regalo que me ha hecho la vida.

XL. ¿Qué regalo le ha hecho la vida?

L.H. Si bien por un lado me ha quitado la posibilidad de formar una familia unida, como la de mis padres -unidos siempre, queriéndose con locura, generosos el uno con el otro-, por el otro me ha dado la generosidad de poder vivir sola y encantada. Es curioso porque me lo han preguntado muchas veces y es que la gente no entiende que puedas ser plenamente feliz sola. Hace unos años incluso se presuponían muchas cosas si vivías sola… y ninguna buena.

 

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